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El “Divorcio de terciopelo” cumple un cuarto de siglo

1 de enero de 2018

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Trennung der Tschechoslowakei - Vaclav Klaus und Vladimir Meciar
Los gestores de la separación, Václav Klaus (izq.) y Vladimir Meciar.Imagen: picture alliance/dpa/S Jansen/K. Lenz/

Checoslovaquia desapareció el primero de enero de 1993, en lo que se conoce como el "Divorcio de terciopelo”, decidido de forma amistosa por los líderes checos y eslovacos, pero sin consultar a la población. Por razones de lengua, historia y cultura, los dos países siguen hoy, 25 años después, muy unidos dentro de una nueva casa común, la Unión Europea (UE), a la que pertenecen desde 2004. Tras la modélica transición del comunismo a la democracia en 1989, conocida como la "Revolución de terciopelo”, salieron a la luz tensiones sofocadas bajo la dictadura, como un creciente nacionalismo eslovaco, crítico con el "centralismo” y la "arrogancia” de Praga, la capital federal.

La unión de Bohemia y Moravia con Eslovaquia se había mantenido desde 1918 –salvo durante la Segunda Guerra Mundial–, pero la convivencia dentro de la federación no despertaba gran entusiasmo. Eslovaquia, que siempre había sido menos desarrollada, criticaba que la parte checa de la federación acaparaba la mayor parte de las inversiones, entre otros agravios, mientras que los checos se quejaban de las transferencias a sus vecinos pobres. Tras el fin del comunismo se barajaron distintas fórmulas para gestionar el Estado común, con los eslovacos demandando una confederación y los checos apostando por una unión más estrecha.

Importantes diferencias

Pese a la cercanía de la lengua y la cultura, existen importantes diferencias: mientras que Bohemia y Moravia son urbanas, laicas y liberales, Eslovaquia es más conservadora, rural y el catolicismo es parte de la identidad nacional. Al final, las aspiraciones nacionales eslovacas llevaron a la división con una declaración de independencia del Parlamento de Eslovaquia el 17 de julio de 1992, acogiéndose al derecho de autodeterminación del preámbulo de la Carta Magna de 1990.

Los dos gestores de la separación, el economista neoliberal Václav Klaus, primer ministro del Gobierno checo, y el abogado ultranacionalista Vladimir Meciar, al frente del Ejecutivo eslovaco, acordaron el reparto del patrimonio federal en menos de seis meses. Los bienes del disuelto Estado se repartieron con un cálculo de 2 por 1 en favor de los checos, ya que Chequia cuenta con 10,5 millones de habitantes y Eslovaquia con solo 5,5 millones. Incluso el antiguo himno estatal se dividió: la primera parte para los checos y la segunda para los eslovacos.

Una separación amistosa

La división se produjo de forma amistosa y sin violencia, a diferencia de las guerras vividas en la antigua Yugoslavia. Pero como suele ocurrir también en los divorcios entre parejas, no se consultó a los "niños", en este caso, a la ciudadanía, que en ningún momento llegó a apoyar mayoritariamente la separación. Una petición ciudadana reunió incluso 2,5 millones de firmas para exigir un referendo, aunque tampoco hubo protestas para impedir la división. Con los dos países hoy en la OTAN y la UE, y unas cifras de crecimiento económico y empleo envidiables, algunos se acuerdan sin embargo de que el inicio del camino en solitario no fue fácil, sobre todo para Eslovaquia.

El "padre de la nación eslovaca”, Vladimir Meciar, emprendió en los primeros años de la independencia un camino autoritario, que aisló y alejó al país de la integración europea. Sólo tras la llegada al poder en 1998 del liberal conservador Mikulas Dzurinda, Eslovaquia emprendió una frenética carrera de reformas que permitieron su entrada en la UE el mismo año que la vecina República Checa. Si bien al inicio de la separación los checos estaban muy por delante de los eslovacos en cuanto a bienestar económico, las diferencias se han reducido sustancialmente.

El PIB per capita de la República Checa alcanzó en 2017 un 90 % de la media comunitaria, no mucho más que el de Eslovaquia, con el 78 %, según datos de la Comisión Europea. En un encuentro a mediados de diciembre en Praga, tanto Klaus como Meciar justificaron la separación de 1993 como "inevitable". Klaus destacó que el divorcio "checo-eslovaco" fue "ejemplar". "En ningún momento caímos en rencillas y sabíamos que era necesario ceder y hacer compromisos. El desarrollo de estos 25 años nos ha dado la razón", aseguró el expresidente checo. Meciar, por su parte, agregó que "hoy por hoy no hay en Europa dos estados que se sientan tan cercanos". (EFE)