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Dos días con Diego Armando Maradona

Jörg Strohschein
26 de noviembre de 2020

Diego Armando Maradona jugó en una época en la que el fútbol aún no estaba globalizado, pero su reputación sí. Ver en vivo al astro del fútbol fue algo especial. Este es el homenaje muy personal de un admirador alemán.

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Champions League | FC Bayern München v SC Neapel 1989 - Diego Maradona
Imagen: Rauchensteiner/Augenklick/picture alliance

Una ligera neblina rodeaba el frío suelo del estadio de Weser, en la ciudad alemana de Bremen. Era un 6 de diciembre y sentía que el frío subía lentamente por mis piernas. Allí estaba Diego Armando Maradona. El Nápoles fue invitado por el Werder Bremen a la Copa de la UEFA. Para ver un jugador así, el ídolo de tantos niños y jóvenes con grandes sueños futbolísticos, ninguna distancia era demasiado grande y ninguna temperatura demasiado baja. Simplemente tenía que estar allí.

En 1989, en una época en la que no todos los partidos del mundo se transmitían en directo por un canal de televisión de pago y la Liga de Campeones no enviaba a los mismos equipos por toda Europa todos los años, esas tardes seguían siendo extraordinarias para mí y todos los demás aficionados al fútbol. De hecho, la información sobre Maradona solo podía obtenerse a través de los periódicos nacionales o la famosa revista "Kicker". Con suerte, una vez transmitieron un reportaje sobre el fútbol italiano y sus estrellas en el informe deportivo de la cadena ZDF. Eso fue todo. El fútbol aún no estaba globalizado, pero la reputación de Maradona sí.

Uli Borowka contra Maradona

Y, en realidad, debería estar molesto con el jugador alemán Uli Borowka. El duro defensor se enfrentó al artista argentino del balón durante los 90 minutos de esa fría noche. Jadeaba detrás de Maradona, interrumpiéndolo cada vez que cogía la pelota, golpeándolo sin piedad. Cualquiera que recuerde muchas jugadas sucias y la dureza del fútbol profesional de aquellos tiempos se estremecerá al recordar esa experiencia. Maradona se rindió en algún momento, el Werder ganó 5-1 y pasó a la siguiente ronda.   

En realidad, Maradona solo pudo demostrar sus extraordinarias habilidades con el balón durante el precalentamiento. Mientras sus compañeros calentaban seriamente, Maradona prefería hacer malabares con la pelota como si fuera lo más fácil del mundo. La pelota era su amiga y hacía exactamente lo que él quería. Todo parecía tan ligero y sencillo. Sus malabares eran reconocidos y amados por todos. Probablemente, los ojos de todos los presentes en el estadio se dirigían solo a él, incluso antes del partido.

El hincha argentino

Jörg Strohschein
Jörg Strohschein, periodista de DW.

Todo el mundo ya había podido ver al "Pibe de Oro" en la televisión durante el Mundial de México de 1986, ya que ganó el torneo casi en solitario para su país. Sus compañeros de equipo estaban, en realidad, solo de adorno. Yo no hacía barra por Argentina, pero sí por esta joven maravilla. Su gol en cuartos de final contra Inglaterra para poner el 2-0, cuando burló a casi todo el equipo con la ligereza de una pluma y una arrogancia resonante, sigue siendo para mí el gol más espectacular de la historia del fútbol.

Desde entonces, Maradona ha jugado un papel en mi vida. Por ejemplo, en la Copa del Mundo de 1990, cuando Maradona fue derrotado por el equipo alemán en la final. Tuvo momentos grandiosos en la liga europea, fue noticia cuando se enfrentó a la mafia Camorra en Nápoles. Pero en algún momento nuestros caminos tomaron rumbos distintos. Hasta que nos volvimos a encontrar en el verano de 2006, durante el Mundial de Alemania, en el estadio de Gelsenkirchen, en el partido entre Argentina y Serbia y Montenegro. Un Maradona mucho más pesado y marcado por la buena vida, pero aún dotado de ese aura, celebró el 6-0 de los gauchos como un verdadero hincha en las gradas, con tanto entusiasmo como si fuese el título de la Copa del Mundo. Pude ver su entusiasmo y me alegré con él. Luego, Argentina perdió contra Alemania en los cuartos de final.

Las debilidades encubiertas

Pude ignorar las escapadas de Maradona, sus fiestas o su comportamiento extrovertido y desenfrenado, con el que, fuera de las canchas, en algún momento daba que hablar. Simplemente me alegro de haberlo visto jugar en vivo y en directo. Mis recuerdos de este excepcional jugador siempre ocultaron las debilidades humanas que el propio Maradona no quería ocultar. Ahora, Maradona hará malabares con el balón en otro lugar. Y los demás volverán a sorprenderse de nuevo. Como yo, en el estadio de Weser.