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“El ascenso del populismo ha erigido nuevos raseros”

Kersten Knipp
19 de mayo de 2019

"Los partidos populistas han cambiado la cultura política", asegura el politólogo Konstantin Vössing en entrevista con Deutsche Welle. "A menudo, los populistas buscan romper las reglas de forma estratégica".

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Imagen: picture-alliance/dpa/APA

DW: El vicecanciller austríaco, Heinz-Christian Strache,dimitióayer (18.05.2019) como respuesta a losfragmentos de video con cámara ocultaen los que aparece conversando con una presunta pariente de un oligarca ruso.  ¿Cómo valora usted esta decisión?

Konstantin Vössing: El escándalo ha tenido consecuencias, porque Strache ha dimitido. Su reacción no es algo que daba por hecho, ya que en los últimos años observamos una transformación en los comportamientos políticos. En la fase clásica de la política europea de posguerra, el comportamiento de prácticamente todos los políticos obedecía a determinadas reglas informales que se esperaba de ellos. Los escándalos, aunque fueran irrelevantes en términos legales, tenían consecuencias negativas para las personas afectadas, ya sea en lo referente a su reputación o a los resultados electorales. Los políticos, o dimitían o soportaban en silencio la situación, aun heridos de consideración. En cualquier caso, recibían un castigo. Pero eso ha cambiado radicalmente.

¿En qué sentido?

El ascenso de los populistas de derechas en Europa y en Estados Unidos ha erigido nuevos raseros. El caso de Donald Trump lo demuestra claramente: ha sobrevivido a una serie de escándalos porque no se atiene a esas reglas informales. No solo se niega a dimitir, sino que sabe que su negativa refuerza su imagen ante su electorado. Y utiliza esa negativa de manera comunicativa, con el  fin de presentarse como alguien que resiste ante un sistema que se conjura contra él y contra el pueblo. Eso es romper las reglas. Los  populistas de derechas, esa parece al menos la tendencia, no se echan hacia atrás a la hora de romperlas.  Pero en Austria ha sucedido algo diferente: aparentemente, los políticos del partido de extrema derecha FPÖ, con Strache a la cabeza, no han sido lo suficientemente cínicos como para utilizar el escándalo para su propio beneficio.

Konstantin Vössing, Politikwissenschaftler Humboldt-Universität zu Berlin
Konstantin Vössing es politólogo y profesor en la City University de Londres. Es experto en mecanismos de movilización política y formación de preferencias políticas. Imagen: privat

¿Qué nos dice de la cultura política actual esta ruptura de reglas que usted menciona?

Los populistas de derechas empujan los límites de lo que no es aceptable. La gran pregunta es si los partidos establecidos, que hasta ahora se han atenido a las reglas informales clásicas, adoptarán o no el cinismo de sus contrincantes populistas. Si lo hicieran, tendría consecuencias terribles para los valores democráticos. Ello les conduciría  a un lento proceso de desmoronamiento. 

Lo cierto es que sería de esperar que los hechos se impusieran al cinismo. Su evidencia debiera doblegar incluso al más contumaz político. 

Hay que distinguir entre hechos y argumentos. Ambos se pueden manipular. Más a menudo que los hechos, suelen manipularse los argumentos. Por ejemplo, un político podría afirmar que la introducción de un impuesto europeo conduce a una mayor justicia social. Argumentos de este tipo no son fáciles de demostrar y a veces ni siquiera los propios políticos están seguros de si son ciertos. En ese sentido, ellos también se dejan manipular. Eso quiere decir que cuando los ciudadanos llegan a la conclusión de que los políticos no ofrecen argumentos plausibles, desaparece su confianza en el proceso político. En otras palabras: manejarse con argumentos frívolos tiene consecuencias negativas para la democracia.

¿Se diferencian entre sí los propios votantes en cuanto a su receptividad hacia tales maniobras?

Hay una cosa llamativa: los ciudadanos menos interesados en política reaccionan con más sensibilidad ante los argumentos dudosos que aquellos que tienen mayor interés en política. Estos últimos tienen una mayor unión con un partido, se identifican con un partido. Por eso tienden a aceptar los argumentos de este partido, aunque a veces sean pobres o dudosos. Pueden tener la difusa sensación de que no son argumentos concluyentes, pero se autoconvencen de su plausibilidad porque se identifican con el partido del político que los esgrime. Eso es algo que también nos enseña sobre el funcionamiento de la retórica populista.

(ms/ct)

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