Publicidad
Los ochenta fueron la época dorada del astillero de Gdansk, donde trabajaban unas 17.000 personas. Ahora la situación es muy diferente y en dos ocasiones ha estado a punto de declararse en bancarrota. La aparición de un inversor ucraniano les devolvió la esperanza. El proyecto contemplaba la construcción de buques de última tecnología en el antiguo santuario nacional polaco además de una fábrica de turbinas de viento. Pero al inversor no le salieron las cuentas y ahora, el sindicato Solidaridad y la patronal están enfrentados. Ya no se pueden esperar créditos de bancos privados. La última esperanza es recibir de nuevo dinero del estado polaco.