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Trump y su letal negación de la realidad

Ines Pohl
9 de julio de 2020

Más de 130.000 estadounidenses muertos, explosión de las cifras de contagio. A pesar de las evidencias, Trump quiso negar la pandemia, y ahora amenaza con llevar a su país al abismo, opina Ines Pohl, desde Washington.

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USA Washington | Donald Trump während Diskussionsrunde zur Wiedereröffnung der Schulen
Imagen: Getty Images/AFP/J. Watson

El mundo del presidente de EE.UU. es pequeño y predecible: solo percibe lo que le conviene. Elimina de su entorno a las personas con opiniones que le incomodan. La crítica se castiga con la expulsión. Ignora los hechos que perturban sus cálculos políticos, hasta la muerte, si es necesario.

Su agenda política se rige por la misma regla: dar a los que ya tienen mucho, para que se enriquezcan aún más. Y para mantener felices a las sectas religiosas extremistas, asegurándose así sus votos en cualquier caso.

Tácticas largamente probadas

Esta táctica funcionó hasta el comienzo de la crisis del coronavirus. La economía funcionaba sin problemas, las cifras de desempleo mejoraban y el núcleo duro de sus partidarios disfrutaba de su hombre fuerte en la Casa Blanca, que mostraba al mundo entero el gran país que es Estados Unidos, sobre todo cuando se ocupa de sí mismo.

Y de pronto llegó el virus mortal, invisible e impredecible. E hizo tambalear el dorado castillo de naipes del Presidente de Estados Unidos número 45.

Mientras el mundo entero debatía cuán duras debían ser las medidas de protección, Trump se negó a enfrentar la realidad desde el principio. Era como si todavía estuviera presentando su "reality show” en un estudio de televisión, donde solo él escribía el guión.

Cálculo cínico

En un cálculo brutalmente cínico, él y algunos de sus asesores estaban dispuestos, desde el primer día de la pandemia, a sacrificar a los ancianos y enfermos, con tal de no poner en peligro su reelección con unas cifras económicas pobres. Todo tenía que continuar como antes. Nada de cerrar tiendas, nada de aceptar pérdidas de facturación. Pero Nueva York se convierte en un infierno. A más tardar ahí, Trump debería haber aceptado la responsabilidad y haber priorizado la salud de sus ciudadanos. Luego tendría que haber propagado el uso de mascarillas y la distancia social para evitar algo peor. Pero no hizo nada de eso.

Ines Pohl, corresponsal de DW en Washington
Ines Pohl, corresponsal de DW en WashingtonImagen: DW/P. Böll

Todo está politizado

Un hombre fuerte no muestra debilidad. En los tiempos de Trump, incluso el uso de una mascarilla se politiza. Todo se convierte en una declaración política partidista. Esta es otra razón por la que muchos republicanos pensaron inicialmente que las mascarillas eran para los cobardes demócratas. Así, el virus fue capaz de propagarse sin obstáculos, especialmente en los estados dominados por los republicanos.

Lo que el Gobierno de Trump supuso que iba a proteger la economía, ahora la está dañando. Los estados con reglas laxas están siendo particularmente afectados. Aquellas partes de Estados Unidos en las que los líderes políticos no quisieron restringir la llamada "voluntad individual de libertad” con tal de no perder su popularidad. Pero también porque se sintieron respaldado por el presidente, que hasta hoy sigue intentando reinterpretar toda la crisis de la pandemia como un ataque de sus enemigos.

Crecientes críticas de los mismos republicanos

Sin embargo, en los últimos días, la montaña de mentiras está empezando a mostrar grandes grietas. Especialmente en las regiones que Trump necesita urgentemente para su reelección, las condiciones son catastróficas. Los hospitales ya han llegado al límite de su capacidad, y se espera que los números de contagios sigan aumentando después del último fin de semana de festividades.

Alcaldes y gobernadores ordenan ahora llevar mascarilla, incluso en estados como Texas. A las actuaciones de Trump asisten menos personas, pero sus declaraciones racistas, con las que trata de distraer de la amenazante emergencia, tienen el efecto contrario en muchos. Cada vez más republicanos son abiertamente críticos y advierten contra su reelección.

A diferencia del líder mismo, muchos ciudadanos parecen estar despertando. El miedo a enfermar gravemente, quizás incluso a morir o a perder familiares por culpa de COVID-19 es cada vez más palpable en el país que eligió a Donald Trump presidente hace casi cuatro años.

(jov/er)

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