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Equilibrio espiritual

Heike Mund / Evan Romero-Castillo (jov)2 de enero de 2009

La amenaza de quiebra llevó a los administradores de este antiguo claustro a aprovechar la tradición del lugar como sanatorio para convertirlo en uno de los retiros más visitados de Alemania.

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Una monja le explica a una visitante del Convento Arenberg las ventajas de las hierbas medicinales.Imagen: picture-alliance/dpa/dpaweb

Hace siete años, cuando la amenaza de la quiebra se cernía sobre el convento de Arenberg –en las idílicas cercanías de Koblenz, más arriba de la fortaleza Ehrenbreitstein–, todo parecía asegurar que sus puertas tendrían que cerrar definitivamente. Pero gracias al talante creativo de su gerente y su apertura hacia nuevas ideas, se llegó a la decisión de reformular los servicios hasta ahora prestados, abrirlos a una clientela más mundana y convertir el polvoriento espacio dedicado al tratamiento hidroterápico de Kneipp en un modernísimo hotel-sanatorio.

Dos años después de que las monjas del convento se dedicaran con encomiable disciplina a tomar cursos particulares en áreas disímiles que iban desde el cultivo de hierbas curativas hasta la gerencia hotelera y la contabilidad, los esfuerzos comenzaron a dar frutos: desde hace un buen tiempo el hotel-convento ha dejado de ser el secreto mejor guardado por aquellos que buscan algo más que wellness y tratamientos estéticos; sus habitaciones e instalaciones están constantemente ocupadas.

Un hotel singular…

Es posible que a primera vista el foyer del hotel no se distinga del de otros: puertas corredizas se abren sin hacer ruido alguno, carritos de aluminio esperan estacionados para transportar el equipaje, al fondo se abre una puerta dejando entrever un salón lleno de luz, sofás color terracota invitan a leer el periódico o simplemente a arrellanarse y descansar. El espacio despierta en los visitantes la sensación de estar en casa y, sin embargo, hay algo distinto: “Lo más singular es la atmósfera, la tranquilidad, el carácter amistoso de las hermanas y los empleados”, dice uno de los huéspedes.

Al lado de la recepción del hotel hay una gran cartelera con el listado de los cursos disponibles; las ofertas incluyen actividades seculares dirigidas a reforzar la salud física de los huéspedes, pero también actividades religiosas para su bienestar espiritual, desde la aromaterapia hasta la oración de la noche. Y es que, para las hermanas dominicanas, la decisión de aceptar ciertos dictámenes de la moda en materia de salud mental y corporal no necesariamente implica romper con la ética y la filosofía de vida que imperaba en el convento de Arenberg previamente. “A nosotras nos costó mucho aceptar la noción de wellness”, admite la hermana Beatriz. “No nos interesa la belleza externa; lo nuestro va más allá. La persona debe descansar y recuperarse, pero debe hacerlo en cuerpo y alma”.

Kloster Arenberg
La modernas instalaciones del Convento-Hotel Arenberg, Alemania.Imagen: katholisch.de

…y un convento sin igual

No obstante, desde hace cinco años los huéspedes son el centro de la vida en el convento y todo lo que en él se hace se organiza siguiendo los preceptos de un hotel, desde la administración hasta la coordinación del trabajo de los empleados. Es en ese balance donde radica la diferencia fundamental entre la casa de estas hermanas dominicanas y otros conventos.

“Nos pasa a menudo que los huéspedes nos dejan saber que el sitio les gusta y que lo van a recomendar a sus conocidos aún sin haber pasado mucho tiempo en nuestras instalaciones”, sostiene Bernhard Grunau, uno de los tres gerentes del hotel. “Es evidente que algo cambia en la gente cuando viene al convento. Nosotros notamos ese cambio en las caras y cómo éstas se transforman ¿En qué otro sitio tiene lugar algo semejante?”.