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Tratado de Maastricht: el papel lo aguanta todo

6 de febrero de 2017

Hace 25 años, se firmó el Tratado de Maastricht. En él se incluyen las condiciones para la adhesión a la zona euro, conocidos como los criterios de convergencia.

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Imagen: picture-alliance/dpa

Los dos criterios más importantes se refieren a la disciplina presupuestaria: el nuevo endeudamiento de un país no debe exceder el 3% del rendimiento económico. Las deudas totales no deben ascender a más del 60% del PIB. Sobre todo Alemania insistió para que fuera así. Aunque la idea del 3% pertenece originalmente a un joven francés.

Guy Abeille era un empleado del Ministerio de Finanzas en París, cuando le llegó el cometido en 1982 de idear una fórmula simple, que sonara a competencia económica, para el presidente francés con el fin atenuar el déficit presupuestario. En aquel entonces, las deudas públicas del Estado amenazaban con írseles de las manos por el experimento socialista del presidente Francois Mitterand, elegido un año antes.

En aquella época, el nuevo endeudamiento del PIB francés era del 2,6%. Guy Abelle pensó que el 1% como límite superior para el déficit presupuestario era poco realista; el 2% habría presionado al Gobierno. Por lo tanto, el 3%. Así de simple y arbitrariamente nació la fórmula mágica, que más tarde en las negociaciones del Tratado de Maastricht contaría como criterio relevante para la adhesión a la unión monetaria.

Legitimación económica para fórmulas arbitrarias

El catedrático Oliver Sievering de la Universidad de Administración Pública y Finanzas.
El catedrático Oliver Sievering de la Universidad de Administración Pública y Finanzas.Imagen: Hochschule für öffentliche Verwaltung und Finanzen Ludwigsburg

También la cifra 60% para la deuda total es arbitraria, dice Oliver Sievering de la Universidad de Administración Pública y Finanzas en Ludwigsburg. A comienzos de los 90, el endeudamiento de muchos países era del 60% del PIB. 

Enseguida estuvo claro aue el 60% para países como Bélgica, Italia y Grecia. Todos se conformaron con la idea de que la situación de las deudas tomaría en general un rumbo positivo y se concentraría en el criterio del 3%. Menos Grecia, todo los países candidatos a la zona euro mostraron en el informe de convergencia del Instituto Monetario Europeo de 1988 un déficit presupuestario inferior al 3% del PIB.

Algunos recurrieron a los trucos, incluyendo a Alemania. El Gobierno vendió acciones de Deutsche Telekom y Deutsche Post al propio banco gubernamental KfW para reducir el estado de las deudas. Italia introdujo sin vacilaciones el impuesto Europa, para devolver gran parte del importe a los ciudadanos después de la introducción del euro.

No son un buen ejemplo

Hans Dietrich Genscher, Ministro de Exteriores, y Theo Waigel, Ministro de Finanzas, durante la firma del Tratado de Maastricht.
Hans Dietrich Genscher, Ministro de Exteriores, y Theo Waigel, Ministro de Finanzas, durante la firma del Tratado de Maastricht.Imagen: picture-alliance/dpa

Ambos criterios de Maastricht tendrían que permanecer tras la adhesión al euroclub, para que la unidad monetaria se hallara sobre una base sólida. El Gobierno alemán insistió especialmente en este aspecto. Precisamente Alemania sobrepasó en 2002 junto con Francia el límite de déficit. Juntos, los dos pesos pesados del euro pudieron evitar la multa multimillonaria y suavizar las estrictas normas. "Esto fue muy perjudicial para la disciplina presupuestaria en toda la zona euro, porque muchos países dijeron que si Alemania y Francia no se atenían mucho a los criterios, ¿por qué tenían que hacerlo los demás?

En el punto culminante de la crisis económica, casi todos los países lograron los objetivos. La mayoría de los países de la zona euro tenían controlado su déficit presupuestario, pero con respecto a las deudas totales, solo la República Checa, Eslovaquia y Luxemburgo quedaron por debajo del límite del 60%; Alemania registró el 70%. 

Aunque se violaron los criterios de Maastricht más de 200 veces, hasta ahora no se ha aplicado ninguna sanción. "Nadie quiere imponer una multa económica, porque sabe que en un par de años podría estar en la misma situación y estaría satisfecho de ser tratado con indulgencia”, dice Sievering.

Incluso cuando el papel lo aguanta todo y el mecanismo de penalización no funciona, el economista cree que las reglas son indispensables. Simplemente el hecho de que se vigile y se debata sobre ello, puede tener un efecto disciplinario.