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Nicaragua luchan contra las inundaciones y la sequía

Lise Josefsen Hermann
11 de junio de 2019

En el Corredor Seco Centroamericano, las comunidades se enfrentan a condiciones meteorológicas cada vez más extremas. En Nicaragua, el país más pobre de la región, los pequeños agricultores luchan por la supervivencia.

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La vida rural nicaragüense bajo el signo del cambio climático (Manuel Esquivel Urbina)
Imagen: Manuel Esquivel Urbina

El aire es seco y el calor intenso en el pueblo de La Grecia, al noroeste de Nicaragua. La temperatura es un poco más fresca dentro de la modesta casa de ladrillo rojo, donde Blanca Landero Betarco muestra su pequeña cosecha de frijoles rojos.

La mujer de 60 años vive de la agricultura de subsistencia, al igual que lo hicieron sus padres, y anteriormente sus abuelos, cultivando frijoles, arroz, maíz y trigo. Pero en los últimos años el país ya no produce lo necesario para vivir.

"No sé cuántos años más podré sobrevivir en esta tierra, en estas condiciones, quién sabe, puede que acabe muriéndome de hambre”, Landero Betarco en entrevista con DW. "Eso es lo que esta tierra podría depararnos: la muerte”, anuncia.

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La Grecia se encuentra en la región de Chinandega y forma parte del Corredor Seco Centroamericano, una franja de territorio que se extiende a lo largo de la costa del Pacífico de América Central, a través de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.

Cuando El Niño la azotó entre 2014 y 2016, la sequía causó enormes pérdidas de cosechas a lo largo de todo el Corredor Seco. Landero Betarco y su familia lograron sobrevivir con el poco dinero que dos de sus cuatro hijos ganaron trabajando en una fábrica local, pero el hambre se convirtió en una realidad cotidiana.

Nicaragua: la vida rural bajo el signo del cambio climático
Hace diez años, llovía el doble de días al año que hoy. Imagen: Manuel Esquivel Urbina

"Perdimos todo durante esos años, toda nuestra cosecha de frijoles, arroz y maíz”, cuenta. "A veces nos saltábamos una o dos comidas para que los alimentos duraran más. No sé cómo nos las arreglamos para sobrevivir”, explica. Para algunos, la vida en la aldea se volvió insostenible. "Hubo quien murió de hambre y quien adelgazó mucho”, dice. "Esos años fueron muy duros. Mucha gente tuvo que emigrar a Costa Rica, Panamá y España”, cuenta.

Migración nicaragüense

En 2016, según la ONG local, Centro Humboldt, en Nicaragua se perdieron el 90 por ciento de las cosechas de maíz y el 60 por ciento de las de frijol. Otra ONG, Germanwatch, mientras tanto, clasifica a Nicaragua entre los países más vulnerables al cambio climático. Las precipitaciones en el país más pobre de América Central son cada vez más irregulares.

"Las condiciones para la producción agrícola en el Corredor Seco ya no son adecuadas debido al cambio climático”, dice Víctor Campos, director del Centro Humboldt. "Eso conduce a una escasez de alimentos, y si no hay otro tipo de ingresos disponibles para las familias, finalmente a la hambruna”.

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Según ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, más de 55.500 personas han huido de Nicaragua hacia la vecina Costa Rica durante el último año. Los disturbios políticos son citados como la principal causa de la migración, pero el cambio climático es cada vez más reconocido por organizaciones internacionales como las Naciones Unidas como un factor de fuga en América Central.

La vida rural nicaragüense bajo el signo del cambio climático
Blanca Landero Betarco ha tenido dificultades para mantener su ganado y sus cultivos debido a la escasez de agua potable.Imagen: Manuel Esquivel Urbina

Tania Guillén, científica nicaragüense del Centro de Servicios Climáticos de Alemania, también ve una relación entre la pérdida de cosechas de los pequeños agricultores y la migración. La crisis alimentaria podría ser "un factor decisivo para que la gente se vea obligada a emigrar a otros países”.

Apoyo con transferencias bancarias extranjeras

El hijo de 25 años de Landero Betarco, Norlan Alberto Martínez Silvia, también abandonó su casa debido a la prolongada sequía extrema. No veía futuro para sí mismo en Nicaragua. Ahora trabaja como guardia de seguridad en una escuela privada en Cartago, no lejos de San José, la capital de Costa Rica. Su turno de noche termina a las seis de la mañana. "Vine a Costa Rica en busca de mejores condiciones económicas. Antes trabajaba con mi madre, pero eso no nos permitía ganar lo suficiente para alimentarnos bien”, cuenta. 

Ahora puede contribuir más a los ingresos de su familia. Su salario en la planta procesadora de alimentos era de unos 177 euros (200 dólares) al mes. En Costa Rica gana 532 euros (600 dólares) y envía la mitad a su madre. Para Landero Betarco fue dura la marcha de su hijo, pero el dinero que le transfiere cada mes es esencial: "me envía dinero para poder sobrevivir”.

Luchando por adaptarse

El Corredor Seco tocó fondo con El Niño, pero los años posteriores tampoco fueron fáciles. Las últimas investigaciones del Centro Humboldt indican que las temperaturas están aumentando y es probable que lleguen a niveles extremos con una frecuencia cada vez mayor.

Landero Betarco puede confirmarlo. Sus dos últimas cosechas apenas han sido mejores que las de 2016. Teme que los daños ambientales puedan ser permanentes: "Antes teníamos un gran y hermoso río en Chinandega. Pero hoy ya no hay río, sino más bien un charco”. Además, la escasez de agua potable le dificulta cada vez más el cuidado de sus animales.

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Nicaragua: la vida rural bajo el signo del cambio climático
El cultivo de frijoles, arroz, maíz y trigo se ha vuelto difícil de planificar debido a las frecuentes sequías e inundaciones. Imagen: Manuel Esquivel Urbina

A pesar de los ríos casi secos, las inundaciones son cada vez más frecuentes en todo el Corredor Seco. Hace diez años, llovía el doble de días al año que hoy. Pero el exceso de precipitaciones en un corto período de tiempo es un problema importante. En mayo de este año, por ejemplo, en tan solo cinco días llovió tanto como en todo un año. Como consecuencia, es muy probable que se pierda la primera cosecha del año, según los expertos de Centro Humboldt.

Esta incertidumbre es uno de los mayores desafíos para los pequeños agricultores como Landero Betarco. No pueden planificar cuándo sembrar, ya que las plantas no pueden prosperar en suelos demasiado áridos o húmedos. "El cambio climático ha afectado gravemente a nuestra producción. Hoy está lloviendo, pero mañana no. Y luego hace demasiado calor”.

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Blanca Landero Betarco ha medido los niveles de lluvia todos los días desde 2016 mediante un pluviómetro, un instrumento que se emplea para la recogida y medición de las precipitaciones. Presta mucha atención al comienzo de la temporada de lluvias y mide el suelo para determinar cuándo será mejor realizar la siembra. Con ello cree estar mejor preparada contra la incertidumbre. Sin embargo, con el pronóstico de las condiciones para el próximo año, que no parece bueno, solo cabe esperar que la cosecha supere las expectativas: "todavía tenemos que esperar y ver lo que nos depara este año”.

(ar/cp)

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