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Sudán: tras el golpe ¿llega la revolución?

Tobias Simon
12 de abril de 2019

El Ejército ha cumplido los deseos de los manifestantes y ha depuesto al largo tiempo presidente, Omar Al Bashir. Todavía no puede saberse si los sudaneses aceptarán un Gobierno militar. Una opinión de Tobias Simon.

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Imagen: Getty Images/AFP

Luego de 30 años en el poder, el presidente Omar Al Bashir fue depuesto. Los sudaneses han demostrado, como ya hicieron en décadas anteriores, que son capaces de derrocar pacíficamente a un presidente que no desean ver en el poder. Los próximos días serán extremadamente críticos, porque en ellos quedarán dilucidadas varias cuestiones fundamentales. Al Bashir ha gobernado el país con mano de hierro. Hubo activistas encarcelados y torturados. En las regiones limítrofes con Sudán del Sur y en Darfur se produjeron reiterados combates. Y la corrupción es omnipresente entre la elite sudanesa. Aunque desde 1990 se han logrado mejoras en ciertas libertades, Sudán suele clasificar en uno de los últimos lugares en derechos humanos.

Más que protestas por el precio del pan

Grandes protestas han venido sacudiendo Sudán desde diciembre de 2018. Comenzaron a unos 300 kilómetros al norte de Jartún, la capital, en la ciudad de Atbara, que en su día fue centro del tráfico ferroviario en Sudán y lugar de origen de muchos trabajadores. En poco tiempo, las protestas se extendieron a todo el país. Por ese motivo, el golpe de Estado no puede considerarse como un hecho aislado, sino que es más bien el resultado de una cadena de acontecimientos: tras la secesión de la región sur del país, en 2011, Sudán perdió no solo una parte significativa de su territorio hasta ese momento, sino también gran parte de sus ingresos provenientes del petróleo. Aunque los Estados del Golfo Pérsico financiaron el régimen una y otra vez, las tasas de inflación de hasta el 70 por ciento se convirtieron en normalidad más que en excepción. 

Tobias Simon
El autor, Tobias Simon, ha vivido largo tiempo en Sudán. Imagen: PRAMUDIYA

Las recientes manifestaciones fueron tildadas despectivamente de "protestas del pan”. La gente salió a las calles contra el encarecimiento del pan y el combustible. Ciertamente, al principio se trataba de reivindicaciones económicas, pero, en el fondo, también se trataba de derechos humanos y libertades. También la semántica de la expresión "protestas del pan” es muy problemática, porque degrada el objetivo básico de las movilizaciones. En febrero de 2019 se recrudeció la situación, cuando Omar Al Bashir declaró el estado de emergencia. Aunque Al Bashir ofreció no presentarse a la reelección en 2020, los manifestantes reclamaron su dimisión inmediata. Desde el pasado sábado (6.04.2019) hubo sentadas no solo delante de la sede principal del Ejército, sino también frente al palacio presidencial. La fecha no es casual: el 6 de abril marca el aniversario de la revolución de abril en 1985.

Al contrario que el aparato de seguridad, el Ejército siempre estuvo cerca de la población. Ha jugado un papel decisivo no solo en las revoluciones de octubre de 1964 y abril de 1985, sino también en las protestas actuales. El Ejército abrió sus puertas a los manifestantes y los protegió activamente frente a los ataques del aparato de seguridad. La razón es que el Ejército es uno de los mayores empleadores de Sudán y apenas existe familia en el país en la que alguno de sus miembros no forme parte de las fuerzas de combate. 

Las protestas continúan 

El tiempo inmediatamente posterior al golpe es decisivo para el rumbo del país. Con la destitución y arresto de Al Bashir por parte del Ejército, los manifestantes han logrado un objetivo central, pero es improbable que puedan cumplirse el resto de sus reivindicaciones. Ya el anuncio del ministro de Defensa de instaurar un Consejo de Transición formado por militares hasta que se celebren elecciones dentro de dos años tropezó con resistencia en las calles. Por eso, de momento, el futuro del país es incierto. 

(ms/ers)

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