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Protegiendo la naturaleza en la guerra

Jenny Peng y Tamsin Walker (AR/ER)12 de julio de 2016

La guerra no solo destruye vidas humanas, sino también la naturaleza y con ello los medios de subsistencia. En Afganistán, una mujer con sentido común y resolución hace lo que considera necesario para evitarlo.

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Montañas verdes.
Montañas verdes.Imagen: RGEO

Cuando Farkhunda Ateel subió al escenario de un teatro parisino en diciembre del año pasado, no fue solo su colorido y tradicional vestido lo que llamó la atención del auditorio, sino también las palabras que pronunció. "Nuestro planeta está enfermo, nuestras comunidades están enfermas. ¿Cómo podemos relajarnos, cómo podemos dormir, cómo podemos vivir así?".

Se encontraba allí para recoger el prestigioso Premio Ecuatorial 2015 en nombre de la Organización Rural y Ambiental Verde (RGEO, en sus siglas en inglés) para la que trabaja. La organización trata de restaurar ecosistemas destruidos con el fin de mejorar la seguridad alimentaria y crear puestos de trabajo locales, y con ello reducir la tala, así como la pesca y la caza ilegales, en la remota provincia afgana de Badakhshan, una de las más pobres de Afganistán.

La recepción del premio en la ceremonia fue un momento emotivo para Ateel. La joven afgana había luchado mucho por estar ahí y estuvo a punto de llorar: "pero me dije a mí misma, ya has llorado lo suficiente en la vida, ahora es el momento de hacer algo".

De hecho, Ateel ha estado haciendo más que "algo" desde hace muchos años y a pesar de las dificultades. Tras pasar su infancia como una niña refugiada en Pakistán, ser oprimida por los talibanes y maltratada por su marido, se dedicó a restaurar las tierras áridas de su patria y a llevar esperanza a quienes las pueblan.

La joven madre admite haber pensado en salir de Afganistán, tal y como lo hizo su familia cuando huyó de los muyahidines (grupos de guerrilleros afganos islámicos) en 1989. Pero ahora, después de ganar una batalla de cuatro años para separarse de su marido y de ganar el Premio Ecuatorial, ve muchas razones para establecerse en su tierra natal.

Recogiendo el Premio Ecuatorial 2015 en París.
Recogiendo el premio en el escenario con su padre y otras dos personas.Imagen: UNDP-Afghanistan

"Después de este premio, todo cambió", dice Ateel. "Había estado realizando el trabajo sin darme cuenta de los cambios que traía a la gente. Pero de repente, fue como un choque muy fuerte, como despertarse de un sueño muy profundo", declara.

La visión de un líder

Afganistán todavía se está recuperando de una década de ocupación soviética, en la que pueblos y bosques enteros fueron arrasados ​ de manera sistemática y la deforestación y pérdida de hábitat se convirtió en un problema generalizado. Así que tanto ella como su organización tienen mucho trabajo por delante.

La actividad de RGEO se basa en décadas de reforestación y protección activa de la vida salvaje introducida por Haji Awrang, ex gobernador del distrito de Tagab, en la provincia de Badakhshan, y amigo cercano de Ateel y su padre, Ahmad Seyer, que a su vez es director de RGEO.

Cuando Awrang regresó a Tagab, después de la guerra en los años 90, la mayor parte de los recursos naturales de la región habían sido destruidos. De acuerdo al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 80% de los ciudadanos afganos dependen de la agricultura, la ganadería y la minería en pequeña escala, por lo que las consecuencias fueron catastróficas. Para hacer frente a esta situación, Awrang introdujo un plan de recuperación que tenía en cuenta tanto las necesidades ecológicas como sociales de la zona.

De este modo, se prohibió la pesca y la explotación forestal, se impusieron controles sobre el pastoreo y la caza y se reclutaron miembros de la comunidad como guardias voluntarios para hacer cumplir las medidas y reportar actividades ilegales a la policía. Por temor a la continua escasez, la población local aceptó y apoyó la visión de Awrang.

