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Adiós al garante del poder mundial

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Ines Pohl
21 de enero de 2017

Como nuevo presidente, Trump representa los intereses de los propios Estados Unidos por encima de viejas alianzas. Para unir a un país dividido, invoca un peligroso nacionalismo, advierte Ines Pohl desde Washington.

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Washington Amtseinführung Trump
Imagen: Picture-Alliance/AP Photo/M. Balce Ceneta

Donald Trump es Donald Trump. Quienes esperaban que el hombre de negocios de Nueva York cambiara su tono agresivo una vez juramentado como presidente de los Estados Unidos han resultado duramente decepcionados. El primer discurso del 45º presidente de los Estados Unidos no deja lugar a dudas: Trump no piensa ni remotamente acallar su afilada lengua como ocupante del hasta ahora cargo político más importante del mundo. Al contrario, repitió las promesas de su ácida campaña electoral. Promete, mediante el aislamiento en las políticas económica y de defensa, recuperar la antigua grandeza del país. Asegura que él, el multimillonario, con su gabinete de multimillonarios, va a hacer el país más justo. Pretende mejorar la educación y proporcionar puestos de trabajo seguros para todos, poniendo fin a la influencia de potencias extranjeras. En su Administración, los Estados Unidos sólo se deberán ocupar del bienestar inmediato del propio país. 

Que con esto se abandona el papel de los Estados Unidos de América como principal poder del orden global es algo calculado. Y, para un hombre que pone por encima de todo las posibles ventajas que ello puede suponer para su país, no resulta ningún problema en absoluto.

El nuevo peso de las palabras

Nada nuevo se le escuchó en su toma de posesión al nuevo presidente, de 70 años de edad. Y, sin embargo, sus palabras tienen un nuevo peso. A pesar de que el poder del presidente de Estados Unidos tiene sus límites, como tal influye sobremanera en el clima político del país. Y fue aclamado frenéticamente por cerca de medio millón de seguidores llegados de todo el país, simplemente por el hecho de que no se desdijo de sus promesas electorales. Con el mismo entusiasmo con el que sus detractores salieron a protestar contra esa nueva línea política.

Las prolongadas campañas electorales en los Estados Unidos conllevan que el nuevo presidente se encuentre un país herido y dividido. Siempre es así, aunque haya alcanzado niveles inéditos con la retórica de confrontación del presidente Trump. Por consiguiente siempre fueron, desde hace décadas, los de reconciliación los primeros gestos del nuevo inquilino de la Casa Blanca. También en esto es Donald Trump una excepción.

El poder del hombre fuerte

Él no cree en el poder de la reconciliación, sino en el del tipo duro. Con cada palabra y cada gesto de su primer día en el gobierno mostraba que no va a ser blando. Al mismo tiempo, sigue al pie de la letra el manual del demagogo, definiendo lo "forastero" como amenaza y agitando los miedos para cerrar filas en torno a él.

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Ines Pohl es corresponsal de DW en Estados Unidos

Con ello tiende muchas trampas, principalmente para los estadounidenses liberales y abiertos a los que les gustaría un país muy diferente al que él propone y al que quieren ver integrado en el mundo libre, por el que se debe abogar y luchar.

Excluidos de la prosperidad

Aunque, al final, un 54 por ciento de los estadounidenses querían otro presidente y sólo el obsoleto sistema electoral permitió que ganara el candidato que tenía tres millones de votos menos, las preocupaciones y necesidades de muchos de sus seguidores son totalmente reales. Y sería un arrogante y fatal error ignorar sus duras condiciones de vida. Es una vergüenza que tantas personas vivan en la pobreza sin esperanza en uno de los países más ricos del mundo. Que tantos niños carezcan de posibilidades desde su primer día de vida por nacer en la familia equivocada y en un sistema educativo que sobre todo promociona a los privilegiados. Que tanta gente dependiente, simplemente, se sienta abandonada.

Hay multitud de comprensibles razones por las que los seguidores de Trump hace tiempo que perdieron la fe en la élite política.

Un fenómeno como el de Donald Trump sólo puede darse, seguro, en Estados Unidos. Que la arrogancia y la ignorancia del poder abra las puertas al nacionalismo más peligroso, sin embargo, no está, desde luego, exclusivamente limitado a los Estados Unidos de América.

 

Para aprender: aquí puede Usted leer la versión original de este artículo en alemán.