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¿En el plato o en la basura?

Anne-Sophie Brändlin /JAG25 de octubre de 2013

Hasta la tercera parte de los alimentos acaba cada año en la basura. Una mala costumbre que no sólo perjudica al medio ambiente, sino también al bolsillo.

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Imagen: DW/A. Trajkovska

Según un estudio realizado en Gran Bretaña, una familia promedio bota anualmente alimentos por valor de más de 800 euros a la basura. A escala mundial, el desperdicio de alimentos no consumidos supone un gran reto que hay que tratar a todos los niveles, dice Divine Nije, de la Organización de Alimentación y Agricultura de Naciones Unidas (FAO).

“Lo primero que hay que hacer es concienciar a la gente de que desperdiciar alimentos es un problema. Es decir, hay que empezar por los consumidores”, dice Divine Nije en conversación con DW. Para ello, la FAO recomienda ciertas prácticas como poner porciones pequeñas en los platos, recuperar restos, realizar compras planificadas a largo plazo o donar comida a los necesitados.

Sin embargo, no sólo los consumidores son los culpables del problema, aclara Nije. También otros actores de la cadena de producción alimentaria, como gobiernos y organizaciones internacionales, tienen que cambiar su actitud frente a los alimentos.

Por ejemplo, muchas políticas agrarias imponen que los agricultores produzcan más de lo que se necesita, aclara Nije. “Además, nuestra tecnología no es eficiente y eso también es parte del problema”, añade, aludiendo a la falta de medios en la cadena de producción destinados a reducir pérdidas, como los sistemas de conservación para prolongar el ciclo de vida de los alimentos.

Convertir basura en energía

Para la empresa alemana ReFood, el camino está claro y ya encontró su forma ecológica para recuperar alimentos. Restos de comida originados por la industria alimentaria, supermercados y restaurantes, son recogidos por esta empresa para ser convertidos en energía.

En Alemania, las empresas que trabajan con alimentos están obligadas legalmente a eliminarlos, dice Nicolas Boy, de la empresa ReFood: “Los restos no se pueden tirar simplemente al basurero. La comida se pudriría allí y produciría gas metano”.

Por eso es mejor reciclarlos, cree ReFood. A partir de papas y zanahorias se puede conseguir biodiesel o biogas. “Es un proceso complicado que requiere mucha planificación”, dice Boy. “Hay que triturar y seleccionar la basura. Posteriormente se calienta hasta 70 grados para eliminar gérmenes y después es enviada a centrales de biogas y biomasa”. Aun así, el esfuerzo merece la pena: además de la energía producida, de los restos también se puede extraer abono para los agricultores.

Problema en la economía familiar

Un procedimiento tan sensato y sostenible sólo puede ser implantado con desperdicios alimentarios del gran comercio. Los hogares están excluidos y precisamente en estos últimos es donde se tira la mayoría de los alimentos. “Hay que cambiar todo el sistema”, dice Boy: “La basura alimentaria de los hogares solo se podrá reducir cuando se apruebe una ley para reciclar los alimentos. Será muy caro y precisará mucha organización”.

Alemania es el primer país europeo que obliga a los productores comerciales a reciclar los alimentos. Francia siguió el ejemplo alemán y desde 2012 también cuenta con una ley similar. Aun así, todavía queda concienciar al resto de Europa. Es necesario alertar sobre el problema y encontrar nuevos caminos para eliminar la basura alimentaria, opinan los expertos. En principio no es tan difícil actuar contra el desperdicio de alimentos, dice Divine Nije: “Estamos hablando de comida. Y esa comida que tiramos puede ser utilizada en otro sitio para combatir el hambre”.