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Ser noble en Alemania

27 de agosto de 2011

Este 27 de agosto en Potsdam contrajo nupcias el príncipe Jorge Federico de Prusia, tataranieto del último emperador alemán. Fue muy criticada la transmisión del evento por parte de un canal público de televisión.

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La pareja se besa tras el enlace
La pareja se besa tras el enlaceImagen: picture alliance/dpa

La Constitución de Weimar de 1919 retiró a los nobles los privilegios de los que hasta entonces habían gozado. Desde ese momento, todos los ciudadanos alemanes tendrían legalmente los mismos derechos y las mismas obligaciones. Ello implicaba que también la nobleza debía pagar impuestos. Naturalmente, aún les quedaban sus posesiones, sus apellidos y sus títulos.

Sería interesante echar un vistazo a través de los muros de las enormes mansiones en las que viven los Thurn und Taxis o los Sayn-Wittgenstein.  ¿Veríamos riquezas, príncipes, princesas? 

Los novios abandonan la Iglesia de la Paz de Potsdam tras el enlace
Los novios abandonan la Iglesia de la Paz de Potsdam tras el enlaceImagen: picture alliance/dpa

Un club exquisito

Las bodas de nobles son una muestra de glamour. Las damas acuden con sus vestidos vaporosos y tocados en el pelo de diseño exclusivo. Los hombres van ataviados con trajes cortados a medida, mostrando sus galones y sus escudos de familia. Una sociedad muy alejada de la realidad cotidiana del ciudadano medio.

Aunque la nobleza como institución se abolió en Alemania, sigue existiendo como clase social con sus propias reglas que perduran en el tiempo. Echando un vistazo a los árboles genealógicos de las familias, comprobamos que rara vez se producen matrimonios con personas ajenas a la nobleza. Ese es el caso de la esposa del ex ministro alemán de economía y defensa Carl Theodor zu Guttenberg, a cuyo nombre de pila Stephanie adornan los apellidos von Bismarck-Schönhausen. Los Guttenberg lograron hacerse un hueco en la política en Berlín, aunque el asunto de una tesis doctoral plagiada llevó a zu Guttenberg a dimitir. No solo perdió el cargo, sino también su credibilidad, su buen nombre y el mismo título de doctor, que la Universidad de Bayreuth le retiró. La familia está ahora comenzando una nueva vida en EE. UU.

Un príncipe sin modales

Pero hay un tema que no solo interesa a los lectores de la prensa del corazón: los escándalos. Por ejemplo, los del príncipe de Hannover, cuyo nombre completo es Ernst August Albert Paul Otto Rupprecht Oskar Berthold Friedrich-Ferdinand Christian-Ludwig Prinz von Hannover, Herzog zu Braunschweig y Lüneburg. Casado con la princesa Carolina de Mónaco, se encuentra en la cúspide de la nobleza europea, pero sus modales dejan a veces mucho que desear. Ha golpeado a fotógrafos, reporteros y cámaras. Orinó en el pabellón turco de la Exposición Universal Hannover 2000. En Francia lo multaron por conducir a 211 kilómetros por hora, cuando el máximo permitido es de 130. En Kenia propinó una buena paliza a un hotelero. Ha pagado numerosas multas y ha llegado a estar en libertad condicional.

Títulos comprados

Frédéric von Anhalt no procede de familia noble, pero fue adoptado por una princesa y tiene derecho a un título. No es una excepción, en Alemania hay muchos nobles “falsos”. Uno de los más conocidos es –así se hace llamar- Konsul Weyer. Desde hace décadas se mueve por la jet-set como pez en el agua, utilizando títulos diplomáticos, académicos y de nobleza.

Auténtica nobleza en Baviera

El duque Francisco de Baviera desciende del rey Luis III. No tiene escándalos en su historial. Su trabajo como representante de un casa pricipesca es intachable. Se interesa por las ciencias y, sobre todo, por el arte. Financia galerías y asociaciones de artistas y él mismo es coleccionista. Es un hombre tranquilo, discreto y culto. Si Alemania necesitara un rey, él sería la persona adecuada, escribió la revista Zeit el pasado mes de abril, cuando los ojos del mundo estaban puestos en la boda real inglesa, la del príncipe Guillermo con Kate Middleton.

¿Una boda real?

Este 27 de agosto se celebró una boda real en Alemania –tan real como pueda serlo en un país con democracia parlamentaria. Aunque los novios por ley no serán altezas, el príncipe Jorge Federico de Prusia es tataranieto del último káiser alemán y su esposa, Sofía, es princesa de Isenburg.

No es un acontecimiento estatal, pero la ceremonia completa ha sido transmitida por un canal público de televisión, lo que ha sido duramente criticado. Los contribuyentes se quejan, puesto que no entienden el gasto por trasladar a los espectadores  una boda protagonizada por unos novios que no ostentan representación alguna del país. El director del canal argumenta que se trata de una “lección de historia“. Pero emergen otras voces críticas: la alianza entre la nobleza prusa, la Iglesia y los nazis condujo al sufrimiento atroz de toda Europa.

¿Alemania necesita nobles?

Al parecer, la sociedad necesita doctores falsos y príncipes matones tanto como delicuentes plebeyos. Tienen algo más de valor las princesas bonitas y los castillos: son hermosos de ver y un bálsamo para el espíritu de los amantes de la belleza. Si  los duques y marqueses utilizan su dinero para objetivos nobles, mejor aún. Los nobles prusianos de regiones campesinas, por ejemplo, restauran y ponen a disposición de los ciudadanos de Brandenburgo como parte de su cultura sus principescas posesiones. La cuestión sobre si Alemania necesita un rey o un emperador, no se puede ni tomar en serio a estas alturas.

Autora: Silke Wünsch / MSO
Editor: José Ospina-Valencia