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Más allá del racismo: “Las opresiones no se pueden separar”

Rosa Muñoz Lima
21 de marzo de 2022

El racismo no se puede reducir a la discriminación "por tus tonos de piel, o por tu fenotipo o por la lengua que hablas”, dicen activistas a DW. Para enfrentarlo, aseguran, no basta con ser antirracista.

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Astrid Cuero, Waquel Drullard, Brenda Nava, Valeria Angola, de AFROntera, “colectiva fronteriza, afro, mestiza y anticolonial”.
Astrid Cuero, Waquel Drullard, Brenda Nava, Valeria Angola, de AFROntera, “colectiva fronteriza, afro, mestiza y anticolonial”.Imagen: privat

“Yo soy una mujer racializada y que, por el hecho de haber sido racializada y de habitar en cierta geografía, no tengo derecho a acceder a posibilidades materiales, a tener una ciudadanía, tuve que emigrar, me desplazaron forzadamente, impusieron proyectos extractivistas en mi territorio. Y eso viene todo junto”, dice a DW Brenda Nava, escritora de spoken word, antropóloga social e integrante de la colectiva AFROntera, en la Ciudad de México.

A lo que Nava describe, muchas activistas antirracistas, feministas, ambientalistas, de derechos humanos, le llaman interseccionalidad. “Más que un concepto, es una mirada, una manera de leer y de interactuar con lo que pasa en la vida cotidiana, con lo que pasa en las luchas sociales, en el activismo”, explica a DW Sandra Heidl, autora de un Directorio de Afrocubanas y parte del equipo editorial de Afrocubanas. La Revista.

“Se puede tener una mirada interseccional sin conocer el concepto”, aclara Heidl: “Cuando una persona es capaz de darse cuenta de por qué en Cuba, por ejemplo —pero puede ser también en otros países—, las personas negras son mayoría en las cárceles de manera general”. O por qué, si los estudios demuestran que la violencia de género no conoce de clase social o pertenencia racial, “la mayoría de los hombres que están presos por violencia machista son afrodescendientes o proceden de capas muy populares”, ilustra.

Sandra Heidl, de "Afrocubanas, La Revista".
Sandra Heidl, de "Afrocubanas, La Revista".Imagen: privat

“El sistema judicial está implementado para que las personas que vayan presas sean mayoritariamente estas personas, que además tienen bajos recursos, no pueden acceder a buenos abogados o abogados de calidad”, sostiene la también integrante del colectivo negro cuir Cuba Liberación Negra.

“Luchar contra todas las opresiones al mismo tiempo

Sin embargo, en AFROntera, “no le llamamos interseccional porque creemos que apelar a la interseccionalidad es distinto a lo que nosotros proponemos, que es luchar contra todas las opresiones al mismo tiempo”, aclara Valeria Angola, otra integrante de esta “colectiva fronteriza, afro, mestiza y anticolonial” de la capital mexicana.

“Vemos morir gente todos los días, vemos desaparecer gente todos los días, vemos que la gente racializada, defensores del territorio, personas que defienden derechos humanos, son encarcelados, perseguidos, acosados por las autoridades, por el Estado, por las multinacionales”, explica Angola. Y su compañera Brenda Nava pone el ejemplo de la activista Kenia Hernández, actualmente encarcelada por un delito fabricado”, denuncia.

Por eso, han llegado hasta a desmarcarse del feminismo; o al menos del que habla de interseccionalidad, pero se concentra en el enfoque de género. “El racismo es más complejo que solamente que te discriminen por tus tonos de piel, o por tu fenotipo o por la lengua que hablas”, argumenta Nava. “Tiene que ver con una estructura de opresiones que es indivisible. Yo creo que las opresiones no se pueden jerarquizar, dividir o separar, porque el sistema de opresiones viene imbricado”, afirma esta antropóloga social y activista mexicana.

