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La escuela militar de UNASUR

Emilia Rojas Sasse (PK)16 de octubre de 2014

UNASUR se propone gestar una visión regional compartida en materia militar mediante la Escuela Suramericana de Defensa, dirigida también a consolidar los principios democráticos.

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Imagen: Claudio Santana/AFP/Getty Images

Al hablar de una escuela internacional de oficiales, en Latinoamérica se viene de inmediato a la memoria la tristemente célebre Escuela de las Américas, donde se formaron muchos protagonistas de las pasadas dictaduras. Diametralmente opuesta es la visión que acaricia ahora la Unión de Naciones Suramericanas, con su proyectada Escuela Suramericana de Defensa (ESUDE): afianzar unas Fuerzas Armadas democráticas, respetuosas del Estado de Derecho.

Los preparativos van avanzando. El estatuto y el reglamento de la escuela militar regional ya han sido aprobados y se habla de inaugurarla en noviembre, en Quito, durante la Conferencia de Alto Nivel de los ministros de Defensa de UNASUR. Pero, aparte de la orientación democrática y el énfasis en la defensa de los recursos naturales, poco se sabe de este proyecto conjunto de países muy diversos, algunos de los cuales tienen incluso gobiernos de sello ideológico contrapuesto. Raúl Sohr, sociólogo y analista internacional especializado en materias de defensa, conversó con DW sobre la ESUDE y las relaciones entre los militares latinoamericanos.

DW: ¿Qué trasfondo tiene esta iniciativa de una escuela de defensa sudamericana?

Raúl Sohr: La mayoría de los países sudamericanos quiere tener una mayor autonomía con respecto a Estados Unidos. Y esto se proyecta al campo militar, donde hay un resentimiento muy grande por parte de la mayoría de los gobiernos progresistas o de centroizquierda que hay actualmente en Sudamérica, por el papel de Estados Unidos en el período de las dictaduras militares y la instrucción militar estadounidense a través de la Escuela de las Américas, que algunos ha llamado “escuela de dictadores”. Y la verdad es que en la Escuela de las Américas el eje de la instrucción estaba enfocado hacia problemas internos. Lo principal no era la formación de los ejércitos de cara a un enfrentamiento entre Estados, sino la contrainsurgencia.

¿Se mantiene eso hasta hoy, en que la antigua Escuela de las Américas ya no existe y ha sido rebautizada como Instituto de Cooperación y Seguridad del Hemisferio Occidental?

Hoy en día está tremendamente disminuida, se fue de Panamá hace muchos años y está instalada en Estados Unidos. La escuela perdió vigencia, dejó de ser relevante. El número de oficiales que asisten descendió enormemente.

Estados Unidos siempre ha negado que en la Escuela de las Américas se impartieran contenidos ideológicos, pero en realidad los contenidos ideológicos estaban presentes. Tenían cursos de lucha contra el comunismo, ciento por ciento ideológicos, aunque representaban un porcentaje menor de la instrucción que daban. Pero el hecho de que estuvieran volcados a la contrainsurgencia, a la lucha contra la guerrilla, era claramente asignarle a los ejércitos latinoamericanos un rol interno.

La ESUDE se entiende como la antítesis, como una escuela pare educar a los militares en democracia…

Sin duda alguna ese es el espíritu y el criterio de UNASUR. Esta organización tiene una cláusula democrática que implica que cualquier país que rompa el Estado de derecho, automáticamente es excluido en el campo diplomático y político e incluso puede verse afectado por sanciones económicas.

La idea de esta nueva escuela es consolidar la democracia. Muchos ejércitos en Sudamérica ya tienen asignaturas de derechos humanos y se trata de reforzar precisamente una formación más humanista.

¿Cuáles son los objetivos militares?

La pregunta que muchos se hacen es cuál es el rol de las FF. AA. en Sudamérica hoy día. Y ese debería ser un debate a realizarse en esa escuela. Si su rol primordial es buscar la integración, no intervenir en política, ¿cuál va a ser la misión de estos ejércitos? Con eso no estoy diciendo que no haya un rol para ellos. De hecho, muchos de los ejércitos de la región, entre otros de Chile, Argentina y Brasil, han buscado un protagonismo internacional a través de las fuerzas de las Naciones Unidas. Por ejemplo, es un hecho notable que fueran solo ejércitos latinoamericanos los que han participado en el programa de estabilización de Haití. Y esa ha sido una experiencia muy interesante para los militares sudamericanos porque han convivido en una misión concreta, activa, y muchos de los recelos y desconfianzas se han ido superando. En ese sentido esta escuela puede ser algo positivo.

Soldados chilenos en Haití (2008).
Soldados chilenos en Haití (2008).Imagen: Thony Belizaire/AFP/Getty Images

¿Puede contribuir esto también a que los estamentos militares favorezcan la búsqueda de soluciones pacíficas a los conflictos en la región?

En muchos sentidos no es el estamento militar el que atiza las fricciones fronterizas y las disputas territoriales entre nuestros países. Muchas veces los más halcones son civiles. El estamento militar tiene un nivel de integración bastante alto; hay conferencias de los comandantes en jefe de las tres ramas, tienen competencias deportivas en las cuales participan equipos de los distintos países; y existe aquello que se llama la diplomacia militar, que ha sido muy exitosa. Por ejemplo, en el caso de Chile y Bolivia, la diplomacia militar avanzó mucho; oficiales de la Fuerza Aérea boliviana tenían acceso al hospital de la Fuerza Aérea de Chile, aviones bolivianos eran reparados en Chile. Otro ejemplo: las relaciones entre Chile y Argentina en el plano militar son excelentes. Hacen patrullajes conjuntos en la Antártida, comparten los buques. Por lo tanto, yo diría que los militares están más integrados que otros sectores de la sociedad. En general tienen buenas relaciones institucionales.

Pero existen notables diferencias entre los países…

Cada ejércit refleja su realidad nacional desde la perspectiva política. Pero así como es posible tener una UNASUR política y los jefes de Estado pueden reunirse y sacar conclusiones en conjunto, mucho más posible aún es que lo hagan los militares, que están subordinados al poder político. Ese es el punto central, la primacía de lo político, entendido como la voluntad pública expresada democráticamente a través de las urnas.

Chile Marines
Imagen: Cris Bouroncle/AFP/Getty Images

¿Está libre la nueva generación de militares de la impronta de la antigua generación ideológicamente formada para la defensa contra el comunismo?

Eso varía mucho de país en país. Depende de qué experiencia tuvieron durante las dictaduras y cómo fue su transición. Por ejemplo, Argentina tiene una experiencia completamente distinta de la chilena. En Argentina, la dictadura militar fue derrotada en la guerra de las Malvinas y eso dio lugar a una transición mucho más dura, en la que los militares perdieron legitimidad frete a la nación. En Chile hubo una transición pactada, en la que la dictadura perdió un plebiscito, pero un plebiscito que se realizó bajo sus propios términos; se mantuvo la Constitución, Pinochet siguió siendo comandante en jefe del Ejército por 8 años, ya en democracia, y hay testimonios de que el pinochetismo todavía está muy arraigado en las FF. AA. chilenas.