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Nicaragua conmocionada por destrucción de imagen religiosa

Johnny Cajina
1 de agosto de 2020

Tras varios ataques a parroquias en pequeñas ciudades nicaragüenses, una explosión en la catedral de Managua redujo a cenizas el más venerado símbolo de los católicos: la Sangre de Cristo.

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Nicaragua, Anschlag auf Kathedrale in Nicaragua
Imagen: picture-alliance/dpa/C. Herrera

Las llamas convirtieron en escombros casi cuatro siglos de historia religiosa en Nicaragua, cuando una repentina explosión en la Catedral Metropolitana de Managua causó el viernes (31.07.2020) un incendio en la capilla que resguardaba la imagen de la Sangre de Cristo.

El incendio, que según testigos fue provocado por un desconocido que penetró al templo, generó estupor, tristeza y conmoción en este país centroamericano, donde una gran mayoría de la población es religiosa. El venerado Jesús crucificado, una escultura tallada en madera que ha permanecido a Managua desde 1638 y que todos conocen como la Sangre de Cristo, quedó calcinado.

"Este es un acto terrorista que muestra cómo está la situación del país. No hay ningún indicio de que haya sido un accidente. Es un acto con mala intención en el que utilizaron algún artefacto incendiario”, aseguró en entrevista con DW monseñor Carlos Avilés, Vicario General de la Arquidiócesis de Managua. 

Minutos después del siniestro, adelantándose a las investigaciones policiales, la vicepresidenta Rosario Murillo, vocera del gobierno, atribuyó el suceso a un accidente causado por "las velas que coloca la feligresía” en la capilla. Sin embargo, el cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de  la capital, y la Arquiodiócesis de Managua, rechazaron la versión de la esposa del presidente Daniel Ortega.

"Repudiamos el acto terrorista perpetrado en la capilla dedicada a la consagrada e histórica imagen de la Sangre de Cristo, la cual fue calcinada en su totalidad por un artefacto (…) de una fuerza destructiva y contundente en la que se reconoce un acto premeditado y planificado por una persona experta en manipular este tipo de objeto siniestro”, expresó en un comunicado la Arquidiócesis capitalina.

Una cadena de sucesos

Sin señalar presuntos culpables, el texto resaltó que el hecho se suma "a una serie de actos sacrílegos, de violaciones a la propiedad de la Iglesia, de asedio a los templos, (…) una cadena de sucesos que reflejan el odio a la Iglesia”.

El supuesto atentado generó reacciones inmediatas de condena por parte de feligreses, teólogos, empresarios, políticos y activistas de derechos humanos.

Consultada por DW, la reconocida teóloga y poeta Michele Najlis calificó lo sucedido como "un acto de barbarie, un fanatismo ilimitado, una provocación que nos ha dejado sin palabras”.

Najlis recordó que en los últimos días desconocidos atacaron las parroquias de Nindirí y de Veracruz, en la vecina provincia de Masaya, donde "profanaron el sagrario, pisotearon hostias y defecaron en los templos”, hechos que ella atribuye a "una intención premeditada de ofender y provocar a la Iglesia católica”.

Aunque nadie ha reivindicado esos ataques, en las redes sociales muchos recordaron la década de 1980, marcada por una fuerte enemistad entre el primer gobierno de Ortega y la jerarquía de la Iglesia católica opuesta al sandinismo.

Para Michele Najlis, poeta de renombre que apoyó aquella revolución (1979-1990), lo ocurrido en estos días es motivo "de enorme tristeza y enojo, porque han tocado a una de las imágenes religiosas más queridas del cristianismo católico. Tocarle la Sangre de Cristo a este pueblo es tocarle lo más sagrado”.

La imagen, que antiguamente se le conoció como "El Señor de los Milagros" y que ha sido venerada por creyentes que llegan a visitarla desde todo el país, sobrevivió intacta a cuatro terremotos, incluyendo a los que destruyeron por completo la capital en 1931 y 1972. 

"Condenamos el ataque violento el día de hoy en la Catedral de Managua, que constituye el más reciente de una serie de ataques deplorables a templos católicos” del país, declaró por su parte, vía Twitter, el embajador de Estados Unidos en Nicaragua, Kevin Sullivan, cuyo gobierno ha impuesto sanciones a 22 funcionarios y allegados a Ortega en los últimos dos años.

"Un ataque dirigido”

A Gabriela Moreno, miembro de la comunidad católica de la iglesia San Luis Gonzaga de Managua, la destrucción de la imagen de la Sangre de Cristo le causó dolor e indignación. "Detrás de esto están estas personas que han atacado a la Iglesia desde los años ochenta”, afirmó en diálogo con DW.

"Creo que es un ataque dirigido a la Iglesia católica, hay una persecución tremenda, muy probablemente porque la Iglesia es la que siempre ha defendido al pueblo de Nicaragua, la libertad, la justicia y la verdad”, añadió, haciendo alusión al apoyo que los obispos católicos dieron a los estudiantes durante la revuelta social que estalló en 2018.

En un  comunicado emitido tras una inspección en el lugar, la Policía descartó que el incendio fuese provocado por un cortocircuito eléctrico y aseguró no haber hallado "residuos de pólvora artesanal, sustancias explosivas de origen industrial, ni acelerante tipo hidrocarburo”, descartando así el posible estallido de una bomba molotov.

Por el contrario, el informe destacó que encontraron en la capilla un "atomizador plástico con alcohol (volátil de fácil combustión)", objeto que inexplicablemente no se derritió durante el voraz incendio.

El vicario general de Managua rechazó la versión policial, indicando que los bomberos que se presentaron en la Catedral aseguraron que el fuego que derritió la cúpula de aluminio y cristal que protegía a la Sangre de Cristo alcanzó los 600 grados centígrados.

Fue "una bomba de gran poder, la imagen quedó calcinada...”, expresó a los periodistas, visiblemente consternado, el cardenal Leopoldo Brenes.

Por su parte, el obispo de la diócesis de Matagalpa (norte), monseñor Rolando Álvarez, escribió en su cuenta de Twitter:  "Lo que sucedió a la sagrada y venerable imagen de la Sangre de Cristo es una herida grave, no solo a la dignidad y sensibilidad católica, sino de todo nicaragüense de buena voluntad. Es un daño y agravio religioso. Daño histórico y cultural de magnitudes dantescas”. (dzc)

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