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Justicia sangrienta en Arabia Saudita

Kersten Knipp (JAG/ CP)28 de septiembre de 2015

Un tribunal de Arabia Saudita condenó a decapitación a un joven chiita por criticar al gobierno, un símbolo de la dura represión contra la oposición en el reino saudí.

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Screeshot Facebook Profil Save Ali Al-Nimr
Imagen: Facebook/Save Ali-Al Nimr

El juzgado de apelación está seguro: el joven chiita Ali al-Nimr es culpable de graves delitos contra la ley saudí. Se le acusa de protestar, manifestarse, cantar canciones contra el estado y de haber usado el teléfono móvil para organizar manifestaciones. Según los jueces, merece pena de muerte. Y por eso, Ali al-Nimr tendrá que pagar con la decapitación. Además, como confirmó el jugado, su cadáver será crucificado y expuesto públicamente.

Ali al-Nimr fue arrestado en 2012. Los delitos de los que se le acusa fueron cometidos en 2011, cuando tenía 15 años. Pero su corta edad no impresiona al tribunal, puesto que el derecho saudí considera adulto a todo el que tenga un cuerpo desarrollado. Además, Ali al-Nimr es sobrino de Nimr al-Nimr, uno de los predicadores chiitas más importantes de Arabia, condenado a muerte en octubre de 2014 por revueltas, instigación popular y vandalismo. Para dictar sentencia, a nadie le importó que su discurso fuese el de la “no violencia”.

Origen del terror

Los cerca de tres millones de chiitas conforman el 10% de la población de Arabia. La mayoría vive al este del país, en el golfo Pérsico, donde las grandes reservas de petróleo. Otros habitan en el sudoeste, en la frontera con Yemen. Pero hace años que la tensión marca la convicencia entre chiitas y sunitas. Tras la llegada a de los Mulahs al poder en Irán en 1979, los chiitas quisieron rebelarse también contra Arabia, que a su vez acusó a Irán de instigar las protestas.

Jemen Bürgerinitiative Protest gegen Todesstrafe in Saudi-Arabien
Protesta contra la pena de muerte en Arabia Saudí.Imagen: picture-alliance/dpa/Y. Arhab

La tensa relación entre el gobierno saudí y los chiitas empeoró aun más en mayo de este año, cuando extremistas sunitas cercanos al Estado Islámico atentaron contra feligreses chiitas en la ciudad de Al Qudaih. El atentado fue considerado como una expresión anti chiita. Como escribió entonces el magazine Al Monitor, el ataque de le Estado Islámico se alimentó de tres fuentes distintas: “primero, por la discriminación sistemática de los chiitas a manos del gobierno; segundo por la pobre oposición de los chiitas ante los excesos del wahabismo; y finalmente, por el apoyo que el Estado islámico tiene de facto entre la sociedad Saudita”.

Hamza al Hassan, una de las figuras más importantes de la comunidad chiita en Arabia, calificó el atentado como un reflejo de la discriminación que esta corriente del Islam sufre en Arabia, alegando que tanto en textos religiosos como en los medios se les calificaba de “renegados” y de ser partidarios de Irán. Hassan incluso llegó a calificar al Estado Islámico como un producto “Made in Arabia”.

Zona de emergencia

La condena contra Ali al-Nimr llega ahora en un momento político difícil en Arabia Saudita. En Siria, Rusia, Irak e Irán, el archienemigo del reino saudí, se han aliado contra el Estado Islámico para mantener en el poder a Bashar al Assad. Arabia Saudita exige desde hace años la dimisión de Assad. Pero ahora, parece que no podrá imponer sus condiciones y además tendrá que encajar la derrota de que los chiitas ganen influencia tanto en Siria como Irak.

Últimamente, la justicia saudita aplica sentencias más duras contra la oposición. Entre estas, la dictada contra el activista Raif Adawi, condenado a diez años, una multa y mil azotes. Pero también otras 134 condenas de muerte dictadas a lo largo de este año. Para Wenzel Michalski, director para Alemania de la organización pro derechos humanos “Human Rights Watch”, estas sentencias pretenden intimidar a la población. “Las autoridades están dispuestas a hacer todo lo que esté en sumano para reprimir protestas. Incluso a usar la fuerza de las armas”, concluye el experto.