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Un gesto de la Iglesia Católica hacia el mundo

Jenny Pérez
18 de mayo de 2018

La renuncia de los obispos chilenos es una clara señal de reconocimiento a las víctimas de abusos y a su incansable lucha por la verdad, que ya no podía hacerse esperar más, opina Jenny Pérez.

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Imagen: Reuters/Vatican Media

Tras la dura carta del papa Francisco de este miércoles a los obispos, liberada por Canal 13 de Chile, podía concluirse que el escándalo en torno al sacerdote Fernando Karadima haría rodar cabezas en la jerarquía de la Iglesia Católica chilena. Sin embargo, la renuncia del pleno de los prelados católicos supone un hecho sin precedentes en la historia vaticana y nos señala la envergadura de la purga que el Papa quiere en la iglesia chilena. El Pontificado de Francisco no tolerará ni a abusadores, ni a encubridores de abusos sexuales en el interior de ninguna congregación católica del mundo.

La oferta de renuncia de los obispos chilenos es, en efecto, un mensaje claro de la Iglesia Católica, asediada por décadas de denuncias de abusos sexuales cometidos contra menores, laicos y seminaristas, en países como Alemania, pasando por Irlanda y por las iglesias de Sidney, Boston o México. Denuncias que tienen, en su génesis, un vergonzoso denominador común: el pacto de silencio, la negación del reconocimiento a las víctimas y la impunidad. Este importante paso de los obispos reivindica no sólo a las víctimas, sino también a su incansable lucha por la verdad. Una insistente lucha sin cual no veríamos esto hoy.

Renuncia tiene el sello de Francisco

Lo que observamos hoy en Chile es la consumación del principio de tolerancia cero contra los abusos sexuales en el seno de la iglesia. Ese principio que instauró Benedicto XVI y que hoy Francisco materializa. Se trata de un gesto muy esperado por parte del papa. Y es que la oferta de renuncia de los obispos chilenos, es una decisión que inequívocamente "tiene el sello de Francisco”. Solo ocurre después de una investigación canónica a cargo de Monseñor Charles Sicluna, obispo de Malta y conocido como "el verdugo” de uno de los sacerdotes pederastas más poderosos de México, Marcial Maciel, a quién investigó durante el papado de Joseph Ratzinger.

Es un gesto con el sello del papa, también porque los obispos chilenos reconocen solo hoy públicamente "sus delitos y errores”. Guardaron años de silencio tras conocerse los delitos de Karadima; guardaron silencio tras las denuncias de la petición de ayuda por parte de las víctimas y guardaron silencio ante el mismo papa durante su primera y muy controversial visita a Chile.

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Jenny PérezImagen: DW

Esta oferta de renuncia del obispado chileno lleva la marca de Francisco, el mismo papa que desencantó a Chile al tratar de "zurdos y mentirosos” a los denunciantes del obispo de Osorno Juan Barros, el más criticado por encubrir abiertamente los delitos del sacerdote sancionado Fernando Karadima, un escándalo de abusos a seminaristas que salió a la luz pública en 2006. Hoy conocemos por estos acontecimientos que el papa, efectivamente, había sido mal informado, precisamente por esa jerarquía de la Iglesia chilena. En el documento papal también consta que durante el proceso de investigación fueron destruidas pruebas, es decir, cartas con denuncias de las víctimas y sus defensores.

El obispo González y su tardío "mea culpa”

A los obispos chilenos no les quedaba otra salida. Así lo entienden las víctimas de Karadima y así lo entiende el pueblo chileno, a quien también estaba dirigida la escueta carta de renuncia leída, en parte, por el obispo Juan Ignacio González.

El obispo Juan Ignacio González es el mismo que habló en exclusiva con esta periodista en marzo pasado en su iglesia de la comuna de San Bernardo, y quien, en nombre del obispado chileno, le dijo a Deutsche Welle que la iglesia de su país "no estaba en crisis” y que los obispos chilenos no debían hacer ningún "mea culpa”, porque no habían cometido los graves errores de los que se los acusaba. Hoy, esa carta que el obispo González leyó ante una multitud de periodistas de todo el mundo en el Vaticano, sin embargo, reconoce lo contrario: "Hemos puesto a disposición del papa nuestros cargos, por los graves errores que hemos cometido en los delitos de encubrimiento y omisión”.

Lo que viene ahora

Por ahora los 34 Obispos, muchos de los cuales ya están de regreso en Chile, seguirán en sus funciones hasta que el Papa se pronuncie. Francisco deberá decidir quién se queda y quién se va. Aunque, para las víctimas de Karadima, deberían irse todos, eso se decidirá, muy probablemente, en base al grado participación en el encubrimiento a Karadima y ocultación de las denuncias. Sin embargo, quedan por resolver aún la cuestión más sensible: cómo devolverle el alma a un país católico por excelencia hasta hace una década, donde la Iglesia Católica y sus obispos tanto hicieron por las víctimas de la dictadura, por los pobres y los desamparados. Esa iglesia que Francisco y que los fieles chilenos y del mundo quieren de vuelta.

Autora: Jenny Pérez (CP)