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¿Erdogan cambia de rumbo?

Alexander Kudascheff2 de julio de 2016

Ningún otro país de Europa se halla tan amenazado por el terrorismo como Turquía. El presidente Erdogan ha reaccionado con más flexibilidad de la que muchos esperaban, opina Alexander Kudascheff.

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Imagen: picture alliance/AA/I. Terli

La sociedad y la política turcas continúan conmocionadas por el atentado contra el aeropuerto de Estambul. No importa que el aeropuerto haya sido reabierto en muy poco tiempo, no importa que la vida, aparentemente, siga su curso. Esta pronta vuelta a la normalidad es también un recurso para reprimir los sentimientos. Turquía sigue en el punto de mira del terror, tanto del islámico como del kurdo. La seguridad interior del país está amenazada; la vida, en peligro. Y las consecuencias son claras.

La más importante: el turismo se ha desplomado. Los visitantes han dejado de llegar. Así, colapsa uno de los principales renglones económicos del país. Cientos de miles de personas se verán afectadas, perderán sus trabajos, no ganarán dinero. Esto pone también en apuros al errático presidente Erdogan. Mientras al país le iba bien económicamente, los turcos le han dejado pasar muchas de sus jugadas. Pero ahora todo se esfuma, también las inversiones extranjeras en el país.

¿Qué sabe el aparato de seguridad turco?

Igualmente importante: ¿cuán débilmente preparados están los aparatos de seguridad turcos? ¿Cuán poco saben? Los servicios secretos son capaces de identificar y perseguir cada voz disidente en Turquía y el extranjero. ¿Saben realmente tan poco? ¿O será que prefieren o han preferido saber, hasta ahora, tan poco? Tales preguntas se imponen.

Esta semana tuvo lugar un giro aparentemente inesperado, pero quizás obligado, en la política exterior de Ankara, en dos casos a la vez: el presidente Erdogan enmendó sus relaciones con Israel y hasta se disculpó con el presidente ruso, Vladimir Putin, por el derribo de un caza ruso y el fusilamiento del piloto en tierra. Erdogan trata así de librarse de su creciente aislamiento en política exterior, y ya ha enderezado en dos frentes. Adicionalmente, busca conversar con Al Sisi, el presidente Egipcio, para reforzar asimismo con él una tradicional alianza.

Alexander Kudascheff, editor jefe de DW.
Alexander Kudascheff, editor jefe de DW.

Turquía vuelve a dar pasos de vuelta a su rol como actor serio en la política exterior del agitado Oriente Próximo. Y es que el más importante problema turco está en sus narices, directamente en la frontera: la guerra civil siria. Turquía ha acogido a tres millones de refugiados. Pero, desde el primer día de la carnicería, Erdogan apostó porque un fin de la guerra solo sería posible sin Assad. Ahora, mejores relaciones con Moscú podrían significar, también, tener voz en Siria; llegar, eventualmente, a hablar con Assad.

¿Cómo librar al país de este aprieto?

Erdogan quiere salir de su aislamiento diplomático. Sus objetivos lo obligan a revitalizar viejas alianzas. Esto evidencia que Erdogan es más pragmático de lo que muchos piensan. Y es algo que podría verse también en su relación con Berlín: también aquí las relaciones pudieran desenquistarse. Para bien de ambos países y para bien de los muchos turcos que viven en Alemania (que han observado incrédulos, consternados y hasta asustados los más recientes encontronazos con Alemania, como observaron muchos también la resolución del parlamento alemán sobre Armenia).

Erdogan intenta librar al país del aprieto diplomático. Pero igualmente importante será pacificar Turquía puertas adentro. Eso quiere decir: volver a una solución política del conflicto kurdo. Eso quiere decir: devolver la libertad de prensa y expresión. Eso quiere decir: devolver la democracia a Turquía. Eso quiere decir, en definitiva, acabar con el intento de convertir a Turquía en una autocracia. Aunque el peligro del terror islamista permanezca, con ello, lamentablemente intacto.

Para aprender: aquí puede usted leer la versión en alemán de este editorial.