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“Nada indica que el terror nuclear ha pasado”

Diego Zúñiga
16 de febrero de 2017

A 50 años de la firma del Tratado de Tlatelolco, que declara a América Latina y el Caribe zona libre de armas nucleares, DW conversó con el secretario general de Opanal, Luiz Filipe de Macedo Soares.

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Imagen: picture-alliance/dpa

En plena Guerra Fría, con la crisis de los misiles de 1962 en Cuba fresca como una amenaza ardiente sobre las cabezas de toda la humanidad, lo más lógico era desarrollar armamento nuclear y sumarse a la tendencia de multiplicar las ojivas que principalmente Estados Unidos y Rusia, aunque también Francia, China y Reino Unido, impulsaban desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Pero un mexicano, Alfonso García Robles, apostó por una vía alternativa y hace 50 años, junto a otros 14 países de América Latina y el Caribe, decidieron darle una oportunidad a la paz, como pedía John Lennon a comienzos de los setenta.

Azuzados por la importancia de la fecha, el pasado 14 de febrero se reunieron en Ciudad de México representantes de todos los países de la región, en total 33, que con el paso de los años adhirieron al tratado. El objetivo era para participar en la 25ª. sesión de la Conferencia General del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe (Opanal). No es un aniversario menor: se trató de un acuerdo pionero, el primero en declarar a una región densamente poblada libre de armas nucleares.

"El Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (Tratado de Tlatelolco) es el primer instrumento jurídico internacional que prohibió las armas nucleares. Proscribió el desarrollo, la producción, la posesión, el ensayo y el emplazamiento, por cualquier medio, de las armas nucleares en nuestra región”, explica a DW el embajador Luiz Filipe de Macedo Soares, Secretario General de Opanal.

Potencias comprometidas

El tratado busca explícitamente garantizar "la ausencia de armas nucleares en la región y el uso de la energía nuclear exclusivamente para fines pacíficos”, y reconoce que "la sola existencia de armas nucleares representa una amenaza para la humanidad”, como dice en parte de su texto. Contrariamente a lo que podría pensarse, quedar fuera del club atómico no debiera suponer una desventaja en términos de defensa. Al menos así lo ve el secretario general de Opanal, organismo creado precisamente a raíz del Tratado de Tlatelolco.

Luiz Filipe de Macedo Soares saluda al presidente Enrique Peña Nieto.
Luiz Filipe de Macedo Soares saluda al presidente Enrique Peña Nieto.Imagen: picture-alliance/Zumapress/A. Ojeda

"Las armas nucleares como elemento de seguridad no son más que una ilusión. La mera existencia de las armas nucleares representa un peligro para la vida en la Tierra. Si bien hace décadas terminó la Guerra Fría, existen más de 1.800 armas nucleares en el mundo en estado de alerta operacional, a unos minutos de lanzarse, sea intencional o accidentalmente. Por lo tanto, para Opanal y sus Estados la única garantía realmente efectiva contra el uso y la amenaza del uso de las armas nucleares es su total eliminación”, opina el experto.

Si bien la región tiene problemas más acuciantes que enfrentar, como el narcotráfico, los refugiados, la relación con Estados Unidos o la pobreza, recordar el hito que supuso la firma del acuerdo es también una señal de lo bien que se puede trabajar en conjunto. "Mediante el Protocolo Adicional II al Tratado de Tlatelolco, los cinco Estados poseedores de armas nucleares reconocidos por el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) se comprometieron jurídicamente a respetar el Tratado y a no usar ni amenazar con usar sus armas nucleares a los 33 Estados parte en el instrumento. A la fecha, nuestra zona libre de armas nucleares es la única que cuenta con este compromiso consolidado”, destaca Luiz Filipe de Macedo Soares.

Peligro latente

La importancia del tratado de Tlatelolco puede medirse con distintas varas, pero quizás dos de ellas sean particularmente importantes. Una, que el acuerdo funcionó como precursor de otros tratados similares (Australasia, 1985; sudeste asiático, 1995; África, 1996; Asia Central y  Mongolia, 2006). Y otra, que su impulsor más reconocible, Alfonso García, recibió en 1982 el Premio Nobel de la Paz, entre otras razones debido a que fue "la fuerza detrás del acuerdo que declaró a América Latina una zona desnuclearizada”, según el comité del Nobel.

El secretario general de Opanal, en tanto, recuerda que –más allá de los avances evidentes que ha habido en la materia–, el peligro de una hecatombe nuclear no ha desaparecido.  "Cuando se concluyó el Tratado de Tlatelolco, hace 50 años, había cinco Estados poseedores de armas nucleares. Hoy son 9. Los programas de modernización de los arsenales nucleares son una evidencia de que el peligro de un conflicto nuclear no ha pasado. Las tensiones entre varios de los Estados poseedores ha crecido en los últimos años. Nada indica que los tiempos álgidos del terror nuclear han pasado, aunque es cierto que la conciencia sobre el tema ha disminuido”.