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Preservando las tradiciones agrícolas italianas

Angelo van Schaik
20 de noviembre de 2018

Limoncella, Etna, Gravenstein. Estas son solo algunas de las variedades de manzanas tradicionales que los agricultores orgánicos italianos están cultivando en un intento por salvar el rico patrimonio alimentario.

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Una manzana roja en un árbol.
Imagen: DW/Angelo van Schaik

Cristiano del Toro camina entre olivos y manzanos, plantas de tomate y de frijoles, que crecen a su antojo. La hierba del terreno fértil crece alta ya que no se ha cortado desde hace tiempo. El italiano se encoje de hombros, como disculpándose.

"Eso demuestra que no he estado aquí desde hace tiempo”, explica, mientras desciende por la colina hasta su propiedad, en Castiglione Messer Raimondo, un pequeño pueblo a la sombra de la cumbre más alta de los Apeninos, el Gran Sasso.

Mientras camina, señala otra granja al otro lado del valle. "Es una agricultura anticuada, al igual que la mía. Hay algunos olivos a diestra y siniestra, pero no en fila como en el campo de al lado”, cuenta del Toro.

Todo lo que del Toro cultiva en sus cuatro hectáreas de tierra crece de forma ecológica y con métodos tradicionales. Es por eso que los árboles y arbustos aquí están cruzados y no en línea recta, como los conocemos de las típicas postales de viñedos de Italia y Francia.

Cristiano del Toro mostrando sus aceitunas.
Cristiano del Toro quiere promocionar el rico patrimonio alimentario de Italia, cultivando antiguas variedades de frutas y hortalizas.Imagen: DW/Angelo van Schaik

El arquitecto paisajista, convertido en granjero, se dedica a recuperar viejas formas de agricultura. También es presidente de Civilta Contadina, una asociación de agricultores de 150 miembros fundada en 1996 para asegurar la biodiversidad agrícola y promover la soberanía alimentaria, o la idea de que las comunidades deben tener más control sobre la forma en que se producen, comercializan y consumen sus alimentos.

El patrimonio agrícola perdido de Italia

Los italianos se toman muy en serio la comida. Según del Toro, la agricultura moderna y mecanizada ha empobrecido el rico patrimonio agrícola del país, no solo en el campo, sino también en el plato. Por ejemplo, las variedades tradicionales de frutas y hortalizas que no son aptas para la agricultura intensiva han desaparecido en gran medida de la carta.

"Los frijoles son plantas trepadoras que no se pueden cosechar mecánicamente”, explica. "Por eso las plantas modernas tienden a ser arbustos cerca del suelo”.

El abandono de la agricultura tradicional en Italia, y en otras partes de Europa, se remonta a finales de la Segunda Guerra Mundial, según Valerio Tanzarella, un ex abogado que posee una granja orgánica en Puglia, una región situada en el talón de la bota italiana, junto con su amigo de la infancia Angelo Giordano.

Para ayudar a Italia y a Europa a recuperarse de la guerra, se necesitaban alimentos buenos y baratos a gran escala. Para alcanzar ese objetivo, la Comunidad Económica Europea (actualmente la Unión Europea) promovió la rápida industrialización de la agricultura y la intensificación de los métodos de cultivo en la década de 1950. Esto dio lugar a un mayor uso de fertilizantes, monocultivos y paisajes homogéneos.

Vista de un valle de Italia.
En lugar de plantar los árboles en fila, del Toro utiliza métodos de cultivo tradicionales siguiendo un patrón entrecruzado. Imagen: DW/Angelo van Schaik

"Después de la guerra, la Unión Europea revolucionó el sector agrícola”, cuenta Tanzarella, que también es miembro de Civilta Contadina. "Su idea era que la industria agrícola debía centrarse más en el uso de la química”, explica.

Civilta Contadina y un número creciente de ecologistas advierten que esta dependencia de los fertilizantes químicos, herbicidas y pesticidas es perjudicial para el medio ambiente, reduciendo la fertilidad del suelo y el número de insectos, y aumentando la contaminación de ríos y lagos.

Del Toro asemeja los cultivos modernos a "la gente en cuidados intensivos”. No pueden absorber el nitrógeno tan bien como los cultivos tradicionales y son más dependientes de fertilizantes.

"Queremos demostrar que es posible cultivar alimentos de una manera diferente a la forma homogénea que se considera moderna y que desgasta la tierra agrícola”, explica.

