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Autodestrucción del Gobierno de Trump, en marcha

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Michael Knigge
29 de julio de 2017

Con Anthony Scaramucci, Trump ha puesto a su alter ego como jefe de comunicación, quien con sus insultos contra miembros del Gobierno muestra una vez más lo amenazada que está esta administración, opina Michael Knigge.

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USA | Kommunikationschef und Pressesprecher des Weißen Hauses Anthony Scaramucci
Jefe de comunicaciones y secretario de prensa de la Casa Blanca: Anthony ScaramucciImagen: Reuters/J. Roberts

Quien pensó que con la salida del portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer –después de solo seis meses en el cargo–, y los constantes ataques del presidente a través de Twitter contra su propio fiscal general, Jeff Sessions, se había llegado al punto más bajo posible, se ha equivocado, nuevamente.

Los ataques de Scaramucci contra el jefe de Gabinete, Reince Priebus, (nota del editor: después de escrito este artículo de opinión, Reince Priebus ha sido reemplazado por el exgeneral John Kellyy el jefe estratega, Steve Bannon, son únicas por tres razones: el desprecio personal –más bien el odio hacia sus rivales– que se detecta en las palabras de Scaramucci no es solo escalofriante, sino también inusual, incluso para un miembro de alto rango del Gobierno de Trump. La ingenuidad e incompetencia de Scaramucci, quien en una llamada con el destacado periodista neoyorquino Ryan Lizza insultó a miembros de su propio equipo, rompe cualquier molde y marca nuevos rumbos.

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La tercera y decisiva razón por la que este episodio se asemeja más a películas de mafiosos como "Goodfellas" o a series del mismo género como "Los Soprano" es el hecho de que Scaramucci es precisamente el alter ego de Trump: como Trump, proviene de Nueva York, no tiene una influencia política profunda (apoyó a demócratas como Hillary Clinton o Barack Obama), es un orador seguro de sí mismo y, al igual que Trump, es un malabarista financiero.

Más gente como Trump

El nombramiento de Scaramucci –completamente inexperto en esta función– deja claro que este presidente no es capaz de aprender. Contrariamente, el nombramiento de Scaramucci muestra la convicción del presidente de que se necesita más gente como él para lograr sus objetivos con su estilo político.

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Corresponsal de DW en Washington, Michael Knigge

Por esta razón, no es una sorpresa real que ahora sea más fácil enumerar a los líderes de los ministerios importantes y las oficinas gubernamentales que no tienen ninguna disputa con Trump, que viceversa. Solo con el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, parece Trump no tener ninguna querella. Por otra parte, Trump a veces lidera batallas abiertas y a veces silenciosas contra el fiscal general, Jeff Sessions, y el vicefiscal general, Rod Rosenstein, el secretario de Estado, Rex Tillerson, el secretario de Defensa, James Mattis, y el asesor de Seguridad Nacional, H.R. McMaster. Desde el principio, Trump promovió en la propia Casa Blanca una brutal lucha de poderes con frentes cambiantes, involucrando no solo a actores como Steve Bannon y Reince Priebus, sino también a miembros de su propia familia. Tampoco ha mantenido la mejor de las relaciones con el Congreso estadounidense.

Preocupación ante un imprevisto desastre

Con el estilo político de Trump de "comer o ser comido" no se puede, a largo plazo, gobernar con éxito una democracia como la de Estados Unidos. Trump y el partido Republicano todavía están firmemente en modo opositor a pesar de tener mayoría en el Congreso y de tener la presidencia; después de seis meses, no han logrado aprobar ni una sola ley importante. El caos paralizante y la asombrosa incompetencia de la Casa Blanca y el Congreso hacen que algunos observadores se preocupen por cómo reaccionaría este Gobierno ante una imprevista catástrofe.

Todo esto, sin embargo, no significa que bajo Trump solo exista una paralasis general. Aún cuando esta Administración sea incapaz de sacar adelante sus propias leyes, hay algo que sabe hacer eficazmente: destruir y causar confusión. Esto no solo se ha demostrado con el veto migratorio, la retirada del Acuerdo Climático de París, la prohibición de personas transgénero en filas militares y los cambios planeados para la neutralidad de la red y la regulación de los mercados financieros, sino también lo ha demostrado una y otra vez en su proyecto más importante: el de la autodestrucción.