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El verdadero rostro de la crisis

26 de abril de 2009

Las dimensiones auténticas de la crisis financiera internacional se presentan en los países en vías de desarrollo y no en los más acaudalados, dice Karl Zawadzky.

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"Cuando los ricos comen menos, los pobres se mueren de hambre“. Esta frase del escritor francés Alphonse Allais podría aplicarse a las consecuencias de la crisis económica y financiera actual en los países industrializados y en los que se encuentran en vías de desarrollo. En aquellas naciones que pese a la crisis gozan de riqueza, el desempleo crece y afecta negativamente a quienes lo padecen. Pero de uno u otro modo los ciudadanos son apoyados por estructuras sociales funcionales.

Mucho peor es la situación en los países en desarrollo, en los cuales las cifras de paro crecen con mayor intensidad y en las cuales no existen mecanismos de protección social. Según el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, hasta 90 millones de personas más entrarán a los niveles de pobreza extrema. La cifra de los afectados por la hambruna podría rebasar los mil millones.

Las cifras engañan

A causa de la crisis global, el crecimiento económico se desplomó dramáticamente en 94 de los 116 países considerados en vías de desarrollo o incluidos dentro de las potencias emergentes. El promedio estadístico no se vería tan mal desde esta perspectiva, pero tan sólo refleja una parte de la realidad. Tras el crecimiento económico de 8,1 por ciento en 2006 y 2007, el llamado Tercer Mundo alcanzará este año apenas un nivel de 1,6 por ciento.

Esta cifra, además, toma en cuenta a las enormes economías nacionales de China y la India como parte del Tercer Mundo. Pero incluso en estos dos países se han acabado los tiempos del crecimiento económico de dos dígitos (aunque pese a la crisis ambas economías registran niveles que las naciones industrializadas solamente hubieran podido soñar, incluso en los tiempos del boom económico).

Debido a los altos niveles de incremento poblacional, un crecimiento de cuatro a seis por ciento es poco para China o la India, que con tal expansión no es capaz de sacar de la pobreza a un número significativo de personas.

En muchos otros países en desarrollo, sobre todo en la África subsahariana, el mayor problema no es la falta de crecimiento económico sino la pérdida masiva de capacidad económica. El Tercer Mundo se ve sometido a gran presión, que viene de puntos distintos. Un ejemplo: para financiar el salvataje de los bancos o sus propios paquetes coyunturales, los países industrializados recaban grandes sumas de los mercados internacionales, en forma de créditos o préstamos.

Esto reduce las posibilidades de financiación para los países en desarrollo. A ello se suma el hecho de que los inversionistas privados retiran sus capitales de los países no desarrollados pues no confían en que éstos ofrezcan posibilidades a largo plazo; o bien, porque necesitan el dinero en sus propios confines.

Bajos precios, poca demanda

Por si esto fuera poco, la crisis ha ocasionado que muchos exportadores de materia prima en los países en desarrollo se enfrenten a caídas de precio y producción. Por último, muchos emigrantes pierden sus trabajos, lo que causa reducción en las remesas a familiares.

La crisis global fue causada por un manejo deficiente del mercado y del Estado en los países industrializados en el ámbito de las finanzas internacionales. Aunque con alguna tardanza, las ondas expansivas han alcanzado al Tercer Mundo. En éste cunde ahora la amenaza no sólo de bancarrota en el sistema bancario, sino también de que ocurra una catástrofe humanitaria que afecte a millones de personas.

Las Naciones unidas no alcanzarán su ambiciosa meta de reducir a la mitad la pobreza en el mundo. La hambruna, las enfermedades y la mortalidad infantil no seguirán decreciendo sino que volverán a incrementarse. Sólo con grandes esfuerzos de los países industrializados será posible aminorar estos efectos.

Se necesita más ayuda al desarrollo. Pero sobre todo es importante que los países ricos abran más sus mercados a los productos de las naciones en desarrollo. Éste sería el mejor camino para impedir que la pobreza extrema se siga apoderando del Tercer Mundo.


Autor: Karl Zawadzky

Editor: José Ospina