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Prepararse para recibir a los huracanes

Franziska Badenschier / CS10 de septiembre de 2013

Cada año, los ciclones tropicales azotan Haití y los habitantes del país más pobre del hemisferio occidental no están preparados. Varias ONGs quieren mejorar la situación con mapas y banderas de alerta.

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Imagen: CC2.0/Marion Doss

Estamos a principios de junio de 2013 en Haití, justo cuando se inicia la temporada de lluvias. El primer huracán ya no tardará mucho en llegar. Estamos camino a una región al suroeste del país, donde ni siquiera pueden llegar vehículos motorizados. Entre las colinas se divisan nubes oscuras. El viento hace ondear las crines de algunos caballos flacos. Seguimos por senderos de tierra, cruzamos un pequeño río y llegamos hasta un grupo de cabañas improvisadas y nos acercamos a un pequeño patio con dos casas de ladrillo. Ya nos esperaban una docena de haitianos y un equipo de la organización no gubernamental alemana Johanniter-Auslandshilfe de ayuda para el exterior. Durante los próximos dos días, ellos elaborarán un plan de evacuación. El proyecto consiste en preparar a los habitantes de modo que sepan qué hacer en caso de desastres naturales. La próxima tormenta está por venir y llegará muy pronto. Las nubes oscuras son el presagio.

El terremoto que ocurrió en Haití a principios del 2010 fue una catástrofe única e impredecible. En cambio, los ciclones tropicales tienen lugar cada año. Las tormentas caen sin piedad sobre las viviendas hechas de tablones de madera y láminas de plástico. Los aguaceros golpean los suelos desprovistos de vegetación. Solamente el dos por ciento de la superficie de Haití está cubierto, de bosques, por lo que la tierra no tiene cómo sostenerse. Consecuentemente, los deslizamientos de tierra y masas de lodo destruyen todo a su paso. Esto sucede cada año y afecta a todo el país. Según los resultados de una encuesta realizada en 2012 por la organización no-gubernamental “Welthungerhilfe”, los habitantes de la región consideran que esto sucede porque “Dios así lo quiere”. De ahí que muchos haitianos están poco preparados para lidiar con la situación. Así ocurrió a finales de octubre del 2012 cuando el huracán Sandy golpeó el Caribe. Haití se declaró en estado de emergencia. Pero su voz apenas se escuchó, porque todo el mundo estaba con los ojos puestos en Nueva York, donde la tormenta golpeó muy fuerte y dejó a la ciudad sin energía eléctrica. "He perdido cinco de mis vacas y mi huerto quedó destrozado", dijo en el taller una mujer haitiana de 65 años de edad. Sandy se llevó casi todo. Y esto sucedió poco después de que el huracán Isaac ya hiciera de las suyas.

Camino al interior del país.
Camino al interior del país.Imagen: ADH/Smeets


Muy poco antes de que los huracanes Isaac y Sandy dejaran su calamitoso rastro en las poblaciones del país insular, se formó el Comité Local de Protección Civil (CLPC, por su abreviatura en francés). Las tormentas llegaron tan rápido que el comité ni siquiera tuvo tiempo de ensayar cómo reaccionar ante una catástrofe real. "Sandy e Isaac fueron no sólo los dos primeros ejercicios, sino también dos casos reales", dijo Birgitta Hahn, la coordinadora del proyecto. Nos contó que los empleados del CLPC fueron de puerta en puerta y también utilizaron megáfonos para advertir a los lugareños de la venida de los huracanes, y para informar sobre los puntos de evacuación. Después de la catástrofe, examinaron la toda región en busca de heridos para notificar a la Cruz Roja. El gran desafío para el equipo del CPLC era la escasez de personal, ya que el equipo contaba solamente con 25 miembros y el área que tenían que cubrir era muy grande. Ellos eran los responsables de una sección llamada Gros Morne que abarca varios asentamientos. Cada asentamiento consta de 5 a 50 casas, que en algunos casos se encuentran dispersas en las montañas. Por lo tanto, se decidió incrementar el número de grupos para llegar a cada población y además capacitar a los propios lugareños.


De regreso en la pequeña población al sureste del país objeto de nuestra vista, los lugareños se han dividido en dos grupos en el pequeño patio donde están reunidos. Jean Metuschelah se encuentra arrodillado ante de un papel blanco y con un lápiz dibuja un mapa de la zona: el río y unas cuantas casas. El haitiano Verne Mackenson, que trabaja para la organización Johanniter-Auslandshilfe, se encuentra parado junto a su compatriota y le pide que marque con una estrella la escuela en el mapa. "Las estrellas son para los edificios más importantes de la comunidad. Puede ser una escuela, una noria de agua o una letrina”, explica Verne Mackenson. El terremoto, a principios de 2010, provocó un deslizamiento de tierra que cubrió la noria por completo y la destruyó. "Aquí en las montañas, no hay bombas que extraigan el agua subterránea ni cuencas hidrográficas. Usan agua traída del río o que recogen de la lluvia. De ahí que los residentes locales dependían de esta fuente de donde recogían agua limpia para beber y cocinar”. Hasta el momento, no se ha descubierto una nueva fuente cercana a la población. Por lo tanto, es importante trazar en el mapa todas las norias de agua accesibles. En base a esos datos, se puede identificar cuál de ellas se encuentran en riesgo de ser enterradas cuando llegan los huracanes. Y también se puede estimar cuáles letrinas son vulnerables a inundaciones por causa de los aguaceros que arrastran los contenidos hacia los ríos. Se puede determinar entonces de dónde la población podrá extraer agua limpia después de un huracán y así evitar la diarrea. Una vez completo el dibujo, otra persona pasa el mapa a una gran cartulina amarilla.

