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Jardineros por la biodiversidad

1 de julio de 2014

Tomates rayados, pimientos negros y papas moradas: las especies antiguas vuelven a estar de moda. Aún así, es raro verlas en los supermercados. Iniciativas locales se encargan de promoverlas y conservarlas.

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Imagen: DW/S. Bartlick

Perla india, sweet chocolate, trompa de elefante… Estos nombres suenan a todo, menos a verduras. Y sin embargo, son nombres que reciben especies de lechugas y pimientos que, ni encontrarán en una búsqueda de Google, ni en los supermercados. Pero sus plantas sí se pueden encontrar en bolsas de plástico sobre una mesa de madera bajo la sombra de los árboles del Prinzessinnengärten (Jardines de las Princesas) de Berlín. Sobre el camino de entrada se puede ver una pancarta con el mensaje “Tauschmarkt”, o mercado de intercambio. Un par de mesas más adelante, los visitantes aprenden sobre la mejor manera de aislar un plantón: se toma una hoja de periódico, se forma un cono, se pone algo de tierra en su base, se hace un agujero con un palo, se introduce el plantón con cuidado, se cubre con un poco más de tierra, y listo.

La sociedad Social Seeds organiza una vez al año una bolsa de intercambio de plantas y semillas. “Nuestro objetivo es proteger la variedad de la cultura botánica de los jardines de Berlín”, dice Alexandra Becker, portavoz de la iniciativa. La sociedad busca conservar los conocimientos sobre especies antiguas: Social Seeds informa sobre dónde se pueden adquirir semillas, qué se debe tener en cuenta para el cultivo y la propagación de las semillas, y utiliza expositores para llamar la atención de los visitantes sobre especies que eran populares en la antigüedad, como la espinaca de verano de Nueva Zelanda, o los amarantos. La iniciativa parece haber adquirido fama, y su alcance no deja de crecer: “El interés sobre especies antiguas en los últimos cuatro o cinco años ha aumentado exponencialmente”, dice Alexandra Becker.

A pesar de ello, las especies híbridas de las grandes compañías de semillas dominan el mercado. Por ejemplo, en el caso de los tomates, actualmente solo se pueden comprar un pequeño número de semillas estándar en los centros de jardinería, a pesar de que en el mundo existen unas 10.000 especies diferentes de tomate. Solo unas pocas iniciativas en Alemania ofrecen estas especies menos frecuentes sin ánimo comercial, y esto se debe a que el comercio de semillas que no han recibido autorización oficial está prohibido.

Hybrid Tomaten
Los híbridos no se multiplican sin problemas.Imagen: CC BY-SA 2.0/Andy Melton

No obstante, el éxito de los híbridos se debe principalmente a la agricultura industrial: las especies modernas suponen un menor reto que las antiguas, gracias a su mayor resistencia a las enfermedades, su facilidad de transporte y su mayor rendimiento. Cuando las habichuelas tienen una textura llena de filamentos, los tubérculos son pequeños, o la cáscara es demasiado fina, los vegetales no son aptos para su venta en masa. Por ello, los híbridos han acabado por tomarle la delantera a las especies antiguas.

Creciente interés

Este fenómeno no solo se da en Europa, sino que llega a todos los rincones del mundo. México, por ejemplo, se considera el centro cultural del cultivo del maíz. En el país se cultivan tradicionalmente más de 60 especies diferentes de este vegetal, aunque las importaciones más baratas de Estados Unidos amenazan esta diversidad. Michael Hermann trabaja con la organización “Crops for the Future” por el uso de plantas ya casi olvidadas, y ha observado que, en varias regiones del mundo, un cambio en el estilo de vida ha influido en gran medida en el abandono de especies antiguas: “Una parte de la diversidad a menudo se pierde cuando la gente del país se traslada del campo a las ciudades, y deja de preparar platos tradicionales”. Entretanto, también ha surgido una tendencia opuesta: por ejemplo, el chef estrella Gastón Acurio se caracteriza por su cocina típica peruana con ingredientes tradicionales que se han abierto paso también en su país de origen, Perú.

Las especies antiguas a menudo son apropiadas para la venta en empresas regionales o para el cultivo en jardines privados. Además, los híbridos reciben frecuentes críticas: estas plantas no se multiplican sin problemas. Por tanto, la compra de semillas es una constante, lo que crea una dependencia entre los agricultores y las empresas.

Qunoa
La quinoa se cultiva en los Andes desde hace miles de años. Actualmente, este vegetal ha experimentado una vuelta a la alta cocina.Imagen: CC BY-SA 3.0/blairingmedia

Cada vez más consumidores son conscientes de que, con la desaparición de especies antiguas, también desaparecerá la biodiversidad: “Hay especies de tomates especialmente aptas para preparar como salsas, y hay otros que son más adecuados para ensaladas. Entre estos últimos, además, también hay una marcada variedad de sabores: unos son más ácidos y otros más dulces”, dice la científica agrónoma Gunilla Lissek-Wolf.

No solo el espectro de especies se hace cada vez más pequeño, sino que especies enteras que antes se daban por hecho en los menús, como el salsifí, han desaparecido de las huertas y jardines. Por ello, Gunilla Lissek-Wolf trabaja con sociedades como Social Seeds y VERN (Sociedad de Conservación y Cultivo de Plantas, por sus siglas en alemán) por la conservación de esta cultura botánica: “Es necesario preservar los recursos genéticos para el futuro, porque nunca se sabe qué puede pasar”.

Las especies antiguas se mantienen en buenas condiciones gracias a los esfuerzos de jardines comunales como el proyecto “Himmelbeet”, en el norte de Berlín. En un terreno eriazo entre campos de deportes y altos edificios residenciales, una iniciativa ha instaurado un jardín intercultural en los últimos años.

Amish Paste Tomaten
La población Amish, en Estados Unidos, cultiva desde hace mucho tiempo el tomate “amish paste”, muy bueno para salsas.Imagen: CC BY-SA 2.0/Will Merydith

En este jardín, las macetas de cultivo se suceden en fila, y la lista de espera para conseguir un espacio en ellas es larga. Allí crecen muchas especies antiguas, como el armuelle o la fresa chenopodium foliosum, y también hierbas medicinales como la hiedra terrestre o la inula. “Queremos dar el mensaje de que todo esto se puede comer”, dice Anja Manzke, jardinera del proyecto. “Muchos de los que nos vienen a visitar jamás han oído nunca los nombres de estas plantas”.

Autora: Anne Bohlmann / lab
Editora: Emilia Rojas