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Opinión: ¿Hasta cuándo?

Bernd Riegert20 de octubre de 2015

Cada día siguen llegando refugiados a la UE y se dirigen al noroeste. La política europea reacciona de forma descoordinada. Todo depende de Alemania, cuyas fronteras, de hecho, siguen abiertas.

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Flüchtlinge an der österreichisch-deutschen Grenze
Imagen: picture-alliance/dpa/A. Weigel

En la cumbre de la UE de la semana pasada, los jefes de Estado y de Gobierno hicieron como si existieran una política de refugiados común y posibles soluciones. Ahora, ni siquiera una semana después, lo que está ocurriendo en la Ruta de los Balcanes habla por sí solo. No se puede hablar ni de solidaridad europea ni de reparto de la carga. Cada Estado se preocupa sólo por sí mismo.

Consecuentemente, Hungría se ha blindado con la ayuda de Polonia y la República Checa. Grecia, Croacia, Eslovenia y Austria empujan a los refugiados para que sigan camino cuanto antes a pesar de que estén empapados o pasando frío. Macedonia y Serbia, candidatos a entrar en la UE, hacen exactamente lo mismo. Y al final de la cadena se encuentra Alemania, donde sus habitantes ni pueden ni quieren aceptar más refugiados en su país, en vista de las protestas realizadas por el gobierno de Baviera y los sondeos de opinión.

La situación llega a un punto crítico

A pesar de las muchas decisiones tomadas en Bruselas, la situación no es que no haya mejorado, sino que ha llegado a su momento álgido: cada vez más refugiados y solicitantes de asilo se arriesgan a emprender el viaje, a pesar de las absurdas carreras de obstáculos que se encuentran en las fronteras. Al contrario de lo que habían imaginado los líderes europeos, la cifra aumenta y no disminuye. Decenas de miles se dirigen desde Grecia hacia el norte de Europa en este momento. El lunes, el Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas registró el mayor número de entradas en un solo día en Grecia procedentes de Turquía.

Si la idea de la UE de externalizar el problema en Turquía funcionara, lo haría, como pronto, dentro de unos meses. El gobierno de Turquía, sin embargo, ha dejado claro que no va a acoger a los refugiados que Europa no quiere. Turquía no va a desempeñar el papel de “campo de concentración” de Europa, declaró desafortunadamente el primer ministro del país. Tampoco ayudan ni las promesas de hacer concesiones políticas ni las ofertas económicas.

La amarga realidad es fácil de explicar: la política de refugiados europea realizada durante los últimos meses ha fracasado y amenaza con hundir completamente al continente en el caos. Impotente, la Comisión Europea sigue hablando de una solución paneuropea y trata de evitar acusaciones. Pero justamente eso es lo que hacen ya algunos Estados miembros: Croacia, Eslovenia, Austria, Hungría y Grecia se señalan unos a otros con el dedo y se acusan de violar las leyes europeas. ¿Qué reglas?¿Cuáles siguen vigentes?

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Bernd Riegert, corresponsal europeo de DW.

El pacto de Dublín está acabado

La canciller federal alemana ha declarado muerta la regla de Dublín que exige al Estado miembro que reciba primero a un refugiado que se haga responsable de su registro. Austria, Hungría y el Estado federado de Baviera insisten en el cumplimiento de esta norma con el fin de hacer retroceder a los refugiados. Grecia, y en cierta medida Italia, hace años que no cumplen con la regulación de Dublín. Hasta ahora nadie tiene un plan sobre cómo sustituir el Pacto de Dublín. Ni siquiera Merkel.

Del vago concepto de que la frontera con Turquía debe ser sellada, y los refugiados han de ser canalizados a través de grandes centros de registro (puntos calientes), sólo se han dibujado las líneas generales. Que alguna vez pueda ser puesto en práctica, es algo cuestionable. Y es que requeriría una seguridad fronteriza estricta, así como lugares de acogida seguros y vigilados y las consecuentes deportaciones hacia las fronteras exteriores de la UE.