El terremoto a principios 2010 golpeó dramáticamente al país, ya azotado por la crisis política y socioeconómica.
El terremoto a principios 2010 golpeó dramáticamente al país, ya azotado por la crisis política y socioeconómica.Imagen: CC2.0/RIBI Image Library


Mientras tanto, el otro grupo trabaja rellenando una tabla de datos para determinar cuántas aldeas pertenecen a la comunidad; cuántas escuelas e iglesias existen y dónde se encuentran ubicadas; cuál es la superficie de los sembradíos. Mientras que una mujer anota la información en el cartel de color naranja, Verne Mackenson explica que, más adelante, la información de este cuadro será comparada con el mapa del otro grupo. De esta manera se podrá determinar si el mapa está completo.

Durante la preparación para este taller, los coordinadores de la organización Johanniter estudiaron la información disponible y lograron obtener algunos datos sobre el número de casos de cólera y malaria que se han presentado en el pasado y en cuáles pendientes ya han ocurrido deslizamientos. Después del taller de tres días, quedó claro que los lugareños debían construir puntos de encuentro y evacuación puesto que muchos de ellos corren peligro de ser enterrados en sus chozas, particularmente en la región montañosa donde ocurren muchos deslizamientos. De ahí que se trazan entonces las rutas de evacuación en el mapa. Asimismo, se determinan los puntos estratégicos donde se erigirán postes para las banderas de diferentes colores. Estas banderas serán parte del sistema de alarma temprana en el caso de un peligro inminente. Debido a que las tormentas llegan tan repentinamente, como lo demostraron los huracanes Sandy e Isaac, el comité de defensa civil no tiene suficiente tiempo viajar a caballo hasta el último rincón de las montañas e informar a cada individuo. El color de las banderas indicará a los pobladores cuándo deben estar preparados para la llegada de las tormentas.

Para adquirir una visión general, Jean Metuschelah dibuja el plano de la aldea.
Para adquirir una visión general, Jean Metuschelah dibuja el plano de la aldea.Imagen: Johanniter Unfall-Hilfe/Alexandra Bonvalot

El objetivo es que, en el futuro, solamente sea necesario informar al encargado de la protección contra catástrofes de cada pueblo sobre los avances de la tormenta. La tarea estará a cargo de los miembros del Comité de Protección Civil. Ellos serán los responsables de izar la bandera correspondiente en un punto de encuentro y otras más en la cima de la montaña. Asimismo, estarán encargados de cambiar las banderas por colores de acuerdo al avance de la tormenta, de tal manera que la información llegue a todos, incluyendo a los habitantes que viven en las zonas más alejadas, detrás de las montañas. Los colores representarán un código y su objetivo es alertar a la población sobre la cercanía de un huracán. "La bandera amarilla significa que el huracán está probablemente a 72 horas de tocar tierra. El color naranja representa que se calcula la llegada del huracán en un lapso de 32 a 24 horas. El color rojo indica que la tormenta está a menos de 24 horas de distancia. El rojo significa también que todos deberán quedarse en sus casas o, mejor aún, dirigirse a un refugio y que nadie deberá salir hasta que la tormenta haya pasado. En ese momento se izarán las banderas verdes. Serán la señal de que ya todos pueden salir o regresar a sus casas pero que deben estar alertas a los posibles deslizamientos", explica Mackenson.

Estamos en septiembre de 2013, y ya pasaron tres meses desde que concluyó el curso de preparación para desastres naturales. Mientras tanto, tres huracanes ya pasaron cerca de Haití. Uno de ellos tenía el potencial de adquirir mucha fuerza y se emitió una alerta por "Chantal". Jean Metuschelah, coordinadora local del proyecto, explicó que “el equipo local estaba preparado para la llegada de una catástrofe, sin embargo, solo hubo lluvias que no fueron peores de lo habitual en una temporada típica". Metuschelah y sus vecinos en las montañas aún no han tenido oportunidad de probar cómo funcionaría su plan de evacuación en el interior de Haití, pero la temporada de huracanes no ha terminado todavía.

Autora: Franziska Badenschier / CS
Editor: Emilia Rojas Sasse