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Entre sospecha generalizada y negación de la realidad

Felix Steiner19 de julio de 2016

El ataque a los pasajeros de un tren en Wurzburgo lo ha hecho evidente de nuevo: la política de refugiados de la canciller alemana ha dividido profundamente a la sociedad alemana, cree Felix Steiner.

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Imagen: picture-alliance/dpa/K. Hildenbrand

El término "terrorista" tiene, en sí, una definición clara: terrorismo es la difusión sistemática de miedo y horror a través de acciones violentas. En consecuencia, el ataque con hacha y cuchillo a los pasajeros de un tren de Wurzburgo no fue un acto terrorista, debido a que, hasta ahora, no se ha podido comprobar una vinculación del autor con grupos islamistas. El hecho de que tuviera una bandera del Estado Islámico pintada en su habitación cuenta tanto como las afirmaciones del departamento de propaganda de los terroristas. Hasta nuevo aviso, vale lo siguiente: se trata de un acto no sistemático, de una sola persona.

El término “terrorista” se evita consecuentemente

En esta lógica, los medios de comunicación alemanes describen, consistentemente, lo que ocurrió el lunes por la noche en un tren regional en Wurzburgo no como un acto terrorista, sino como un "ataque". En las primeras horas se habló incluso de una "matanza"., pero pronto esta designación desapareció. Luego se supo que el delincuente era un solicitante de asilo de 17 años de edad, procedente de Afganistán.

El problema con esta elección formal y correcta de los medios de comunicación es que una buena parte de la audiencia no sigue esta lógica. Para el ciudadano común, la serie de ataques, grandes y pequeños, ha sido cometida solo por musulmanes y siguen un sistema. Y es exactamente eso lo que nos quiere hacer creer el Estado Islámico. Por ello, muchos temen, cada vez más, convertirse en las próximas víctimas de un atentado a manos de radicales islamistas. Así, el terror habrá logrado su objetivo.

En medio del miedo ,los humanos tienden a la irracionalidad. Así se puede apreciar, sobre todo, en las redes sociales. El ataque de Wurzburgo, como tantas otras cosas en los últimos meses, es adjudicado a la apertura de la frontera por la canciller Merkel en septiembre de 2015, como fuente de todos los males. A nadie parece importarle que el atacante había llegado a Alemania hace dos años. Así como los asesinos de Niza, París y Bruselas, sin excepción, eran nacionales franceses y belgas. El problema estaba entonces desde hace tiempo en casa.

No vale la sospecha generalizada

Independientemente de lo que uno piense de la política de Merkel, una sospecha generalizada contra los habitantes musulmanes de Alemania contradice todos los principios de una sociedad liberal e impide su integración, condenada a tener éxito, aunque sólo sea por razones de seguridad interna. Pero tales consideraciones son probablemente demasiado complejas para las redes sociales.

Felix Steiner, de DW.
Felix Steiner, de DW.Imagen: DW/M.Müller

Pero al otro lado del espectro político reina la misma irracionalidad: aquel que señala la religión de los autores es tildado de nazi. O, al menos, acusado de fortalecer los partidos de la extrema derecha. Otros, por su parte, buscan todas las excusas posibles para la locura: seguro que el joven estaba traumatizado por las experiencias que lo obligaron al exilio. Un acto delictivo que con una buena terapia podría haberse evitado. Todo esto, mientras los ciudadanos comunes reaccionan a tales contorsiones intelectuales con desconcierto.

Cuando el autor es convertido en víctima

La exministra federal verde Renate Künast preguntó por Twitter, pocos después del atentado y sin tener conocimiento del caso, por qué el joven no fue inmovilizado. Una decisión que recae solo en la Policía. El rechazo a la exministra fue mayúsculo, y justificado.

En los medios convencionales de comunicación es visible en cartas o columnas de usuarios. En las redes sociales es palpable: desde el pasado otoño, la sociedad alemana está tan profundamente dividida, como no lo estaba en décadas. No nos queremos imaginar la situación tras un grave ataque terrorista con muchos muertos. Estamos lejos del lema de otras naciones que se dicen a sí mismas: “unidos persistimos, divididos caeremos”.