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Opinión: Crisis en la Gran Coalición alemana, un "déjà vu"

Jens Thurau
14 de septiembre de 2018

¿Seguirá en su puesto el jefe de los servicios secretos alemanes? La decisión sobre su futuro se ha pospuesto, señal de que hay desconfianza mutua entre los socios que forman la coalición de Gobierno, opina Jens Thurau.

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Imagen: picture-alliance/AP/M. Sohn

Este jueves (13.09.2018) volvió a apoderarse de los ambientes gubernamentales de Berlín una sensación de debacle. El jefe de los servicios secretos alemanes, Hans-Georg Maaßen, ha llevado la contraria públicamente a Angela Merkel en varias ocasiones en el tema de política de refugiados. (¿Qué otro asunto si no iba a ser?). A grandes rasgos, esto es lo sucedido: Maaßen dice que la ley y el orden se encuentran amenazados no tanto por la extrema derecha y los nazis como por la inmigración irregular. Y su jefe, el ministro del Interior, Horst Seehofer, también lo ve así. Pero la canciller no. Ni tampoco el partido socialdemócrata, el SPD, que forma coalición de Gobierno con la democristiana CDU de Merkel. El SPD exige con vehemencia un día entero el despido de Maaßen. Después se celebra una reunión de emergencia en la cancillería y finalmente se pospone el debate sobre Hans-Georg Maaßen hasta el próximo martes (18.09.2018).

¿Dimisión? Poco probable

Pregunta número 1: ¿Qué es lo que va a cambiar en cuatro días? El conservador Maaßen ha luchado toda su vida por lo que él entiende que son la ley y el orden. Últimamente lo ha hecho con medios bastante torpes. Al parecer, los partidos que forman la coalición de Gobierno, confían en que Maaßen ceda, dimita y salve de esta manera al Gobierno. Pero eso es poco probable que suceda.

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Jens Thurau.

Pregunta número 2: ¿Realmente estamos ante el debate sobre una persona? ¿No se trata más bien de una cuestión medular en este Gobierno? Es decir, que los socios de la actual Gran Coalición no encuentran una línea común en la cuestión central de la política de asilo. No siempre está claro quién defiende qué, pero es obvio que juntos no pueden resolverla. Tanto la CSU, el partido bávaro socio de la CDU de Merkel, como gran parte de la CDU, quieren una política migratoria más dura, porque creen que es la única manera de detener el avance de los populistas de derechas, la Alternativa para Alemania o AfD. Merkel, por su parte, quiere, sencillamente, seguir gobernando. Y el SPD quiere salir cuanto antes del atolladero en el que se encuentra metido, pero no puede, porque todas las encuestas muestran que unas nuevas elecciones llevarían a los socialdemócratas a una catástrofe aún mayor que la de septiembre de 2017.

Subida de la AfD

Todo ello suena a pánico y eso es lo que realmente es. Y la situación se va a agudizar. Próximamente se celebrarán elecciones regionales en los estados federados de Baviera y Hesse. Pronósticos: los partidos tradicionales serán castigados por el electorado, sobre todo los que forman la coalición del Gobierno central: la CDU, la CSU y el SPD. Los populistas de derechas de la AfD ganarán fuerza. El próximo año 2019 habrá elecciones en estados del este de Alemania y, según las encuestas, allí la AfD ya ha sobrepasado a la CDU en intención de voto. 

De cuando en cuando esta semana pasada hubo instantes en los debates del Bundestag, el Parlamento alemán, en los que pareció atisbarse una salida a esta situación. Esos momentos se producen cuando algunos ponentes valerosos confrontan a los populistas de derechas de la AfD con su odio a los extranjeros y ponen de manifiesto su compadreo con los extremistas de derechas y los nazis. Y cuando las barreras entre los partidos se superan y los partidos democráticos del Parlamento se mantienen unidos para defender con decisión el Estado de Derecho y la separación de poderes.

Abordar los verdaderos problemas

Estas fuerzas en todos los partidos, también en los de izquierdas, deben estar listas para hablar el mismo idioma en ese punto. Y deben también estar dispuestas a gobernar juntas. Para luchar contra la precariedad de la vivienda, la falta de recursos humanos en el área sanitaria, y para convertir Alemania en un país digital. Es decir, para solucionar los problemas reales. Y sí, también para hablar con los ciudadanos sobre sus miedos relacionados con la inmigración. Pero solo si esos ciudadanos no se manifiestan en las calles con aquellos que hacen el saludo nazi o atacan restaurantes judíos.

Sí, así podrían funcionar las cosas. Pero, de momento, la situación es muy diferente. El próximo martes, la sensación de debacle volverá a apoderarse de los ámbitos gubernamentales de Berlín. O se producirá de nuevo violencia en otro lugar de Alemania y se ampliará la lista que ahora contiene las localidades de Chemnitz y Köthen. La otra alternativa: Alemania toma fuerza y la sociedad pone en claro que no se deja amilanar por los extremistas de derecha ni los xenófobos. Y los partidos demuestran que son capaces de remitirse a aquello fundamental que tienen en común. La esperanza es lo último que se pierde.

Autor: Jens Thurau (MS/ERS)

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