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Opinión: Merkel en China, un difícil acto de equilibrismo

Matthias von Hein
25 de mayo de 2018

Gracias a las políticas erráticas de Trump, Alemania se está acercando a China. Pekín es más predecible, pero no es un socio más fácil que EE. UU. Europa tiene muchas tareas que abordar, opina Matthias von Hein.

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China Shenzhen Angela Merkel und Li Xi
Imagen: Reuters/B. Yip

Entre sus homólogos, Angela Merkel podría considerarse entretanto una experta en China. Su undécima visita a dicho país, la primera fue en 2005, debería haber sido como una primera visita o una visita rutinaria después de la larga formación de gobierno en Berlín. Pero, ¿qué es rutinario en una época en la que la administración estadounidense alza el hacha contra el orden internacional? De este modo, Donald Trump estuvo siempre presente, como un tercer inivitado invisible, durante las conversaciones de Merkel en China. Para la canciller fue desde luego una hazaña: ¿buscar la alianza con China sobre asuntos internacionales relevantes, pero sin dejarse aplastar por el gigante asiático? Y, al mismo tiempo, sin romper los lazos con la Casa Blanca.

El socio confiable

China es actualmente el socio más confiable y predecible en las relaciones internacionales, subrayó Donald Trump durante el viaje de Merkel a China. Apenas algunas horas después de que Merkel y el primer ministro chino, Li Keqiang, apelaran a Trump y a Kim Jong-un a seguir adelante con la cumbre planeada, la Casa Blanca la canceló.

Naturalmente, Pekín también escuchó con mucha atención cuando Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo, dijo la semana pasada con respecto a la retirada unilateral de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán: "Con estos amigos no se necesita más enemigos". Durante la reunión con Angela Merkel, el primer ministro chino, Li Keqiang, explicó con mucho gusto que China se comportó de manera "responsable" con respecto a Irán. Sin decirlo pero para todos sonó "a diferencia de Estados Unidos". El presidente francés Macron, por su parte, habló casi al mismo tiempo en San Petersburgo con el presidente ruso, Putin, sobre las formas de rescatar el acuerdo con Irán.

Pekín y Berlín, China y Europa se están acercando. El mundo al revés: las similitudes con la dictadura monopartidista de China ahora son mayores que con el socio democrático tradicionalmente más importante del otro lado del Atlántico en cuestiones como la protección climática, el libre comercio e incluso Irán. Una encuesta reciente muestra hasta qué punto se ha filtrado esto en la conciencia general de la población alemana. Se preguntó a los encuestados si Estados Unidos es un socio confiable. Solo el 14 por ciento respondió afirmativametne; el 43 por ciento estima que China es confiable.

Matthias von Hein, redactor de DW.
Matthias von Hein, redactor de DW.

Las diferencias permanecen

Pero incluso si, como lo expresó el líder chino y líder del partido Xi Jinping, las relaciones bilaterales han alcanzado una "amplitud y profundidad sin precedentes", sigue existiendo una gran variedad de diferencias. Y Angela Merkel tiene el mérito de llamarlas por su nombre de manera sobria. En lo que respecta a los derechos humanos, Merkel es ahora la única europea que abre la boca en Pekín. También se ha posicionado claramente en asuntos económicos, porque Pekín está lejos de comportarse como marcan las normas y es mucho más proteccionista que Estados Unidos bajo Trump.

La canciller pudo comprobar en Shenzhen en qué dirección se está desarrollando China. Se trata de una ciudad que no existía hace 30 años, pero que hoy es el centro de la industria china de innovación. Allí se observa y rastrea sin pausa vehículos y personas con cámaras de video incluso con reconocimiento facial. El Partido Comunista de China logra combinar la dictadura y la alta tecnología. También en el oeste de China, en la inquieta provincia de Sinkiang, lejos del itinerario de Merkel, se ha instalado un perfecto sistema de vigilancia que supera las pesadillas de George Orwell. Xi Jinping, el líder más poderoso del partido desde Mao, no oculta sus ambiciones: China quiere ser líder mundial económica y políticamente, estableciendo su modelo de gobierno como rival de la democracia liberal. China persigue sus objetivos a largo plazo, de manera consecuente y flexible en los detalles. Pero todos estos objetivos no son necesariamente en interés de Europa.

No solo socio, también competencia

Para poder subsistir entre los centros de gravedad de Washington y Pekín, Europa debe dejar de centrarse de forma atormentada en sí misma e ir en dirección hacia una nueva unidad, con capacidad para actuar y decidir. Sin embargo, Pekín domina a la perfección el juego "divide y vencerás". Los europeos deben entender que China no es solo económica y políticamente un socio, sino también un competidor.

Matthias von Hein (RMR/EL)

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