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Merkel como parte del problema

Christoph Hasselbach27 de octubre de 2015

La canciller fue considerada por mucho tiempo como la gran autoridad en Europa. Pero con su política de refugiados, se ha convertido en una carga, dice Christoph Hasselbach.

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Imagen: REUTERS/Francois Lenoir

¿Hay ahora en la UE otro problema más apremiante que el de los refugiados? La crisis de la deuda soberana mantuvo por años en suspenso a los europeos por que, supuestamente, el destino de la Unión Europea estaba en juego.

Informes recientes de que los acreedores retrasaron el desembolso de nuevos préstamos a Grecia porque el gobierno de Atenas estaba retrasando las reformas prometidas, muestran que el caso griego sigue vigente. Pero la mención de la crisis en Grecia muestra algo más: la canciller alemana ha perdido considerablemente su prestigio en Europa, en pocas semanas.

En la crisis de la deuda, Merkel se labró una gran autoridad. Ella exigió el cumplimiento de las normas a favor de la solidez y la cohesión europeas. Pero también estaba dispuesta a hacer compromisos, si era necesario. No a todos les gustaba su política de estabilidad. Pero muchos, incluidos sus críticos, reconocieron que la fórmula Merkel era buena y necesaria.

Otros responsables

Hasta que, ante la llegada masiva de refugiados, Merkel reaccionó pronunciando dos frases fatales: "No hay número límite" y "¡Podemos lograrlo!". Dos consignas que aún defiende. Luego visitó algunos campos de refugiados en donde los peticionarios de asilo se tomaron selfies con ella y más tarde decidió no aplicar el Tratado de Dublin. Para ella, poner vallas contra los refugiados es inútil y reprochable. Ante la pérdida de control del Estado sobre sus fronteras reaccionó encogiendo los hombros. Y como si no fuera suficiente, declaró ante los demás europeos su visión personal de las cosas como la única moralmente viable.

En otras palabras: los socios europeos deberán ayudar a Alemania a paliar las consecuencias de una política, cuya mayor responsable es Merkel. Si bien nadie afirma que Merkel sea la responsable de que cientos de miles abandonen sus países, ella sí promovió fuertemente la atracción de Alemania entre los peticionarios de asilo, involucrando con ello a otros países europeos, en contra de su voluntad.

Arrogancia alemana

De nuevo se muestra la arrogancia alemana, así fuera en pro de una causa noble. Desde ese momento, sus homólogos europeos le muestran un frío rechazo. Los pocos partidarios, como el presidente francés Hollande, solo expresan lugares comunes.

Christoph Hasselbach
Christoph HasselbachImagen: DW/P. Henriksen

El primer ministro húngaro Orban declaró incluso el flujo de refugiados como "un problema alemán" y ha cerrado sus fronteras. Y ahora que la derecha ultraconservadora ha regresado al poder en Polonia no se puede esperar ayuda de Varsovia. En Suecia crece la presión nacional que busca obligar al Primer Ministro Löfven a cerrar las fronteras. Mientras tanto, no queda nada de la Europa comunitaria. Cada país busca salvarse a sí mismo, si es necesario, a expensas de los demás.

Así la canciller crea que está haciendo moralmente lo correcto, está aislada en la política de refugiados en Europa. En política fiscal podía hacer valer sus posturas porque la mayoría de los europeos creía en su política, a pesar de los sacrificios. Pero con su idea de una Alemania sin fronteras no sólo ha puesto a la mayoría en Alemania contra ella, sino a la mayoría de los países de Europa. Y contra las grandes mayorías no es posible gobernar. Su tragedia personal radica en que está perdiendo toda la autoridad que había cosechado en Europa.