Un logro comunitario

Para 2014, los esfuerzos conjuntos de la comunidad ya habían dado lugar a un oasis verde. Cuando Aimal Khan, coordinador nacional de PNUD en Afganistán, visitó la región se encontró con depósitos bombeando agua desde los valles a las montañas para el regadío de huertos frutales, tales como manzanos, albaricoques y nogales. El concepto ideado por Awrang literalmente había dado sus frutos.

"La primera cosa que me gustó fue el interés de la comunidad", admite Khan, agregando que el trabajo conjunto ofrece beneficios concretos. "Eso hace que todo el asunto sea sostenible", afirma.

Una manzana en un árbol.
El trabajo comunitario puede ser fructífero para todos.Imagen: UNDP-Afghanistan

Hasta la fecha, RGEO ha logrado crear unos 6.000 puestos de trabajo, construir cinco kilómetros de canales de riego, proteger dos kilómetros de río, construir 125 presas filtrantes y 120.000 metros de terraza, así como plantar más de 200.000 árboles.

Progreso y discriminación

Todos estos logros son alentadores teniendo en cuenta que conseguir la estabilidad medioambiental no suele ser un objetivo nacional común. "En un país como Afganistán, la principal prioridad es la seguridad" explica Khan. "Al medio ambiente se le hace menos caso", añade.

En la actualidad, la escalada de violencia, los grupos de insurgentes talibanes en el norte y las discriminatorias normas contra las mujeres y las niñas hacen que sea difícil para Ateel viajar a Badakhshan. Así que por ahora trabaja desde Kabul, mientras Awrang y su padre Ahmad Seyer, supervisan la mayoría de los proyectos de RGEO sobre el terreno, implementando los programas que capacitan a los agricultores en la protección y gestión de los viveros de árboles.

Incluso se han puesto en contacto con los talibanes y sorprendentemente los combatientes parecen aceptar la misión ambiental de la organización. "Esto es muy esperanzador", admite Ateel a DW. "El medio ambiente no tiene nada que ver con las creencias islámicas. Sin embargo, son muy sensibles cuando se trata de la actividad laboral de las mujeres".

Tal discriminación no solo afecta a su propia actividad, sino también a la de RGEO, que ha confiado en mujeres para plantar y cuidar de los árboles jóvenes. Prescindir de ayudantes dispuestas, simplemente por su género debilita a una comunidad y a su capacidad para hacer frente a la crisis ambiental que se está produciendo como consecuencia del cambio climático.

Un hombre cuidando del campo.
Los hombres lo tienen más fácil que las mujeres para trabajar en Afganistán.Imagen: UNDP-Afghanistan

Desafío del cambio climático

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 2015 señala que “se prevé un aumento de fenómenos meteorológicos extremos en Afganistán, incluyendo olas de calor, inundaciones y sequías, así como como desastres relacionados con el cambio climático, tales como el desbordamiento de los lagos glaciares".

Ateel lo confirma y teme que la repentina llegada de inviernos tardíos sea una señal de lo que está aún por llegar. "En Kabul solíamos tener mucha nieve en invierno, pero el año pasado no nevó", explica. Añade que no ha llovido lo suficiente hasta la fecha y que cuando lo haga, la cantidad de agua será tan abundante que causará inundaciones. Del mismo modo, las temperaturas del verano se disparan muy por encima de la que ha sido la temperatura media durante años.

No obstante, esa realidad, así como la inseguridad de su país, la motivan para seguir con su labor en lugar de disuadirla. En su discurso en París también se refirió a los terroristas y suicidas que matan a miles de personas en nombre de la religión o de las creencias. "Pero", dijo, mirando a la multitud, "soy lo suficientemente fuerte para vivir y dar mi vida por salvar a miles de personas".

No hubo patetismo en su mensaje, solo una claridad que pone de relieve su singular determinación a la hora de concienciar sobre los problemas y sobre cómo trabajar para resolverlos . "No quiero ser olvidada cuando esté fuera del escenario", concluyó. De alguna manera, esto parece poco probable.