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¡Deje eso, Sr. Presidente!

Volker Wagener / JAG24 de octubre de 2013

¡Lo que faltaba! No sólo miles de alemanes fueron espiados por EE.UU. sino al parecer también fue escuchado el móvil de la canciller, Angela Mekel. Algo inaceptable, considera Volker Wagener.

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Imagen: picture-alliance/dpa

Angela Merkel, ejemplo de autocontrol y maestra del discurso comedido, está a todas luces indignada. Los psicólogos dirían que ha perdido su tolerancia a la frustración. La elección de sus palabras la delata. Dijo que haber espiado su móvil es algo “totalmente inaceptable” y una “grave raición de la confianza” entre amigos.

La misma Angela Merkel solo hizo discretos comentarios cuando hace meses saltó el escándalo de las prácticas de espionaje de Estados Unidos. No se escuchó más que una petición a Washington para que aclarase los hechos. Hasta que al final, todo el asunto destapado espectacularmente por el ex funcionario del Servicio Secreto estadounidense Edward Snowden, terminó naufragando en la política cotidiana.

Una zona tabú

Pero ahora la canciller está indignada. Se podría decir que utiliza una vara de doble medida. Una para una masa anónima de miles de alemanes y otra para su propio móvil. Pero no; se trata de que se ha sobrepasado otra zona tabú. Como canciller, Angela Merkel es la responsable de la política alemana. Espiarla a ella equivale a un acto hostil. Pero esta vez no es el enemigo el que usa las armas de las escuchas telefónicas, sino el amigo. Y eso es lo delicado del asunto.

Volker Wagener.
Volker Wagener.Imagen: DW

El espionaje es probablemente la segunda profesión más antigua del mundo. Fue imprescindible durante la guerra fría y aparentemente continúan prosperando. Lo que ha cambiado es la dirección del remitente. ¿Para qué necesito enemigos si mis amigos desconfían de mí? Nadie se escandalizaría si Moscú o Pekín rastreasen nuestros planes políticos y económicos. Incluso lo aceptamos en silencio. Pero la actitud de Washington sí afecta las susceptibilidades de los alemanes.

Primero, porque espiar a los ciudadanos es incumplir con los dictados del estado de derecho. Precisamente por eso nos indignamos, por los altos parámetros sobre libertades civiles y protección de datos que hemos definido y legislado. En segundo lugar, Alemania es una de las mejores aliadas de EE.UU. y debería ser considerada como tal. Y para terminar, nuestra simpatía por Obama sirve desde hace meses como atenuante en lo referente al escándalo NSA. Y ahora: ¡El simpático Sr. Obama vigila el móvil de Merkel!

Espionaje sin medida

Un provocación así entre amigos significaría o el fin de la amistad -políticamente no conveniente- o la consiguiente bronca. Y nadie mejor que el amigo para hablar de temas difíciles y dar consejos delicados. En este caso, aconsejar a EE.UU. emprender finalmente una terapia contra la paranoia provocada por los atentados del 11 de septiembre de 2001. Lo más adecuado sería actuar con transparencia y hacer volver a su cauce al pulpo de la NSA, una institución que desde hace tiempo ha superado con creces las absurdidades que hizo la Stasi (policía secreta) comunista en Alemania del Este hasta 1989. Y eso ya es bastante decir.