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"Reformas drásticas"

6 de junio de 2011

La oposición conservadora ganó las elecciones adelantadas en Portugal. El Gobierno socialista ha sufrido una clara derrota, y ahora es tiempo de realizar reformas, opina Johannes Beck.

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El primer ministro portugués, José Sócrates, del Partido Socialista portugués, ha renunciado a todos sus cargos en vista de la derrota sufrida por su partido en favor del liberal Partido Socialdemócrata (PSD), con Pedro Passos Coelho a la cabeza, próximo a gobernar el país.

En las últimas semanas, en Portugal se escuchó a menudo que daba igual quién ganase las elecciones, ya que, de todos modos, la que gobierna es la ‘troika' formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Con sus condiciones para otorgar a Portugal el paquete de rescate financiero, el trío no dejaría margen de maniobra al próximo Gobierno portugués. Sin embargo, los portugueses se decidieron claramente por un cambio en la cima del poder, poniendo fin al Gobierno socialista de José Sócrates luego de seis años en el cargo.

Sócrates insistió durante mucho tiempo en que Portugal no necesita ayuda externa, para, finalmente, terminar solicitando el paquete de ayuda de la Unión Europea. En la campaña electoral, Sócrates hasta se presentó como el guardián del Estado social, justamente él, gracias a cuyo Gobierno muchos portugueses han dejado de recibir el seguro por desempleo y la asignación mensual por hijo. A menudo, la retórica y la realidad siguieron caminos diferentes durante su desempeño. A pesar de programas que prometen simplificar la dinámica administrativa y legislativa y facilitar así la vida de los ciudadanos, sigue habiendo mucha burocracia y demasiados empleados estatales en Portugal.

Vivir de prestado

Portugal no puede permitirse sumar otros años perdidos durante el próximo Gobierno de centro-derecha. Hace diez años que el país no crece económicamente, y los portugueses – tanto el Estado como el consumidor- se han dejado engañar durante demasiado tiempo por los bajos intereses que trajo consigo el ingreso a la eurozona, y han estado viviendo por encima de sus posibilidades.

También han perdido de vista que, a largo plazo, no puede haber consumo si no hay producción. Pero la productividad es un problema en Portugal. En promedio, un portugués trabaja dos horas para producir lo que un alemán produce en una hora. Así, Portugal no será capaz de competir a nivel internacional. En épocas anteriores, la solución era devaluar el escudo, pero eso ya no se puede hacer ahora con el euro.

Escuelas en lugar de autopistas

Para que Portugal vuelva a ser competitivo se necesitan reformas drásticas. En lugar de invertir en asfalto y cemento para construir autopistas, el nuevo Gobierno debería invertir, sobre todo, en educación. Las escuelas públicas se encuentran en un estado deplorable y los maestros están desmotivados. Bajo esas condiciones, Portugal nunca estará a la altura de las exigencias del mercado mundial. El inflado aparato estatal debe adelgazar y volverse más eficiente. No puede ser que, por un lado, haya miles de empleados estatales que no tienen de qué ocuparse, mientras en los tribunales se acumulan los juicios por causas menores a falta de personal.

El memorándum de la ‘troika' dicta el camino a seguir. De todos modos, sigue siendo un enigma cómo hará Portugal para pagar, luego de producirse su vencimiento, la gran deuda del paquete de rescate financiero. El nuevo Gobierno y la ‘troika' harían bien en reflexionar acerca de una conversión de deuda ordenada. De lo contrario, el país apenas contará con el margen necesario para llevar a cabo inversiones y reformas. Quien renuncia a una conversión ordenada de deuda arriesga muchos años más de recesión, alto desempleo y mayor pobreza. Si eso sucede, habrá cada vez más portugueses que, decepcionados por la integración a la Unión Europea, tomen distancia de ella y dirijan su atención hacia los partidos radicales.

Autor: Johannes Beck

Editor: Enrique López