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Túnez: tres años sin dictadura

Ute Schaeffer/PK14 de enero de 2014

Los tunecinos deben seguir esperando. Tres años después del derribo del dictador Ben Alí, la nueva Constitución aún no ha sido aprobada. Muchas promesas vanas ha habido desde 2011, aunque también algunos avances.

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Tunesien 3. Jahrestag Umsturz
Imagen: picture-alliance/dpa

“El objetivo central de la revolución fue beneficiar a la mayoría, pero solo se han beneficiado unos pocos”, dice Souail Aidoudi, un académico sin trabajo. “En Túnez son demasiados los que han sido marginados, no tienen empleo, no tienen participación y viven en medio de una gran inseguridad. Yo mismo no tengo trabajo desde hace diez años”, agrega. Aidoudi, de 32 años, vive de pequeños empleos ocasionales, a veces como camarero, otras como cargador de equipaje o como ayudante de cocina.

Aidoudi
Souail Aidoudi: "En Túnez son demasiados los que han sido marginados".Imagen: DW/Ute Schaeffer

A muchos tunecinos les va como a Aidoudi. Han terminado sus estudios, pero no encuentran trabajo. De los once millones de tunecinos, unos 700.000 están desocupados. De ellos, 400.000 tienen un diploma universitario. Es una bomba de tiempo, dice Salem Ayari, director de la ONG Académicos Desempleados. “Fueron aprobados programas de empleo, peo no han sido llevados a la práctica”, agrega.

La Constitución: una promesa incumplida

Los tunecinos no solo esperan por empleos. Tampoco la Constitución, que les fue prometida para el 14 de enero, el tercer aniversario de la caída de Ben Alí, ha llegado. Tarek Sanaa ya no cree en nada. “La elite que se instaló después de la revolución utiliza la democracia como instrumento para defender sus propios intereses y enriquecerse”, afirma lapidariamente.

Sanaa, de 60 años, es orfebre de plata y posee una joyería en la Avenue de Bourguiba, que heredó de su padre. Se define como un cronista de la revolución, pues las protestas de hace tres años comenzaron delante de la puerta de su tienda. Es importante que la juventud vea que tienen una perspectiva en su país y no se marche, dice: “Yo apuesto por la joven generación, que ahora tiene entre 20 y 30 años y crece en un clima de democracia. Eso va a dar impulsos a la revolución, porque lo que necesitamos es un cambio en la forma de pensar. “

Lo mismo exige Amel Grani, defensora de los derechos de la mujer. “Nuestra sociedad tiene que aprender a manejarse con las nuevas libertades ganadas, tanto los jueces como los maestros, pero también los periodistas y los artistas”, subraya.

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Amel Grani: “Nuestra sociedad tiene que aprender a manejarse con las nuevas libertades ganadas".Imagen: DW/Ute Schaeffer

Libertad de prensa: un cuchillo sin filo

El movimiento democrático ha supuesto, sin embargo, un logro esencial: la libertad de prensa. Hoy hay más de 40 radioemisoras y otros tantos diarios. Pluralidad de opiniones en lugar de propaganda estatal y censura. Eso es bueno, destaca Béchir Ouarda, coordinador de la ONG Coalición Civil para la Defensa de la Libertad de Expresión. Esa libertad es un resultado tangible y muy positivo de la revolución, agrega.

La nueva libertad de prensa se halla, sin embargo, en peligro, advierte Ouarda. “En Túnez se registran actualmente nuevos intentos del Gobierno de manipular a los medios y los periodistas”, advierte. “Personajes próximos al poder son designados directores de medios estatales y surgen nuevas radioemisoras que emiten sin licencia”, agrega.

Para Ouarda, los periodistas tunecinos aún no han hallado su papel en la nueva sociedad: “No practican un periodismo crítico e independiente y evitan tratar temas importantes”. Su opinión es compartida por Salem Ayari, de la ONG Académicos Desempleados: “Los medios deberían verse a sí mismos como instancia de control y críticos de la transformación, pero no es así. Nuestros medios no investigan, por ejemplo, por qué y dónde desaparece el dinero destinado originalmente a programas de empleo”.

Salem Ayari
Salem Ayari: "Los medios deberían verse a sí mismos como instancia de control y críticos de la transformación".Imagen: DW/Ute Schaeffer

En Túnez, los medios estatales se han transformado rápidamente en un instrumento de los nuevos poderosos en el país. Rostros “problemáticos”, como los de los desocupados, y temas políticamente espinosos brillan por su ausencia.