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Presidente polaco vuelve a poner zancadillas a la UE

Emilia Rojas Sasse1 de julio de 2008

Un nuevo obstáculo se alza en el ya espinoso camino de la reforma de la Unión Europea. Contrariando al primer ministro y al parlamento, el presidente polaco, Lech Kaczynski, se resiste a firmar el Tratado de Lisboa.

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Lech Kaczynski: un socio difícil.Imagen: AP

El inicio de la presidencia francesa de la Unión Europea no podía haber sido más desafortunado. El presidente polaco, Lech Kaczynski, dio la bienvenida a su colega francés, Nicolas Sarkozy, con un anuncio que pone a temblar de nuevo el andamiaje de la reforma estructural de la UE, agudizando la crisis desatada por Irlanda con su rechazo al tratado de Lisboa. Nada menos que Kaczynski, quien junto a su gemelo Jaroslaw –por entonces primer ministro - logró “exprimir” varias concesiones a favor de su país en las negociaciones sobre dicho tratado, se rehúsa ahora a ratificarlo, pese a que el parlamento de Polonia ya le había dado luz verde.

Pugna política polaca

Kaczynsky argumenta que, tras el “no de Irlanda”, el Tratado de Lisboa no tiene sentido. A su juicio, es poco serio advertir que la Unión Europea no podrá funcionar sin él. Además, previene de buscar opciones para salvar el obstáculo irlandés dejando de lado o aislando a ese país. “Si se rompe una vez la regla de la unanimidad, jamás volverá a regir”, afirma el jefe de Estado polaco, conocido por su postura euroescéptica.

Donald Tusk und Lech Kczynski nach der Übergabe der Liste der designierten Kabinetsmitglieder Polen
Lech Kaczynski y Donald Tusk: pugna interna en Varsovia.Imagen: AP

El temor a un creciente poder de las instituciones comunitarias y a que se impongan reglas liberales en materias como el aborto u otras en las que la conservadora moral católica no admite apertura, es uno de los móviles evidentes de Kaczynsky. Pero no el único, a juicio de analistas polacos, que ven en su anuncio una jugada política interna. La estrella política de los Kaczynsky va apagándose rápidamente. Jaroslav tuvo que entregar la jefatura de gobierno a la plataforma liberal-conservadora de Donald Tusk y las encuestas revelan un alto porcentaje de desaprobación (68%) a la presidencia de Lech. En estas circunstancias, su intención bien podría ser poner obstáculos al gobierno, que desea la aprobación del Tratado de Lisboa, y obtener garantías de que el presidente también será consultado en materias relativas a la Unión Europea.

Alemania: un caso diferente

Deutschland Polen Lech Kaczynski bei Angela Merkel in Berlin
Lech Kaczynski y Angela Merkel: lo cortés no quita lo valiente.

Más allá de las intenciones, el hecho es que el jefe de Estado polaco ha vuelto a poner una traba más al difícil proceso de reforma, imprescindible para la operatividad de la UE y para futuros proyectos de ampliación. El eco de los lamentos resuena tanto en París como en Bruselas, y también en Berlín, donde la canciller Angela Merkel ha vuelto a manifestar a la prensa su intención de seguir adelante por la senda trazada. “El tratado de Lisboa vuelve más democrática a la UE y refuerza las posibilidades de todos los estados miembros. Por eso haré todo lo posible, junto con la presidencia francesa, para hacer avanzar el proceso de ratificación”, dijo la gobernante alemana al diario Bild.

Cierto es que en Alemania también ha habido tropiezos y el presidente Horst Köhler ha postergado la firma del tratado, hasta que el Tribunal de Garantías Constitucionales se pronuncie sobre sendas quejas interpuestas por parlamentarios de ambos extremos ideológicos: un conservador de Baviera argumenta contra el excesivo centralismo de la UE, mientras que un representante de La Izquierda alega carencias democráticas.

El proceso se retrasará en Berlín hasta contar con el pronunciamiento de los magistrados, pero nadie pone en duda la voluntad del gobierno y el presidente de rubricar el documento. En consecuencia, el caso alemán no preocupa demasiado a Bruselas, donde se manifestó comprensión. Bien distinta es la situación en Polonia. Allí, la pugna entre los jefes de Estado y de Gobierno podría torpedear los planes, echando de paso también carbón a la hoguera en la República Checa, donde el presidente Vaclav Klaus se opone también al Tratado de Lisboa, actualmente sometido a revisión jurídica.