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Trabajo científico, amenazado en Venezuela

Victoria Dannemann ers
31 de mayo de 2019

Muchos científicos ya emigraron, asfixiados por la falta de recursos para investigación o las amenazas. Pero algunos resisten, intentando proteger la biodiversidad y los ecosistemas. Aquí relatan a DW qué los mueve.

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Venezuela | CIT  | Forschung und Biodiversität in Venezuela
Imagen: Humberto Ramírez

"Es por pasión que seguimos aquí”, dice el biólogo Leonardo Sánchez, director de la ONG Centro para la Investigación de Tiburones en Venezuela (CIT). En los últimos años ha visto cómo la crisis ha obligado a emigrar a colegas y maestros. No ha sido fácil sostener el trabajo científico en condiciones cada vez más precarias, pero resiste como puede.

Hoy teme que si abandonan el país toda la labor realizada se pierda y no haya freno para los crecientes peligros que enfrentan los tiburones. De las 60 especies existentes en Venezuela, muchas están seriamente amenazadas, alerta Sánchez. Muchos se extraen para consumo, ante la pobreza y el hambre que aumentan.

Incluso la carne del enorme tiburón ballena llega ahora a la mesa, a pesar de que su sabor no es muy agradable y según estudios sería peligrosa, pues acumula altos niveles de metales. Pero principalmente es cazado por su aleta, apreciada como trofeo y para la medicina tradicional china.

Las amenazas para el escualo han aumentado a partir de la relación del gobierno de Maduro con China, afirma Sánchez: "La presencia de ciudadanos de ese país que ofrecen dinero por tiburones es constante. El sueldo mínimo es de entre cuatro y ocho dólares y a un pescador le pueden pagar por un kilo de aleta 20 dólares. Pero en el mercado internacional llega a 800”.

La bióloga María Fernanda Puerto, coordinadora del proyecto Sebraba, lamenta el poco apoyo a la conservación. "Nuestra fauna está muy amenazada y con la crisis la situación ha empeorado”, dice. En sus estudios del jaguar, principalmente en la zona de la cuenca del lago de Maracaibo, ha visto cómo la crisis alimentaria ha aumentado el consumo de especies que son la presa habitual del felino. En este conflicto, son frecuentes los encuentros de cazadores con jaguares que terminan muertos.

Venezuela | CIT  | Forschung und Biodiversität in Venezuela
Las fotos de cámaras ocultas ayudan a los investigadores del proyecto Sebraba a estudiar el jaguar en la zona del lago de Maracaibo. Imagen: royecto Sebraba

En el sur del Orinoco, Vilisa Morón trabaja en temas de conservación, biodiversidad y ecología. Allí ha observado "el auge de la minería ilegal y la certificada sin estudios de impacto ambiental ni respeto por la legislación ambiental”.  Eso conlleva actividad en áreas protegidas, deforestación, grandes movimientos de tierras, pueblos no informados ni consultados, vulnerabilidad y enfermedades.

En su opinión, "el modelo extractivista y la mala gestión ambiental priorizan los cambios del uso del suelo sin planificación, mitigación ni supervisión de los impactos”. La experta lamenta el desmantelamiento de cuerpos de resguardo y control de áreas protegidas, como los bomberos forestales. "No hay suficiente personal capacitado ni equipos para controlar ni evitar incendios”, consigna.

Cuando hacer ciencia se vuelve peligroso

Biólogos y otros investigadores enfrentan una serie de obstáculos y riesgos. "En Venezuela no hay fondos para investigación, dependemos de afuera y debemos hacer propuestas en muchas instituciones para ver si nos ayudan. Algunos financistas, como conocen la situación del país, no quieren dar fondos porque creen que quizás el proyecto no sea viable”, comenta Puerto.

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María Fernanda Puerto recorre la zona junto al equipo de Sebraba y guardaparques. A los trabajos de investigación se suman ahora talleres y cursos para promover la conservación.Imagen: Pedro Luis Bermúdez

A la falta de recursos para salir a terreno se suma el peligro del trabajo de campo en áreas en que la necesidad y la delincuencia los convierten en blanco de asaltos y secuestros. "Sabemos que en cualquier momento podemos perder la vida, pero si nos vamos es una tragedia para la gente con la que trabajamos en las comunidades, que han cambiado porque estamos aquí y por el corazón que le ponemos a la conservación. En poco tiempo todo se perdería”, afirma Sánchez.

Esto redunda en la calidad del trabajo, señala Morón: "Se desconoce el impacto de la sedimentación y contaminación de los cuerpos de agua, porque tomar las muestras implica riesgos en la seguridad personal, pues son áreas en donde los grupos violentos hacen la ley”.

También les preocupan las amenazas a la libre divulgación y las represalias del oficialismo ante las denuncias, que se pueden manifestar en el cierre de instituciones o la pérdida de permisos para operar.

"No sólo no hay recursos del Estado, sino que dificultan los permisos y les molesta que saquemos a la luz pública los problemas. Incluso nos han amenazado varias veces por decir que los chinos se están llevando las aletas de tiburón”, asegura Sánchez.

"Cuando organizamos un simposio sobre la problemática regional del Arco Minero del Orinoco, los organizadores de Trinidad recibieron correos de amenaza y críticas”, dice Morón.

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Vilisa Morón trabaja en temas de conservación, biodiversidad y ecología en el sur del Orinoco, donde las actividades mineras amenazan el medio ambiente.Imagen: Vilisa Moron

La crisis no los detiene

Mientras intentan conseguir fondos para investigación y resisten con aportes del extranjero, los investigadores han debido reenfocar su trabajo en programas educativos ambientales y de conservación con comunidades locales, escuelas, o grupos de pescadores y cazadores.

El CIT desarrolla el programa "Caribbean Sharks Education”, que lleva también a países vecinos. "Desde que comenzamos con el programa de educación, ha bajado la captura de tiburones”, celebra Sánchez. Los pescadores están descubriendo que hay mejores formas de ganar dinero. "Los que antes los mataban ahora trabajan con nosotros y hoy muchos perciben dinero con el ecoturismo. Pueden ganar hasta 25 dólares por cada persona que llevan a nadar con tiburones”, dice el experto del CIT.

Por su parte, Sebraba difunde su labor con los jaguares en redes sociales y comparte datos con estudiantes que, por falta de recursos, no pueden salir a terreno para realizar sus tesis. También crean conciencia sobre la necesidad de conocer y proteger la fauna, a través de talleres y cursos. "Esta podría ser una región turística. Hay zonas hermosas para mostrar animales, pero se debe minimizar el impacto de la cacería”, dice Puerto, quien en conversaciones con pobladores ha visto interés en desarrollar esta opción.

"Tengo mucha esperanza de que la situación va a cambiar. Tenemos que mantener estos proyectos a flote, porque si nos vamos y dejamos un vacío de investigación y conservación, luego va a ser muy difícil reincorporarse a las comunidades a retomar el trabajo. Que tomen conciencia requiere tiempo”, afirma la bióloga.

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