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Donald Trump pone a Vladimir Putin en problemas

Konstantin Eggert
17 de octubre de 2019

Los críticos definieron la retirada de EE.UU. de Siria como un "regalo a Rusia". Sin embargo, este "presente" trae trampas que complican las relaciones rusas en Medio Oriente.

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Japan Osaka | G20 Gipfeltreffen - Donald Trump und Vladimir Putin
Imagen: pictura-alliance/dpa/Tass/M. Metzel

Como "un regalo a Rusia, Irán y el Estado Islámico" definió Brett McGurk la decisión de EE.UU. de retirar sus tropas de Siria. El estadounidense McGurk representó a su país en la Alianza Internacional en contra del terrorismo de ISIS. Renunció a finales de 2018 porque no estaba de acuerdo con la decisión de la Casa Blanca de retirarse de Siria. En cierto modo, McGurk tiene razón al decir que la decisión es un regalo, al menos en lo que respecta a Moscú.

La lucha contra Estados Unidos

Cuando el Presidente ruso, Vladimir Putin, envió tropas a Siria en Septiembre de 2015, él no quería solamente ayudar a Bashar al Asad. Putin quería también demostrar que podía detener la estrategia global de Estados Unidos que, a su juicio, consistía en derribar regímenes que no le son gratos. Asegurar la presencia militar rusa en el Mediterráneo oriental, probar un nuevo sistema de armas o demostrar a los pocos aliados que se puede confiar en Moscú, siempre tuvo una importancia secundaria.

Putin no batalló tanto en Siria, sino más bien con Washington. La resistencia del ex Presidente estadounidense Barack Obama a involucrarse directamente en el conflicto ayudó a que el líder ruso se estableciera con mayor libertad como mediador en Medio Oriente. Después de más de veinte años ausente, bajo el mando de Putin, Rusia regresó a la región. Por un lado, el repliegue de las tropas estadounidense del norte de Siria es una victoria para el Kremlin. Por otro, EE.UU. fue para Rusia un interlocutor externo en la región, donde pelean todos contra todos. 

Una complicada red de amistades

Aunque el régimen iraní es oficialmente el aliado más cercano de Moscú en Siria, desconfía profundamente del Kremlin. A Teherán no le agrada la estrecha relación que el mandatario ruso tiene con el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Los iraníes sospechan -con razón, en mi opinión- que Moscú no se interpondrá en el camino si Israel actúa militarmente contra Irán. Tampoco les gusta que, debido a la presencia de Putin en Siria, Asad pueda distanciase de Irán si le place.

A los israelíes, por su parte, no les gustan los vínculos de Rusia con Irán. Entre ellos, los acuerdos de armamento, la actitud pasiva de Moscú hacia el programa nueclear de Teherán y la defensa rusa de Irán en la escena internacional, en las Naciones Unidas.

Türkei Ankara PK Ruhani Erdogan und Putin
Vladimir Putin junto a dos de sus principales aliados, Recep Tayyip Erdogan y Hassan Rohaní, mandatarios de Turquía e Irán respectivamente.Imagen: Imago Images/Depo Photos

Hace un par de días, Arabia Saudita recibió al presidente ruso. El reino saudí considera que los contactos regulares con Moscú son un medio útil para lograr mayor independencia de Washington. Pero por el momento, los saudíes dependen en gran medida de Estados Unidos para su defensa.

Además, Arabia Saudita considera a Irán como un enemigo mortal. El príncipe saudí Mohammed bin Salmán corteja al Gobierno ruso en parte para intentar debilitar los lazos entre Moscú y Teherán. Putin, por su parte, está interesado en una relación con Riad debido a su gran influencia en la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Sin embargo, al Presidente ruso no le gusta la idea de tener que elegir entre saudíes e iraníes en caso de que estalle una guerra entre ellos.

Actualmente, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, es el socio más confiable de Rusia en la región. A Putin le agrada que bajo su mandato Turquía se haya convertido a los ojos de muchos en el miembro más débil de la OTAN. En julio, Erdogan mantuvo su decisión de comprar el sistema ruso de defensa antiaérea S-400, a pesar de que Washigton estaba en contra. No cabe duda de que Erdogan celebra el apoyo silencioso de Putin en su ataque contra los kurdos.

La salida podría ser difícil.

Finalmente también están los ciudadanos rusos, quienes están cansados de las aventuras de Putin en política exterior. El 55% de los rusos, cuyos ingresos reales han caído por quinto año consecutivo, quieren que el despliegue en Siria termine lo antes posible, según el Instituto Independiente de Investigación de Opinión Lewada-Zentrum.

Putin es consciente de los cambios en su país. Él se está preparando para una incierta transición política cuando termine su cuarto mandato como presidente en 2024, o antes. En estas circunstancias, parece ser una mejor idea declarar la victoria y dejar Siria, que conseguir varias alianzas en Medio Oriente, cada una de ellas arriesgada. ¿Pero qué sucederá con las bases navales rusas si en la región comienza una guerra?

Para Rusia fue fácil comprometerse en Medio Oriente hace cuatro años. A Putin le resultará mucho más difícil volver a salir de la zona, y al mismo tiempo, conservar sus éxitos. El "regalo" de Trump podría resultar complicado.

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