“Los trabajos más precarizados, el no poder acceder a tus derechos, las migraciones, los desplazamientos forzados, el despojo territorial, el imponer proyectos extractivistas en ciertas geografías. Todo eso tiene que ver con el racismo”, insiste Nava. Y va más allá: “El racismo es el regulador del mundo, en términos del orden mundial. Geopolíticamente, también estamos determinados por el lugar donde habitamos. Por eso, hablamos de un norte y un sur global”, sostiene.

Mujeres negras esperan por la repartición de comida del Programa Mundial de Alimentos en un fila en Sudan del Sur.
Para AFROntera, el racismo determina también quiénes habitan los llamados “norte y sur global”.Imagen: Simon Wohlfahrt/AFP

El mundo al que AFROntera aspira, es “anticapitalista, antipatriarcal, antiheterosexista y claramente antirracista”, resume Astrid Cuero, otra de sus integrantes. Para alcanzarlo, las personas con “privilegio de clase y raza” tendrían que comprometerse “de manera solidaria, auténtica y no protagonista” con las comunidades más oprimidas y empobrecidas: con los movimientos afrodescendientes e indígenas, con las comunidades migrantes “racializadas”; con las mujeres “racializadas” y empobrecidas, tanto en los ámbitos urbanos como rurales.

Resistir, divertirse y reflexionar

Para Waquel Drullard, también parte de AFROntera, lo que otros llaman activismo es, sencillamente, su vida, su existencia misma: “Prefiero nombrarme como una persona que vive, que resiste, que es creativa y que tiene la capacidad e imaginación para pensar y soñar con mundos diferentes a este mundo que es patriarcal, racista, colonial, blanco, eurocentrado, profundamente heterosexual”, dice.

Y considera que solo las personas con “privilegios” pueden entender el mundo desde un único lugar de opresión, luchar contra un solo tipo de opresión, sin “ver que el racismo, el clasismo, el capacitismo, el heterosexismo, el adultocentrismo, el capitalismo, configuran sistemas múltiples de opresiones”. Para Drullard, “cuando una persona está entrecruzada”, cuando es negra e indígena, está racializada, precarizada, enferma y no es heterosexual, por ejemplo, su propio cuerpo le obliga a ver el mundo desde “una lógica múltiple”.

A personas como Waquel, Brenda, Valeria, Astrid, Sandra y sus comunidades u organizaciones, con vidas o activismos antirracistas, feministas, enfrentadas a otras opresiones y desigualdades, o a todas en general, se les suele acusar, con frecuencia, de “amargadas”, “acomplejadas”, “aburridas”, “faltas de sentido del humor”. Sandra Heidl lo ha vivido especialmente como mujer negra, cuir, migrante, y parte del feminismo negro decolonial.

Por eso, valora hoy día tanto, además de la seriedad de los activismos, las resistencias y las vidas que le rodean, incluida la suya, el recurso al humor; el trabajo que hacen en redes sociales influencers como la afrocolombiana Kathe Ortiz: “En lo que una persona se tiene que leer un artículo de siete páginas, una de estas personas te lo dice en cinco minutos y todo el mundo se queda con la boca abierta: te matas de risa y al mismo tiempo te hace reflexionar muchísimo”, celebra.

“Por molestar hice un video que llegó a un poco de lugares”, dice Ortiz en Instagram, donde tiene más de 28 mil seguidores. “Soy la chica del Cilantro + Jabón Azul + Límpido = Las buenas vibras y los buenos deseos siempre”, se presenta en Facebook, donde la siguen más de 38 mil personas.

Y con esas buenas vibras, le recuerda a sus compatriotas y, de paso, a todo el que la vea y escuche, que “hablar de cambio social y cambio de país no es solo hablar del cambio con relación a las personas que han tenido siempre el poder con relación a la vida de la mayoría, sino descubrir, cuestionar y reflexionar sobre quiénes somos en esta construcción de país, porque el racismo, el clasismo, la homofobia, la transfobia, la misoginia y el machismo hacen parte de nuestra cotidianidad”. (ms)