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La gente distinta, ¿puede vivir junta?

Luna Bolívar Manaut22 de noviembre de 2007

La política habitacional alemana ha seguido tradicionalmente un principio: el de no crear guetos. Las clases han de mezclarse, las nacionalidades también. Algunas inmobiliarias opinan que la práctica está equivocada.

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Peter Müller y Mohamed Kepenek, ¿compartiendo edificio?Imagen: picture alliance/dpa

“Ya no creemos en la comunidad mixta y feliz. La abuela de 75 años tiene un concepto de la limpieza y la educación diferente al de una familia joven de inmigrantes”, así fue citado Thomas Dilger, jefe de la inmobiliaria alemana Nassauische Heimstätte, por el diario Die Welt. La propuesta del directivo según el periódico: dividir por grupos étnicos los contratos de alquiler, de manera que alemanes e inmigrantes no tengan que compartir el mismo edificio.

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Alemania trata de evitar los guetos: suelen ser una fuente de conflicto social.Imagen: AP

La respuesta no se hizo esperar: indignación generalizada. Y la compañía se ha apresurado a matizar las declaraciones de Dilger. “Sus palabras fueron sacadas de contexto”, explica a DW-WORLD Jens Duffner, portavoz de Nassauische Heimstätte, “nosotros, y la misma práctica se sigue en muchas otras empresas, simplemente tenemos en cuenta los deseos de nuestros clientes. Si en una casa viven muchas personas mayores y queda libre una vivienda, no se la ofrecemos a una familia con niños sino que intentamos que el siguiente inquilino sea también alguien mayor.”

¿Y si a los señores mayores les molestan los vecinos, digamos, árabes? “Muchas veces son los mismos extranjeros los que prefieren vivir con extranjeros y nosotros atendemos sus peticiones”, asegura Duffner.

Menos niños, más inmigrantes

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Una tienda turca en un barrio de una ciudad alemana.Imagen: DW/Peter Deselaers

En su discurso, Thomas Dilger no hizo sino describir una situación real y comprobable. En ningún momento el directivo estaba dando a conocer una nueva estrategia de su compañía, se lee en la nota de prensa con la que Nassauische Heimstätte aclara el, en su opinión, malentendido.

Y esa situación se define, dice el texto, por “una reducción paulatina del número de nacimientos y un aumento de la población inmigrante”, lo que lleva a que, asegura la inmobiliaria citando los resultados de estudios científicos, “la mezcla de las estructuras de ocupación sea cada vez más difícil”.

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En Alemania vivien más de 80 millones de personas y más de 7 millones son extranjeros.Imagen: AP

Después de largas discusiones y con algo de retraso con respecto a la media europea, Alemania aprobó en 2006 su nueva Ley de Igualdad de Trato. Negar el alquiler de una casa a alguien por motivos de nacionalidad o número de hijos incumple lo estipulado por dicho texto y es por lo tanto ilegal. En Nassauische Heimstätte no rechazan a ningún inquilino: simplemente le muestran sólo las viviendas que creen que mejor se ajustan a su perfil.

“Hay muchos trucos que las inmobiliarias pueden usar para evitar las leyes antidiscriminación”, dice a DW-WORLD Gisela Meinhof, de la Oficina Antidiscriminación de Berlín. Nassauische Heimstätte argumenta que con su procedimiento contribuye a la buena vecindad, mejora la armonía social y reduce la segregación. “Dividir a las personas por nacionalidades es todo lo contrario a una buena política de integración”, opina Ulrich Ropertz, portavoz de la Asociación de Inquilinos Alemanes, en entrevista a DW-WORLD.

El vecino huele mal

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Idilio rural alemán: ¿preparado para aceptar al vecino foráneo?Imagen: AP

Los nuevos vecinos, en una pequeña comunidad en la que las familias comparten desde hace décadas la valla del jardín, son turcos. De su cocina sale un olor diferente. Por plantas de habas y lechugas ha sido sustituido el césped decentemente cortado . Las mujeres se cubren la cabeza con un pañuelo. Los domingos reciben visitas y la casa se llena de niños. Los antiguos habitantes del barrio tienen sus objeciones: huele mal, el jardín parece una selva, son machistas, hacen demasiado ruido. La historia es real, pero ¿también habitual en Alemania?

“Entre vecinos siempre hay quejas. Porque los jóvenes ponen la música demasiado alta, porque la señora mayor no oye bien y sube mucho la tele, porque los niños molestan o los animales de alguien ensucian la escalera”, comenta Ropertz. Entre extranjeros y nacionales se dan los mismos problemas, dice, sólo que a veces “las diferencias culturales hacen que la cosa escale”.

Y aún así, Ropetz no ve en la propuesta de Nassauische Heimstätte solución alguna. “¿Hasta qué punto se quiere proceder a una separación? Separemos también a los jóvenes de los viejos, a las familias con niños de las parejas sin hijos, a las parejas de los solteros… ¡no tiene sentido! Tendríamos que construir un edificio para cada grupo, sería llevar a cabo una selección y no creo que nadie quiera eso de verdad”.