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La UE en medio de una pesadilla

PK8 de enero de 2009

La disputa del gas entre Rusia y Ucrania dominó la reunión de del Consejo de Ministros de RR. EE. de la UE en Praga. Pero el problema de fondo es otro.

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Cumbre de la Comisión con la presidencia checa de la UE en Praga.Imagen: picture-alliance/ dpa

La comisaria de Relaciones Exteriores de la UE, Benita Ferrero-Waldner, manifestó en el Consejo de Ministros de RR. EE. reunido el jueves (08.01.2009) en Praga, que la UE no toma partido en el diferendo que tiene atenazada a Europa en medio de un frío siberiano.

Ferrero-Waldner fue tan clara como salomónica: "Queremos que ambas partes sean socios confiables, el uno para el abastecimiento de gas y el otro para que lo deje pasar."

No obstante, muchos europeos se sienten como en medio de una pesadilla, en vista de cuán rápidamente un conflicto comercial entre dos países que no pertenecen a la Unión Europea (UE) puede transformarse en un serio problema para millones de consumidores de gas.

El vice primer ministro de la República Checa, Alexandr Vondra, presidente de turno del Consejo de la UE, no escatimó en autocríticas: "No estamos bien preparados. Por ello debemos hacer planes para enfrentar situaciones de emergencia como ésta, para contar en la UE con una mejor infraestructura con miras a resolver este tipo de problemas."

También el ministro de Estado alemán Günter Gloser llamó a tomar medidas que sirvan a largo plazo: "Todo esto deja en claro cuán importante es el tema de la seguridad del abastecimiento energético. La cuestión es: ¿cómo podemos independizarnos de fuentes de abastecimiento del exterior? y ¿hasta qué punto podemos recurrir a energías regenerativas?

Alemania: una posición relativamente cómoda

La posición alemana en el conflicto es relativamente cómoda, debido a que cuenta con enormes reservas de gas en depósito, que alcanzan para varios meses, y el país recibe además gas también de otras fuentes.

Lituania, por el contrario, depende en un cien por cien del gas ruso. Y allí la cosa es más seria. El ministro de RR. EE. lituano, Vygaudas Usackas, se manifestó alarmado: "Como hemos visto en los últimos días, cuando Gazprom estornuda, Europa se resfría. La historia nos enseña que debemos pensar estratégicamente e invertir en gasoductos al Cáucaso, el Próximo Oriente y Asia Central".

Otro punto tratado por los ministros de RR. EE. fue el del futuro del tratado de reforma de la UE, empantanado desde que los irlandesas lo rechazaran sorpresivamente el verano boreal pasado.

Si bien el Gobierno de Irlanda prometió en la más reciente cumbre de la UE, en diciembre pasado, realizar un segundo referéndum para lograr la aceptación, quien pisa sobre el freno es ahora justamente la República Checa, que ejerce la presidencia del Consejo de la UE hasta mediados de año.

El parlamento checo aún no ha ratificado el tratado y el presidente, Vaclav Klaus, es un declarado adversario de toda mayor integración europea. El ministro de Estado alemán Gloser, que exige de la presidencia checa un cronograma para la aprobación del tratado, es optimista en términos generales:

"Partimos de que, tal como nos pusimos de acuerdo en el Consejo en diciembre, el Tratado de Lisboa entrará en vigor hacia fines de año".

Un eurodisidente en el seno de la UE

Sin embargo, Vaclav Klaus ha hecho en nuevamente honor a su fama de disidente dentro de la familia europea: rechazó izar la bandera de la UE, no asistió a una recepción en honor de la Comisión Europea y se manifestó en entrevistas críticamente sobre la UE.

Más allá de la actual disputa en torno al gas, ése parece ser en todo caso el problema de fondo que afecta a la UE. Se trata de un defecto estructural: la República Checa, amén de tener un presidente euroescéptico, no tiene el peso político que Francia pudo echar sobre el plato de la balanza en los seis meses anteriores, en los que ejerció la presidencia de la UE.

Todo parece indicar que lo que la UE necesita es una fuerte presidencia, no a tempore ni tampoco siguiendo turnos predeterminados. Una presidencia que le proporcione a la UE en su conjunto el peso necesario para lograr resultados tangibles. A los europeos sin abastecimiento energético no les interesa hoy qué país ejerce la presidencia no quién es responsable de qué, sino que vuelva a fluir el gas. Y eso sólo parece ser posible con una Europa fuerte.