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Falleció Rupert Neudeck

Volker Wagener (RMR/ER)31 de mayo de 2016

Falleció Rupert Neudeck, un ciudadano del mundo, sobre todo, allí donde habita el sufrimiento. Fue cofundador de la organización humanitaria Cap Anamur. Volker Wagener nos muestra la labor de este admirable testarudo.

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Imagen: picture-alliance/dpa/Schiller

Fue en medio de una de las muchas guerras yugoslavas a comienzos de los 90. Tenía concertada una entrevista privada en su casa, una vivienda adosada en Troisdorf, entre las ciudades de Colonia y Bonn. El tema que íbamos a tratar era una campaña de donativos para Mostar, la ciudad en Bosnia y Herzegovina, cuya diversidad étnica supuso su maldición. Neudeck, el profesional en temas de ayuda, daba consejos, telefoneaba con los trabajadores de su organización en África y buscaba documentos, incluso debajo del sofá.

El centro de operaciones de la organización probablemente más pequeña del mundo estaba desplegado en su cocina y sala de estar. Desde la provincia alemana, Christel, su mujer, también estaba involucrada y coordinaba el trabajo de la organización entre la plancha y la lavadora, como si fuera lo más normal del mundo.

Siempre presente donde está el dolor

En la familia de Christel y Rupert Neudeck, padres de tres hijos, no se diferenciaba entre vida privada y profesional. Pero en su caso no era una profesión, sino más bien un vocación. Neudeck era un periodista apasionado, que escribía sus manuscritos con frecuencia en los aviones o de camino a una zona conflictiva, en medio del invierno con los kurdos en Anatolia o en el bombardeo permanente en algún lugar en Bosnia. Este pequeño hombre con barba de marinero y ojos chispeantes era una autoridad moral en Alemania.

No era un samaritano ingenuo

En los 70 apareció su nombre en todos los titulares mundiales con el barco de carga “Cap Anamur” al salvar a más de 11.000 vietnamitas en el Mar de China. Él comentó más tarde con doble sentido y de manera provocadora que se había comportado como un “traficante”. No podía simplemente quedarse de brazos cruzados ante una muerte masiva y esperar la lenta reacción del aparato de ayuda humanitaria de la Comunidad Internacional. Quería ayudar inmediatamente. Era su imperativo moral.

Christel y Rupert Neudeck.
Christel y Rupert Neudeck.Imagen: dpa

Al principio no disponía de medios económicos, pero cuando más tarde el Nobel de Literatura Heinrich Böll se convirtió en uno de los aliados de su organización, se originó el sistema permanente de donaciones privadas con el que podía ayudar de forma duradera y mundial.

Nunca cobarde

Su vida transcurrió entre búsquedas, cambios de ruta y muchos momentos felices. Nació en 1939 en Gdansk y en 1945 casi hubiese terminado su biografía. Su familia quería darle la espalda al cada vez más cercano Ejército Roj y huir por el Báltico en el barco Wilhelm Gustloff. Llegaron tarde, el barco había zarpado, pero se escaparon de una muerte segura. Neudeck estudió filosofía, filología alemana, sociología y teología católica, pero abandonó la carrera universitaria en 1961 para entrar a formar parte de una orden jesuita. Salió de la orden, terminó la carrera universitaria, realizó un doctorado sobre ética política en Sartre y Camus y se convirtió en periodista. Jean Paul Sartre le dijo poco antes de su muerte que uno “solo puede vivir su ser y su vida si se dedica a los demás”. Era la única verdad.

Algunas décadas más tarde, Neudeck definió su incesante actividad de la siguiente manera: “No quiero ser un cobarde nunca más”. Cap Anamur es “el resultado más bonito del deseo alemán de no ser nunca más cobarde, sino siempre valiente”, justificando así su impulso interior de querer ayudar siempre donde las organizaciones oficiales y los Estados son muy lentos, muy vacilantes o no hacen nada.

En 1994 pudo comprobar el cinismo político del llamado "primer mundo" en Ruanda. Los soldados franceses evacuaban a “los valiosos blancos” por aire mientras continuaba el asesinato entre la población del país. El habló abiertamente sobre temas que en política eran verdades incómodas. Era una persona testaruda, pero útil. Murió demasiado pronto con 77 años. Nos hubiese hecho falta una persona observadora y crítica como Neudeck para el reto de integrar a más de un millón de refugiados en Alemania. El año pasado dijo con respecto a la llegada de sirios, afganos e iraquíes que “solo pueden prosperar grandes cosas en el clima de la confianza”.