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La Carta Magna alemana: derechos humanos, ante todo

Alexander Görlach erc/ers
14 de mayo de 2019

Los enunciados concretos de una Constitución son insignificantes. Lo decisivo es la imagen del ser humano sobre la que se basa una Carta Magna y que ésta reconozca la dignidad de cada persona, opina Alexander Görlach.

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Grundgesetz für die Bundesrepublik Deutschland Artikel 1
Imagen: picture-alliance/dpa/J. Kalaene

Por estos días, los habitantes de Alemania celebran los setenta años de su Ley Fundamental. Esta ocasión se presta para reflexionar sobre las bendiciones del constitucionalismo. Ese término tan solemne resume un proceso que duró un siglo completo, comenzando con las cavilaciones y los debates en torno a los derechos humanos, y terminando en la codificación vinculante de los mismos. Hoy día, cuando hablamos de democracia, no nos referimos a una "liberal” y a otra "iliberal” –porque una "democracia iliberal” no existe–, sino a una democracia constitucional.

Portrait Prof. Dr. Dr. Alexander Görlach
El lingüista y teólogo Alexander Görlach.Imagen: Harvard University/D. Elmes

Todas y todos tenemos los mismos derechos

Poco importa si una democracia es parlamentaria, como la de Alemania, o presidencialista, como la de Estados Unidos. En lo concerniente a las interacciones humanas, ambas variantes reconocen que todo lo estatal y lo público debe tener como fundamento la dignidad que todas las personas poseen desde su nacimiento. Eso significa que sobre la base de estos derechos humanos se alza un orden jurídico que ya no traza una línea divisoria entre "los que pertenecen” y "los outsiders” (como suelen hacerlo quienes se rigen por normas religiosas severas), sino que nos reconoce a todas y a todos como portadores de los mismos derechos.

Cuando decimos que la democracia atraviesa una crisis queremos decir, en realidad, que el constitucionalismo atraviesa una crisis. Y eso es –como lo mencioné en los párrafos previos– mucho peor. Los miembros de un Parlamento pueden volver a ser elegidos y, al menos en teoría, es posible reformar legal y legítimamente los ramos constitucionales en los que opera una democracia, por ejemplo. Pero "reformar” o "derogar” los derechos humanos, eso no es posible.

Entonces, ¿en qué consiste la crisis del constitucionalismo? El pensador liberal Lord Ralf Dahrendorf, quien murió hace diez años, escribió que una Constitución tiene los derechos humanos como cimiento cuando le otorga y le garantiza derechos civiles y sociales a las ciudadanas y los ciudadanos. Ambas cosas son importantes; ¿de qué serviría gozar del derecho al sufragio si no se tiene la posibilidad de acceder a la educación o de encontrar una morada?

Participación, sólo con derechos sociales

La combinación de derechos civiles y sociales posibilita la participación en la vida democrática, tanto en términos ideales como materiales. Sin embargo, desde hace aproximadamente un cuarto de siglo, en muchas democracias occidentales somos testigos del estancamiento de las rentas familiares de vastos y crecientes sectores de la población. Al mismo tiempo, gracias a la automatización y a la digitalización de la producción, a cada vez más personas se les hace difícil gozar de las bendiciones de la democracia. Así, quienes realmente quieran rescatar a la democracia, deberán hacer todo lo necesario para poner en equilibrio y en armonía estas dos variables. En la ética confuciana, la armonía es el principio de mayor rango. Y es que, sin una convivencia justa y equilibrada, ninguna colectividad humana puede prosperar.

El medio para alcanzar la armonía es la empatía, que a su vez requiere poner en balance lo racional y lo emocional. Ponerse en los zapatos del otro para comprenderlo mejor ayuda a que la propia perspectiva se despeje y se aclare. El rival de la armonía es el resentimiento, una emoción abismal estimulada actualmente por los populistas de todo el mundo. La Ley Fundamental para la República Federal de Alemania fue una creación estupenda para fomentar esa armonía. ¡Feliz 70º aniversario!

Alexander Görlach es miembro senior del Consejo Carnegie para la Ética en Asuntos Internacionales e investigador principal asociado en el Instituto de Religión y Estudios Internacionales de la Universidad de Cambridge. El lingüista y teólogo posdoctoral también fue becario y profesor visitante en la Universidad de Harvard en 2014-2017 y profesor visitante en la Universidad Nacional de Taiwán y la Universidad de la Ciudad de Hong Kong entre 2017 y 2018.

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