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Michelle Bachelet, portadora de esperanza

Marc Koch, desde Buenos Aires (JC)12 de marzo de 2014

Michelle Bachelet ha tomado posesión de su segundo mandato. Las expectativas son elevadas. Ahora le toca demostrar a la socialista si realmente es capaz de introducir las reformas anunciadas, opina Marc Koch

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Michelle Bachelet asume su segunda presidencia en Chile. (11.3.2014).
Michelle Bachelet asume su segunda presidencia en Chile. (11.3.2014).Imagen: picture-alliance/dpa

Pocas veces un Jefe de Estado latinoamericano ha tomado posesión de su cargo con tantas expectativas como lo ha hecho Michelle Bachelet Jeria: la nueva presidenta de Chile asume el poder de un país con una economía saneada, una democracia estable y una sociedad segura de sí misma que reclama sus derechos y algunas reformas. Bachelet también va a estar en el foco internacional, ya que la hambrienta izquierda latinoamericana busca con urgencia una nueva figura de integración. Además, EE. UU., México y la UE esperan que Chile siga manteniendo su fiable estabilidad política y económica.

Reformas y fricciones

Los desafíos internos van a hacer que la nueva presidenta se enfrente a una agenda muy apretada: 50 medidas en los primeros 100 días de mandato es lo que prometió Bachelet. Eso no fue una campaña electoral estruendosa, sino intencionada. Y es que Michelle Bachelet se lo puede permitir. Desde que el país volvió a la democracia, en el año 1990, ningún presidente contó nunca con una mayoría tan cómoda en el Congreso como la que tiene la presidenta. Esta mayoría parlamentaria es condición básica para poder aplicar las urgentes reformas que necesitan tanto el sistema educativo, como el Derecho Fiscal en la Constitución. Las últimas reformas para poder librarse, definitivamente, de los vestigios de la dictadura de Pinochet.

Marc Koch, corresponsal de DW para América Latina.
Marc Koch, corresponsal de DW para América Latina.Imagen: DW

A pesar de ello, no va a ser tarea fácil para la Jefa de Estado. Su coalición electoral “Nueva Mayoría” es todo menos un bloque estable. El espectro político va desde los comunistas a los cristiano-demócratas. Mantener esta constelación es difícil y tiene su precio: la responsable designada por Bachelet para ocupar el cargo de subsecretaria de Educación tuvo que dimitir antes de asumir su cargo por presiones del sector izquierdista de Nueva Mayoría. No va a ser la única que caiga en el Gobierno de Bachelet.

La presión de la calle

Mientras tanto, la Presidenta va a tener que lidiar con la presión del pueblo: los movimientos estudiantiles ya han dejado claro que seguirá con las barricadas mientras que no se apliquen las reformas de contenido del sistema educativo que reclaman desde hace tiempo. Nadie discute la urgente necesidad de ofrecer una formación gratuita y de mayor nivel a todos los chilenos. Y es que solo de esta forma se podrán vencer las increíbles diferencias existentes entre ricos y pobres en Chile. Ahora que esta reforma es tan esencial para el país, es momento de que Michelle Bachelet no se deje llevar por ideologías ni manifestaciones.

Mediadora entre las alianzas

Su relación con la ideología es también un punto clave para la política exterior del Gobierno de Bachelet: Chile es miembro de la “Alianza del Pacífico”, el exitoso y flexible contraproyecto de la ideológicamente obstinada Mercosur. La nueva presidenta de Chile ya dejó claro en su campaña electoral que quiere actuar como mediadora entre las dos alianzas económicas. La alianza pacífica tiene la ventaja geográfica de haber traído a México a Sudamérica, con el coste que ello supone para Brasil. Con la mediación de Chile, sin embargo, éste último podría convertirse en el país más potente de Latinoamérica. Asimismo, no ha sido mala idea colocar al antiguo embajador chileno en Brasil al frente de la cartera de Asuntos Exteriores: una clara señal política y económica de alejamiento del proteccionismo y apertura del mercado.

Más allá de esto, Bachelet tiene la oportunidad de enviar otra señal contundente: va a tener que pronunciarse acerca de la situación de intranquilidad y represión que está sufriendo Venezuela cuando el UNASUR se ocupe del tema. El conflicto ha provocado una profunda división del continente. Además también se verá cómo se posiciona la socialista Bachelet ante el resto de la izquierda latinoamericana. Sin duda, es demasiado lista como para adherirse a la retórica, por momentos insensata y pasada de moda, que profesan sus homólogos Kirchner y Maduro, en Argentina y Venezuela, respectivamente. Pero, naturalmente, va a querer colocarle al asunto su sello propio.

Ninguna revolución

A pesar de todo, la pragmática Bachelet tampoco va a anunciar una revolución, ni en su propio territorio ni en el extranjero. Si es capaz de mantener unida su alianza partidista y, al mismo tiempo, moderar de forma inteligente los conflictos de intereses de la sociedad, tendrá la oportunidad de cumplir con las altas expectativas puestas en ella.