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Opinión: Merkel sin plan B

Barbara Wesel29 de febrero de 2016

En muchos aspectos, la política de refugiados de Merkel se considera un fracaso. Pero la canciller defiende su posición y la última palabra aún no está dicha, cree Barbara Wesel.

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Imagen: picture-alliance/dpa/S. Sauer

Angela Merkel defendió su política de refugiados en la tertulia televisiva de Anne Will, en la primera cadena alemana, porque cree que es lo más lógico y lo más correcto. Lucha por el centro político de su país y por la Unión Europea, para que la razón triunfe sobre la histeria. Y también defiende su cargo y su herencia política. Frente a la frialdad de otras veces, Merkel se expresa con pasión demostrando cuán serio es para ella defender su política ante las críticas que le llegan desde su propio partido, de la nueva derecha alemana y de parte de los medios.

Merkel no desea que se impongan cuotas arbitrarias para aceptar refugiados como hace el Gobierno austríaco. Ni tampoco cierra las fronteras alemanas para frenar la entrada de los que necesitan ayuda, dejando relegando el problema al país vecino. Exige que se ayude a Grecia y continúa buscando un consenso en Europa, probablemente el más difícil de sus cometidos. Cree que lo correcto es mantener a Europa unida y mostrar humanidad. Pero los demás jefes de Gobierno, o no conocen ese concepto – como el húngaro Viktor Orban o el bávaro Horst Seehofer-, o sobrepasan con sus miedos los principios de la derecha populista- como Francoise Hollande o el Gobierno de coalición de Viena. Solo por esa frase y por su firmeza, la canciller merecería el premio Nobel de la Paz y que la canonizaran. Ya en serio: deberíamos estar contentos de que ella no se deje confundir.

Un esfuerzo de política práctica

En la práctica, la vida de la canciller es más difícil. El intento de cerrar la entrada de refugiados con la ayuda de Turquía plantea dudas y podría salir mal. Dentro de la UE, el egoísmo nacional se ha despertado de tal forma que hace peligrar su futuro. No es por culpa de la canciller alemana. Ella no es la que divide Europa, sino muchos Gobiernos débiles que marcan a la UE y no tienen valor para mantener sus convicciones.

Si Merkel actuase así, solo se vería la cara más populista de Europa. Ahora mismo, traicionar los valores parece ser oportuno. El problema de la política de refugiados es la imposibilidad de tratar razonablemente el tema de la inmigración. Si Turquía puede acoger a dos millones y medio de refugiados sirios sin problema, la UE también debería poder acoger cifras similares. Pero en vez de solucionar en común los problemas de una forma practicable, la política de refugiados se ha convertido en el objetivo de populistas e ideólogos: desde las teorías de la pureza nacional hasta los miedos a la islamización y la envidia social.

Último baluarte contra la histeria

Angela Merkel es la única que aguanta ante esa histeria, en parte también fomentada por los medios. Todavía no abandonó la idea de Europa como una Unión política dirigida con la razón. Podría ser que perdiese su lucha por el erróneo cálculo cortoplacista de sus colegas. Podría ser que se tuviese que echar atrás y hacer concesiones tras la cumbe de la UE y Turquía del 7 de marzo. Pero por lo menos, habrá luchado por sus convicciones y lo habrá intentado todo para mantener Europa unida y para ejercer una política humana hacia los refugiados. “Es una fase importante de nuestra historia”, dijo la canciller. Y tiene razón, solo que algunos no lo han entendido.