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Las huellas de Cruyff en Alemania

Daniel Martínez24 de marzo de 2016

El nombre de la fallecida leyenda del fútbol mundial Johan Cruyff quedará por siempre ligado a la historia del fútbol alemán gracias a la “Naranja Mecánica” del Mundial 1974 y el Bayern de su protegido Pep Guardiola.

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Malaysia Fußball-Legende Johan Cruyff in Kuala Lumpur
Imagen: Getty Images/M. Hewitt

Durante la final del Mundial de 1974 aquellos que no eran hinchas de Alemania estaban observando el partido para disfrutar de esa Holanda revolucionaria que conducía un maduro y talentoso jugador de 27 años de nombre Hendrik Johannes Cruyff, a quien llamaban, y seguirían llamando, Johan.

Su único Mundial

Cruyff personificó el concepto del “Fútbol Total”, como ningún otro jugador internacional antes y después suyo. La versatilidad para moverse con libertad a lo largo y ancho de la cancha, asumiendo la posición que la situación del juego requería, alcanzó su clímax el 7 de julio de 1974 en el Estadio Olímpico de Múnich.

Allí, donde peleaba por el título del único Mundial en el que participó pese a su excepcional grandeza, el holandés desplegó su talento desde el primer minuto del partido. Cruyff tomó el balón en la mitad de la cancha, se lo llevó pegado a sus pies ante la mirada atónita de los alemanes, y en el área fue derribado por Uli Hoeness, quien en los años posteriores construiría el Bayern teniendo como modelo ideal del club la idea futbolística de aquel a quien le acababa de cometer la falta.

Tras esa acción el árbitro pitó un penalti, y en el minuto dos Holanda ya ganaba 1-0 a la selección anfitriona. Con Johan Cruyff como su máximo líder, Holanda había impresionado a los aficionados en el Mundial de 1974. Y aunque Alemania se quedaría con el título, a su máxima estrella, Franz Beckenbauer, le tocaría después vivir con la sentencia de los expertos de que en aquel torneo él fue el futbolista más exitoso, pero que el mejor había sido verdaderamente Cruyff.

El “padrastro” del Bayern

Al retirarse del fútbol activo, Johan Cruyff se dedicó a darle un nuevo impulso a la revolución del fútbol que había puesto en marcha como jugador. En Ajax Ámsterdam, y luego con el Barcelona, el holandés elevó al balompié a un nivel técnico y táctico que este deporte no había alcanzado nunca antes.

Sus estrategias eran manjares en la mesa de los amantes del fútbol, y sus ideas y conceptos alimentaron a entrenadores de todo el mundo cuyo apetito voraz solo podía ser saciado por los platos cocinados por el holandés en las pizarras tácticas de los vestuarios de aquellos clubes que condujo.

En Cataluña, Johan Cruyff encontró el espacio perfecto para desplegar su creatividad. El Barcelona construyó en torno a sus ideas una iglesia, cuyo fundamento fue su propuesta de fortalecer el hoy famoso internado de La Masía para las promesas juveniles. Hoy esa iglesia se mantiene aún en pie gracias a la defensa y ampliación de su credo futbolístico. A Alemania esa fe llegó de la mano del más exitoso de sus misioneros: Pep Guardiola.

El actual entrenador del Bayern es no solo un producto de La Masía, sino también un protegido de Johan Cruyff, cuyas órdenes recibió como jugador, cuyos consejos siguió como director técnico, y cuya identidad futbolística defendió y propagó en todos los estadios del mundo. “Cruyff construyó la Capilla Sixtina del fútbol”, dijo una vez Guardiola, cuyas ideas, que en el fondo son las ideas del holandés, le cambiaron la cara a la Bundesliga en los últimos años.

Johan Cruyff y Franz Beckenbauer en la final del Mundial de Alemania 1974. Un gran momento para ambos.
Johan Cruyff y Franz Beckenbauer en la final del Mundial de Alemania 1974. Un gran momento para ambos.Imagen: picture-alliance/dpa

Por eso hablar del Bayern de Guardiola, es hablar de la herencia que le dejó al fútbol Johan Cruyff, el mismo que pronosticó la victoria de Alemania en el Mundial 2014 tras decir “Los pases, el juego posicional y la forma en la que ganan espacios y usan al arquero los llevará a conseguir el título en Brasil”.

Franz Beckenbauer, como jugador –junto a Pelé- su gran contemporáneo, dijo al conocer la noticia de la muerte de Cruyff que no solo tenía que despedirse de un gran hombre de fútbol, sino también de “alguien que fue más que un muy buen amigo, casi un hermano”.