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Trump: la política emocionalizada

27 de septiembre de 2016

Aquellos que dan por perdido al candidato republicano Donald Trump han sido decepcionados una y otra vez. Probablemente su popularidad tenga que ver con la tendencia a priorizar los sentimientos por encima de los hechos.

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USA Präsidentschaftswahl 2016 Trump und Clinton Masken in einem Laden in Vancouver
Imagen: DW/F. Steiner

Casi todos los politólogos y periodistas europeos están de acuerdo en que Hillary Clinton ha ganado claramente el debate televisivo con Donald Trump y de que ella es la única candidata seria y competente a la Casa Blanca. Según las opiniones a ambos lados del Atlántico, Clinton tiene más experiencia política, es más sensata y equilibrada.

Durante mucho tiempo, los observadores en cambio ni siquiera tomaron en serio a Trump. Para muchos era impensable que los Republicanos lo fueran a nombrar precandidato. Sin embargo, el magnate se impuso. Cuando ya era candidato, los mismos politólogos y periodistas estaban convencidos de que ahora Clinton tenía asegurada la presidencia.

Pero no todos los expertos comparten esta opinión. Incluso tras el debate televisivo, el comunicólogo Frank Brettschneider, de la Universidad de Hohenheim, habla de un "empate”. "Trump hizo honor a su fama de niño mal educado”, dice. No obstante, para Brettschneider esto no representa ninguna desventaja para el candidato republicano. En su opinión, lo más importante para los indecisos son las reacciones tras el debate que tienen lugar sobre todo en las redes sociales. El comunicólogo cree que los seguidores de Trump son muy activos en las red, "tratando de neutralizar las informaciones de la prensa”.

Los hechos no cuentan

A finales de julio, el productor de cine estadounidense Michael Moore dijo al semanario alemán Die Zeit que estaba convencido de que el magnate republicano iba a convertirse en el próximo presidente, pese a que "un 77 por ciento del electorado son mujeres, minorías, jóvenes menores de 35 años, y Trump no podría obtener la mayoría en ninguno de estos grupos”.

Según Moore, estos "hechos” no son de importancia decisiva. Puesto que Clinton es demasiado impopular y vista como parte del "establishment”, muchos estadounidenses no irán a votar, asegura. Trump, en cambio, movilizará a su electorado. 

Merkel y la política emocionalizada

Bundeskanzlerin Angela Merkel Bundestag Rede
Imagen: Getty Images/AFP/T. Schwarz

¿Acaso los votantes se dejan llevar por su frustración en lugar de sus intereses propios? ¿Se trata de un fenómeno aislado?

En Alemania, el partido cristianodemócrata de la canciller Angela Merkel se quedó estupefacto cuando a mediados de septiembre fue rebasado por la populista Alternativa para Alemania (AfD) en las elecciones regionales de Mecklemburgo-Antepomerania. Los refugiados fueron el tema que dominó las elecciones. No obstante, apenas hay refugiados en ese estado federado.

En opinión de la canciller alemana, pareciera que estamos viviendo en un mundo "posfáctico”, donde las personas ya no se interesan por los hechos y solo se dejan guiar por los sentimientos. El político de la AfD Georg Pazderski dijo al respecto: "Lo que se siente, también es realidad”. Esta actitud podría explicar en parte el éxito de su partido.

No obstante, Merkel prefiere atenerse a los hechos: "Si empezamos a hacer a un lado o a ignorar los hechos, entonces ya no podremos ofrecer respuestas constructivas y responsables”.

Una amenaza para la democracia

Para el filósofo y físico suizo Eduard Kaeser, el mundo "posfáctico” también representa una amenaza para la democracia. Las redes sociales suelen reforzar la tendencia a solo aceptar como hechos aquellas informaciones en las que ya se creía, dice. Las instituciones que tradicionalmente se dedican a buscar la verdad comprobable, como las universidades y los institutos de estadística, son desacreditadas y reemplazadas por las informaciones disponibles en las redes sociales. Como consecuencia, todos los ciudadanos se creen expertos, explica Kaeser.

El filósofo hace hincapié en que la búsqueda de la verdad es de "vital importancia” para la democracia. De lo contrario, ganaría el populismo.

Autor: Christoph Hasselbach