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Día del Adulto Mayor en Venezuela: empobrecidos y encerrados

29 de mayo de 2020

En Venezuela, los adultos mayores sobrellevan desde hace varios años una crisis humanitaria que ahora se agrava, con una cuarentena en un país cada vez más negligente con su población más vulnerable.

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Adultos mayores en el Hogar Madre Teresa de Calcuta, de Caracas
Adultos mayores en el Hogar Madre Teresa de Calcuta, de CaracasImagen: Getty Images/E.M. Uzcategui

En tiempos de coronavirus, uno de los sectores demográficos que más está sufriendo es el de los adultos mayores. No solo por el hecho de que las personas de mayor edad son las más vulnerables a morir a causa del COVID-19, pero el distanciamiento social ha sido difícil de llevar para una población que se ve más afectada por el aislamiento y la soledad en la era digital.

El 29 de mayo se conmemora el Día Nacional del Adulto Mayor, una fecha para recordar la historia viva de la sociedad, los cambios que ha vivido Venezuela como país y valorar el esfuerzo de las generaciones que representan las personas de este grupo etario. En general todo adulto mayor se enfrenta a muchas dificultades, la soledad es una de ellas y ahora más con el distanciamiento social que debemos guardar, destaca para DW Gladys Pérez Ocanto, directora de la ONG Uni3 que ofrece servicios, talleres y asistencia para la educación permanente de los adultos mayores en Venezuela.

Además de la soledad, Pérez Ocanto señala que entre las dificultades que viven los adultos mayores en Venezuela y que afectan su calidad de vida "preocupa la insuficiencia de centros especializados para la atención de enfermedades mentales, las cuales lamentablemente han ido en ascenso, además del alto costo de las medicinas". No menos importante ha sido "el problema del transporte público, que constituye una verdadera tragedia para los adultos mayores, por cuanto no se respetan los precios preferenciales en los pasajes, existe maltrato por parte de los conductores, y no se dispone de los mecanismos para facilitar el acceso a los medios de transporte", agrega Ocanto.

"Antes era mejor ser viejo"

Litaleva es una profesora jubilada, de 74 años de edad. Hace unos años enviudó, su esposo era médico y su único hijo emigró a España. Litaleva vive en un apartamento grande en una zona acomodada de Caracas. Sola y aún con tres pensiones, (la de adulto mayor, la de viuda y la de su lugar de empleo) le es casi imposible hacer el dinero para llegar a fin de mes. "Antes, mis abuelos y mis padres no tendrían tecnología pero había comida, era barata y no pasaban hambre como paso yo", le cuenta a DW.

"Ahora, todas las diligencias se hacen por internet, cuando hay, porque aquí se cae la señal mucho y yo no se manejar todas las aplicaciones, no tengo quien me ayude y ahora por el coronavirus nadie puede venir a ayudarme", agregó Litaleva. Para ella, el distanciamiento social comenzó mucho antes de la pandemia porque "antes las personas cuidaban de sus seres queridos, vivían juntos con sus nietos y bisnietos, ahora todos creen que un audio o un dibujo en un chat de whatsapp es lo mismo que un abrazo", se lamenta.

"Yo estoy esperando la muerte, ¿qué más puedo esperar?"

Eduardo también es viudo y tiene 82 años, pero vive junto a su hija soltera y sus tres nietos. Reside en una zona popular de Caracas en un apartamento que compró en los 60's trabajando como mecánico de autos. Eduardo recuerda en DW que "en esa época cualquier trabajador podía comprar vivienda, uno pagaba cómodas cuotas, esa era la Venezuela de las oportunidades con la que acabó Maduro, porque Chávez era otra cosa, él si nos ayudó", cree.

Eduardo tiene otro hijo que emigró a Colombia y les enviaba dinero, pero a raíz de la pandemia perdió el trabajo y quedó varado allá. Eduardo solo recibe la pensión mensual del Seguro Social, que son 400 mil bolívares, menos de 2 euros, "si no fuese por la ayuda de mi hija no podría comer sino acaso una vez a la semana. A veces nos acostamos sin comer. Si tenemos, comemos dos veces al día, arepa en la mañana y arroz con granos de almuerzo".

A pesar de su avanzada edad, Eduardo vendía hortalizas en la calle "con eso me ganaba una platica, pero desde que llegó el coronavirus mi hija no me deja salir para que no me dé, ella dice que si me contagio me muero", nos cuenta. Ahora en tiempos de cuarentena se queda en casa cuidando a sus nietos mientras su hija sale a trabajar en el metro de Caracas. "Antes de la cuarentena los viejos teníamos que pasar hasta 8 horas en una cola, con lluvia, con sol, para que nos dieran efectivo en el banco, ahora todo es con tarjeta pero lo que recibimos es miserable, al gobierno le debería dar pena darnos eso, ellos también van a llegar a viejos", sentencia.

