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Economía para la paz, más redituable que la guerra

25 de octubre de 2017

¿Sería el mundo más rico si dejara de prepararse para la guerra e invirtiera en la paz? DW le preguntó a un investigador del Instituto de Economía y Paz. La respuesta, expresada en dólares, es sorprendente.

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Türkei Militärübung nahe Habur
Imagen: picture-alliance/AA/F. Aktas

DW: ¿Cuánto cuestan al año la guerra y la violencia armada?

Talia Hagerty: Hemos cuantificado el impacto económico de la violencia en la economía global. Lo que descubrimos es que en 2016 los costes directos e indirectos de la violencia sumaron 14,3 billones de dólares (12,2 billones de euros) en paridad de poder adquisitivo, incluyendo los efectos multiplicadores.

Este número incluye no solo los costos de la guerra, sino también de otras formas de violencia, como el terrorismo, los homicidios y los crímenes violentos.

Talia Hagerty vom IEP
Talia Hagerty, investigadora del Instituto de Economía y Paz de Sídney.Imagen: IEP

¿Cómo calculan los costos de la guerra?

Cuando un soldado es herido en la guerra, hay costos directos, como su asistencia médica, y otros indirectos, como la pérdida de su salario de toda la vida si queda con alguna discapacidad. Pero hay otras cosas. Supongamos que cuesta 100.000 dólares tratar a un soldado herido, que pierde cinco años de salarios por no poder trabajar, sumando así otros 250.000 dólares. Ese no es el costo total, porque el dinero podría haberse gastado en algo productivo, algo con valor añadido.

Cuando se fabrica una bomba, en el mejor de los casos nunca llegará a usarse. En el peor caso, si llega a utilizarse, destruirá vidas humanas o capital físico, o probablemente ambos.

Comparemos la fabricación de ordenadores y de armas de fuego, y preguntémonos cuál tiene más sentido en términos económicos.

¿Pero no es la guerra, o la amenaza de guerra, buena para las economías de países como Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia u otros países que tienen grandes ejércitos y exportan muchas armas?

¿Es bueno para estos países? No. ¿Quizás podría ser lucrativo para algunas empresas? Sin duda. Pero eso es solo parte de la cuestión. Estas economías nacionales que has mencionado prosperan en un contexto de comercio globalizado. El impacto económico de la violencia en la economía global excede por mucho el de la crisis financiera global de 2008, por ejemplo.

Por tanto, si queremos tener países prósperos en un mundo globalizado, ello implica que tenemos que medir la economía de cada uno de estos estados y mirar la imagen completa, no solo medir la prosperidad de países por separado o de sectores concretos, como el de las compañías fabricantes de armas.

Sin embargo, ¿no genera el gasto militar una innovación tecnológica enormemente valiosa? Por ejemplo, los transistores e internet son ambos resultado de la financiación de DARPA, la agencia de investigación avanzada en defensa de EE.UU. Y los alemanes lograron un progreso extraordinario en artefactos como los motores a reacción o los cohetes durante los seis años de ofensivas entre 1939 y 1945. La urgencia de la guerra, o la competición bélica, parece estimular una alta creatividad y resultados en términos tecnológicos, lo cual también tiene una dimensión económica.

Por supuesto. No se puede negar que un gran número de avances tecnológicos han venido de presiones militares. Pero creo que lo que usted observa aquí es que organizar a las personas en torno a un objetivo común tiene como resultado que se puedan lograr cosas sorprendentes. En consecuencia, ¿deberíamos invertir dinero en investigación? Claro que deberíamos. ¿Pero tiene que ser una investigación militar?

Además, de hecho, estos progresos también se lograron gracias a unos grandes niveles de paz positiva, no a pesar de ellos.

¿Paz positiva? ¿Qué es eso?

La paz positiva son las actitudes, las instituciones y las estructuras que sostienen a las sociedades internamente pacíficas y que crean ambientes óptimos para que el potencial humano florezca.

Hemos identificado ocho factores principales que están estadísticamente asociados con la ausencia de violencia y un alto nivel de paz interna en un país: un gobierno que funciona bien, una distribución equitativa de los recursos, un flujo libre de la información, buenas relaciones con los vecinos, altos niveles de capital humano (lo cual aumenta la esperanza de vida y aumenta la alfabetización), la aceptación de los derechos de los otros, bajos niveles de corrupción y un buen entorno para los negocios.

Es una combinación de factores que contribuyen a una seguridad humana básica, a una diversidad productiva y a la justicia. Y por diversidad productiva no quiero decir que "toleremos” la diversidad, sino que la abrazamos y nos comprometemos a aunar perspectivas diversas y a generar resultados positivos.

¿Cómo se relaciona todo esto con la Guerra Fría y con las innovadoras tecnologías que nacieron en este período?

Los progresos tecnológicos, que resultaron en la creación de internet, no tuvieron lugar sin los altos niveles de capital humano, por ejemplo.

Pero sí que estaba la presión de la Guerra Fría y la amenaza de aniquilación mutua entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

Sí. Pero los errores del pasado no tienen por qué definir el futuro. En una interpretación generosa, durante la Guerra Fría la gente lo hizo lo mejor que pudo con la información y las narrativas que tenían en aquel momento. Pero el estudio de la economía de la paz solo acaba de empezar.

Si abordamos este asunto desde otra perspectiva, vemos cómo estos avances extraordinarios se alcanzaron en un contexto de movilización para la paz y la prosperidad, en lugar de movilización para la guerra.

Talia Hagerty es investigadora del Instituto de Economía y Paz, con sede en Sídney (Australia), un centro de pensamiento dedicado a desarrollar métricas para analizar la paz y cuantificar sus beneficios económicos.

Autor: Nils Zimmermann (EAL/CP)