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El partido de la diversión

20 de septiembre de 2002

Durante más de cuatro décadas el Partido Demócrata Liberal FDP, fue la indiscutible tercera fuerza política en Alemania, pero desde la salida de sus grandes figuras, el partido lucha por encontrar una nueva identidad.

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Juergen Moellemann, izquierda y Guido Westerwelle derecha, durante la campaña electoral.Imagen: AP

En el escenario político alemán el pequeño partido liberal, ha tenido una influencia mucho mayor a su tamaño. Ha gobernado en coalición con alguno de los dos grandes partidos alemanes, de forma casi ininterrumpida desde los años cincuenta hasta 1988, cuando fue derrotada la coalición con la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU) y su hermana bávara Unión Social Cristiana, (CSU). Los liberales apenas si alcanzaron el 7% de los votos y una serie de derrotas a nivel regional durante los años siguientes estuvieron a punto de borrarlo del escenario político alemán.

A la caza de indecisos

Todas sus esperanzas están puestas en su líder, Guido Westerwelle, electo presidente del partido en mayo del año pasado. Westerwelle, un joven abogado de gran desenvoltura y elocuencia en la arena política, tiene el aspecto de niño listo que tiene respuestas para todo. Desde su ingreso a las filas de los liberales en 1980, a la edad de 19 años, ha ascendido con una gran rapidez. Con la misma velocidad se ha dedicado, durante la campaña electoral, a recorrer a lo largo y ancho el país a bordo de su ‘Guido-móvil’, una descomunal casa rodante pintada de azul y amarillo, los colores del partido, para convencer a votantes indecisos. La ofensiva incluyó una presencia en internet sin precedentes y una emisión de un programa radiofónico llamado ‘Radio Westerwelle’ a través de la red.

El poder a toda costa

Los liberales alemanes aspiran nuevamente a conquistar el poder y eso, tal parece, cueste lo que cueste. Westerwelle, de 41 años, quien ha logrado devolver la confianza a su partido, ha dejado abiertas intencionalmente las opciones de pacto hasta después de las elecciones del 22 de septiembre. Motor y obstáculo de este nuevo impulso es la controvertida figura de Juergen Moellemann, vicepresidente del partido, cuyo estilo provocativo e incendiario ha causado más daños que beneficios. Conmoción provocaron sus ataques contra el vicepresidente del Consejo Central de los Judíos, Michel Friedman, en un país que vive aún con la sombra de los seis millones de judíos aniquilados por el nazismo.

Una provocación confusa

Con la ofensiva militar israelí en los territorios palestinos como telón de fondo, Moellemann declaró que Ariel Scharon con su política y Friedman con su arrogancia, fomentaban sentimientos antisemitas. Westerwelle pidió disculpas a la comunidad judía y públicamente también se distanció de Moellemann. Éste aguantó el chaparrón sabiendo que no saldría mojado, pues perder su cabeza hubiera supuesto al FDP prescindir de su hombre en Renania del Norte Westfalia, el ‘land’ más poblado de Alemania y donde los liberales avanzan con más claridad.

La meta del 18%

Fue idea de Moellemann proclamar la meta de lograr un 18% de los votos en las próximas elecciones, un objetivo más utópico que realista. El récord de los liberales fue el 13% de los votos y data de 1961. El liberalismo del FDP se remonta a la tradición liberal del siglo XIX. En 1956, en coalición con cristiano demócratas, el partido adoptó un perfil de centro. Hasta 1960 incluso tuvo una tendencia de izquierda liberal. En 1969 fue socio de coalición de los socialdemócratas, el SPD de Willy Brandt, con quien compartió el concepto del estado social y de la política de distensión entre este y oeste. Entre sus filas surgieron algunas sobresalientes figuras de la política alemana, como los presidentes Theodor Heuss y Walter Scheel y posteriormente Hans Dietriech Genscher, Ministro del Exterior durante 18 años.

Falta de figuras

En 1982, el FDP volvió a girar a la derecha. Willy Brandt dimitió por un voto de censura y el FDP formó coalición con los cristianos conservadores de Helmut Kohl. La corriente de izquierda perdieron más su influencia. La única figura que todavía brillaba era Hans Dietriech Genscher, titular del Exterior y arquitecto de la reunificación alemana. La retirada de Genscher así como del ministro de Economía, Otto Graf Lambsdorff, del escenario político, dejaron un gran vacío en el partido, cayendo en picada en influencia y votos. Actualmente el FDP está presente en 8 de los 16 gobiernos regionales, en cinco de ellos gobierna en coalición.

Por su débil identidad y su búsqueda de votos a toda costa, el partido es llamado ‘veleta’ y últimamente, bajo su líder, el joven y yuppie Westerwelle, es llamado ‘el partido de la diversión’.

Los liberales siguen siendo un reducto de los profesionales de clase media y alta, de los alemanes de altos ingresos. Westerwelle, igual que sus antecesores, pugna por una sociedad alemana con menos control estatal, menos burocracia y menos impuestos. El FDP es el partido más grande de los tres pequeños alemanes, por delante de Los Verdes y los ex comunistas del este de Alemania, PDS. La oportunidad de volver al poder esta al alcance.