"Aquí si uno no muere de coronavirus, puede morir de hambre"

María está comenzando su vida como adulta mayor a los 62 años pero la bienvenida no es alentadora. Tras un problema de salud hace 10 años y una operación en la cervical no pudo continuar su trabajo como personal de limpieza en un banco. Vive con su esposo en Petare, el barrio pobre más grande de Venezuela. Con trabajo logró mantener a su familia, relata a DW "a mis hijos no les faltó nada, estudiaron, tenían becas y echaron palante. Todos estudiaron. Con lo que ganaba, cada mes compraba unos bloques, cemento, arena y así poco a poco construí mi casa de bloques y platabanda, bien bonita, tiene un balcón que es la envidia de muchos".

El esposo de María no recibe ingresos desde que cerraron la tienda de repuestos por la cuarentena, donde trabajaba como vendedor. María también es pensionada y recibe 400 mil bolívares como Eduardo, pero "la pensión no alcanza para nada, soy hipertensa, pero nunca he podido comprar las pastillas, ni esas ni las que me alivian el dolor en la columna, tengo que aguantar" dice María. "Desde diciembre no sé lo que es comer carne, ni pollo, ni me puedo tomar un café con leche. A veces me acuesto sin comer, me desayuno como a las diez de la mañana, mi esposo y yo almorzamos como a las cinco de la tarde para poder aguantar. Tomamos té de una mata de toronjil, porque el café está muy caro", agrega María.

Para María la vejez sería diferente y ve con nostalgia como vivieron sus padres, cuenta que viene de una familia humilde, pero no pasaban hambre. Su padre y su madre "de viejitos tenían sus remedios que le daban en el hospital del Seguro Social y entre todos, somos 6 hermanos, le costeábamos sus gastos. Mis hijos no pueden ayudarme como antes, porque tienen su familia, hijos a quienes mantener y con la inflación ellos también están pasando trabajo, en Venezuela nadie que gane salario mínimo, ni que reciba los bonos le alcanza", comenta.

"La tercera edad es aquí la antesala del juicio final sin alfombra"

Veto tiene 86 años, extrabajador de la industria petrolera PDVSA donde trabajó por 40 años como periodista. Cuenta a DW que de niño fue pobre pero con estudio y trabajo logró "vivir como clase media, sin abundancia, pero decentemente como lo permitía una industria que fue fundamental para el país. Hoy soy un jubilado que ha regresado a su primera infancia por el estado de pobreza al que he estado reducido junto a un porcentaje alto de compatriotas, tal vez mayor al ochenta por ciento de la población".

Aunque reside en una zona acomodada de Caracas, Veto vive con muchas limitaciones ya que se incluye entre los adultos mayores que "carece de asistencia médica, vive de la comida que alcanza, tiene pensiones de seguro social que llegan a dos dólares al mes, recibe limosnas del Estado cuando este quiere y las sumas son tan irrisorias que apenas alcanzan para la adquisición de un cartón de huevos". Para Veto "la tercera edad está expuesta a la más alta hiperinflación alcanzada por estado alguno del mundo, con servicios públicos precarios, sin luz, sin teléfono, sin agua ni corriente estable".

¿Como ayudar y que se está haciendo?

Desde la ONG Uni3 su directora, Gladys Pérez Ocanto, rescata que "en Venezuela se ha logrado la incorporación al beneficio de las pensiones del Seguro Social de 4.2 millones adultos mayores, además de programas sociales de turismo y recreación que deben ser ampliados para que llegue a la mayoría". Además, "se ha propiciado una mayor representación en entes legislativos y de participación comunitaria donde sean voceros de las necesidades e inquietudes de la importante población adulta mayor", agrega Ocanto.

Desde su organización asisten a 10 mil personas mayores con impacto positivo tanto en lo individual como social. Durante esta cuarentena UNI3 ha reorientado sus actividades y han comenzado el programa UNI3 VA A TU CASA en el cual "hemos puesto a disposición de los adultos mayores en general contenidos de interés en distintas áreas, tanto físicas como emocionales, que sigan contribuyendo a su bienestar por medio de nuestro portal y otras redes sociales" dice Gladys Pérez Ocanto.

(jov)

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