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Pasiones catalanas

Kersten Knipp
10 de octubre de 2017

Los catalanes independentistas salen en masa a la calle. Pero también lo hacen aquellos catalanes que quieren seguir perteneciendo a España. El nacionalismo catalán ha sido siempre controvertido.

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Spanien Katalonien Unabhängigkeitsreferendum
Imagen: Reuters/J. Nazca

Las pasiones deben controlarse. Si se les da rienda suelta, fácilmente confunden a la gente. Eso vale también para las pasiones políticas y en especial para las nacionalistas.

El territorio de Cataluña fue siempre disputado. Cada 11 de septiembre, el día de su fiesta nacional, los catalanes conmemoran una batalla clave: la de 1714, en las postrimerías de la Guerra de Sucesión, en la que las tropas borbónicas de Felipe V tomaron Barcelona y sus alrededores. Los catalanes habían apostado a la figura equivocada, Carlos III de Habsburgo. Dado que en el ejército de Felipe V combatían también españoles, algunos historiadores reinterpretaron más tarde la fecha como una derrota frente a España.

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La costumbre de depositar ofrendas florales se limitó al comienzo a algunas ceremonias religiosas en honor de los muertos. Pero cuando en 1888 se erigió un monumento a los caídos, el asunto cobró impulso: en los años siguientes, catalanes de orientación nacionalista depositaron flores ante el monumento y, a comienzos del siglo XX, el día de conmemoración adquirió un carácter político explícito.

De versos y flores

Por aquel entonces ya se habían despertado hacía tiempo las pasiones patrióticas. En 1859 se inauguraron los Juegos Florales, en los que los hijos –y más adelante también las hijas- de Cataluña cantaban loas a las bondades de la región en un certamen lírico. Esto, no sin un tono de cierto dramatismo que instituyó uno de sus iniciadores, Lluís G. de Pons, al abrir los juegos de 1861 con las palabras: "No dejéis morir la lengua si queréis que viva la patria”.

Michael Bakunin
Mijaíl Bakunin.Imagen: gemeinfrei

Ciertamente, el patriotismo/nacionalismo catalán desarrolló pronto una variante progresista de izquierda, aparte de la conservadora y burguesa. A ello contribuyó la revolución de 1868, una rebelión contra la reina Isabel II, que fue destronada. El líder anarquista ruso Mijaíl Bakunin observaba la rebelión desde la distancia. Envió a España a uno de sus hombres de confianza, el italiano Giuseppe Fanelli, para tratar de convertir el alzamiento de origen burgués en una rebelión obrera. Y tuvo éxito. Barcelona se convirtió en un centro del anarquismo y una serie de atentados marcó la vida política hasta entrado el siglo XX.

De estos círculos se alimentó también la resistencia contra el general Francisco Franco, que con su golpe de Estado desencadenó una guerra civil en España, sobre cuyos escombros erigió una dictadura que se prolongó hasta su muerte, en 1975. "¿Qué es España? Un idioma, el castellano, y una religión, el catolicismo”. Así resume el escritor y periodista Guillem Martínez el programa ideológico del dictador, que no admitía desviaciones, tampoco de los catalanes, cuya lengua fue rigurosamente reprimida por décadas.

El gran dictador

Spanischer Bürgerkrieg
Soldados capturados en el frente de Barcelona , en la guerra civil española (1939)Imagen: picture-alliance/AP Photo

Los nacionalistas catalanes  fundamentaban y fundamentan sus aspiraciones independentistas también en las penurias sufridas en tiempos de Franco. Así ganan adeptos en algunos sectores de la izquierda española, que ven en el independentismo catalán un proyecto político y emancipador. Sin embargo, tanto los nacionalistas catalanes como la izquierda española olvidan que los opositores a Franco no solo padecieron bajo la tiranía en Barcelona, sino en todo el país.

La escritora española Almudena Grandes escribió hace poco, en un editorial de El País: "Los progresistas españoles rechazan su propia patria, pero asumen el patriotismo de los nacionalistas, conservadores y clericales, como propio, en una pirueta tan incomprensible desde el punto de vista ideológico como desde el sentimental”.

Lírica y realidad. Aún no se sabe si la realidad política, y más aún la económica, se impondrán finalmente a las pasiones patrióticas.