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África guarda silencio, como de costumbre

Dirke Köpp3 de septiembre de 2016

Después de la polémica victoria del presidente Ali Bongo, Gabón queda al borde de una guerra civil. La comunidad internacional llama a la prudencia, pero las reacciones se hacen esperar, dice Dirke Köpp.

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Gabun Libreville Regierungsgebäude Wrack Ausschreitungen
Imagen: Getty Images/AP/J. Bouopda

El Parlamento quedó incendiado, más de 1000 personas fueron arrestadas, muchos perdieron la vida y la Policía y el Ejército acordonaron la ciudad. Este es, en resumidas cuentas, el balance de la elección presidencial en Gabón. ¿Cuál fue el motivo? Parte del pueblo gabonés no estaba preparado para aceptar la victoria del presidente en cargo, Ali Bongo Odimba. Ellos sostienen que su victoria, anunciada por el Comité Electoral, fue fraudulenta. Tras las manifestaciones que se desataron, Ali Bongo, en respuesta hacia sus detractores políticos, reaccionó haciendo uso de medidas extremas, desplegando un gran número de activos de fuerzas de seguridad. Las sedes de varios partidos políticos fueron atacadas, cercas fueron destruidas y muchas personas fueron asesinadas.

Esta es la clase de respuesta que dañaría la reputación de cualquier jefe de Estado. Y es que se supone que un gobernante debe velar por el bienestar de sus ciudadanos. Así, no sorprende que Jean Ping –el rival político de Ali Bongo– lo comparara con el líder sirio, Bashar al-Assad, y dijera que Bongo debe compadecer frente a la Corte Penal Internacional.

Fueron 6.000 los votos de más con los que Ali Bongo ganó a su contrincante Jean Ping. Los votos extras, en su mayoría, provinieron de la provincia natal del actual presidente, en Haut-Ogooué, donde, según cifras oficiales, aseguró más del 93 por ciento del electorado. Para Bongo, un reconteo de los votos queda, sencillamente, descartado: ha ignorado la demanda que hizo la ONU para un reconteo, así como la petición hecha por la Unión Europea, Francia y Estados Unidos de publicar los resultados de los diferentes puestos de votación.

Ni líderes en África ni sus instituciones han emitido declaraciones oficiales sobre las elecciones y su resultado. Y, como era de esperar, tanto la Unión Africana como la Comunidad Económica de los Estados de África Central (CEEAC) han mantenido un deshonroso silencio. Los líderes africanos tienen cuidado de no atacarse mutuamente: Idriss Déby, en Chad, y Dénis Sassou Nguesso, en la República del Congo, fueron recientemente reelegidos bajo condiciones similarmente dudosas. El caso de Pierre Nkurunziza, aunque no tan reciente, fue también controvertido. Nkurunziza ha estado ilegalmente en el poder por más de un año y ha hecho lo que dictadores usualmente hacen: intimidar a la población e ignorar los llamados y peticiones de la comunidad internacional.

Dirke Köpp, dirige la redacción francesa para África
Dirke Köpp, dirige la redacción francesa para África

Y siendo un tanto sarcásticos: si Ali Bongo es suficientemente astuto, haría igual que Déby, Sassou y Nkurunziza y esperaría a que el problema simplemente pase. Tarde o temprano la comunidad internacional se volcará hacia otra zona en conflicto y olvidará a Gabón.

La oposición y, en particular, su candidato, Jean Ping, expresidente de la Comisión de la Unión Africana, comparten también la culpa de lo que está sucediendo: en ningún momento Ping hizo un llamado a sus seguidores a la prudencia, lo que uno esperaría de alguien que desea ser el presidente de su país y desea, asimismo, el bienestar de sus conciudadanos. Ping, en repetidas ocasiones, ha manifestado que tal llamado no es posible: el pueblo ha sido atacado y éste protesta como consecuencia de ello. Esas no son palabras de un jefe de Estado; todo hace temer que, si Ping hubiese ganado las elecciones, Gabón habría salido de un problema para meterse en otro aún peor.

Aquí puede leer la versión original en alemán de este artículo de opinión