Crecimiento orgánico

Parece que algunos agricultores y consumidores están adoptando esta forma de pensar. Con una facturación total de 31.500 millones de euros, la agricultura sigue siendo el sector económico más importante de Italia y la agricultura ecológica se está expandiendo rápidamente. Entre 2010 y 2016, el número de agricultores orgánicos creció un 53 por ciento.

Aún así, esa cifra solo representa el 4,5 por ciento del mercado total. Tanzarella es uno de los 64.000 agricultores ecológicos que atienden ese pequeño mercado. Del Toro, por el contrario, solo produce para su familia.

"Todo lo que cultivo lo como o lo cambio por productos que no produzco, como la carne. No gano dinero, pero ahorro mucho”, aclara.

Un tractor rociando un campo con fertilizante.
Civilta Contadina advierten de la dependencia química del sector agrícola.Imagen: picture-alliance/dpa/P. Schulze

La Confederación General de la Agricultura Italiana, Confagricoltura, apoya la misión de Civilta Contadina. También consideran importante la conservación del patrimonio agrícola.

"Consideramos que la recuperación de frutas olvidadas o la cría de especies porcinas tradicionales es una innovación interesante” dice a DW Vincenzo Lenucci, director de economía de Confagricoltura. "Ofrece oportunidades económicas a los agricultores. Crea diversidad y satisface las demandas de los clientes”, explica.

Sin embargo, Lenucci admite que no se puede alimentar al mundo de esa manera. "Si produjéramos alimentos a la antigua usanza, no tendríamos la cantidad que tenemos ahora, ni al precio actual. En nuestra opinión, estos dos métodos deben coexistir”, aclara Lenucci.

No se sabe exactamente cuántos agricultores que practican la agricultura tradicional, están recuperando antiguas semillas y variedades de cultivos. Civilta Contadina anima a los agricultores a utilizar esos cultivos y especies patrimoniales.

Aunque no se mencione explícitamente en su página web, la asociación podría considerarse como una forma de protesta contra gigantes como Monsanto, y lo que Tanzarella llama una preferencia por las "semillas patentadas creadas por científicos”.

Monsanto no es un monstruo.

No obstante, señalar con el dedo a productores de semillas como Monsanto es demasiado fácil, según Lenucci. "Invierten mucho dinero en mejorar el grano y las semillas”, señala.

"Monsanto no es un monstruo”, continúa, señalando el uso de un gen de una bacteria específica que hace que el maíz sea resistente a los parásitos. Los agricultores orgánicos rocían sus cultivos con las mismas bacterias para protegerlos. "¿Cuál es la diferencia?”, se pregunta Lenucci.

En Italia, como en todas partes, los rendimientos y los ingresos son los factores más importantes para muchos agricultores a la hora de cultivar ciertas semillas. Cuanto más alto sea el rendimiento, mejor. Pero esto hace que los agricultores sean más vulnerables a fenómenos meteorológicos extremos impredecibles.

Una mano sosteniendo vainas de judías.
Del Toro afirma que las frutas y verduras tradicionales que no se pueden cosechar mecánicamente han desaparecido en gran medida de nuestra dieta.Imagen: DW/Angelo van Schaik

"Este olivar data de los años 90”, cuenta del Toro, señalando hacia un puñado de árboles al borde de su propiedad. Algunos pertenecen a una variedad de aceituna local llamada Dritta, cultivada desde hace siglos en la Región de Abruzos, al este de Roma. Los otros son toscanos e introducidos en esta zona en los años 70. Producen "aceitunas más grandes y hermosas” y se pueden cosechar antes.

La biodiversidad refuerza la seguridad alimentaria

"Este año tuvimos un verano húmedo y una helada tardía. Los olivos locales dieron aceitunas, pero los toscanos importados no lo hicieron. A lo largo de los siglos, la variedad Dritta se ha adaptado a las condiciones locales. Eso es biodiversidad”, afirma el arquitecto.

En el extenso valle verde de los Apeninos, del Toro muestra con orgullo otra prueba de ello: sus raras variedades de manzanas. Una tiene forma de cabeza de vaca, otra la pulpa roja.

Su organización no pretende ser un nostálgico banco de semillas. "La biodiversidad no se puede almacenar en un refrigerador”, dice, tomando una de las manzanas y mordiéndola. Es una variedad amarilla crujiente poco común, que parece un limón. La llaman Limoncella. "Creo que las semillas deben conservarse en el campo”, afirma.

(AR/ER)