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Una pequeña Venezuela, en Bogotá

Oliver Pieper
2 de abril de 2019

Muchos refugiados venezolanos prueban fortuna en la capital colombiana. Y lo notan pronto: recomenzar de cero, incluso con ayuda, será muy difícil. Un reportaje desde Bogotá.

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Venezolanos en Bogotá.
Venezolanos en Bogotá.Imagen: Reuters/L. Gonzales

Son solo tres hojas pequeñas, de un papel a cuadros. Pero quien las lea, puede hacerse una idea de lo que están viviendo los venezolanos en su huida. A sus 13 años, María acaba de hallar refugio con su familia, por tres días, en la Casa Volver, de la Cruz Roja en Bogotá. Ha escrito lo que recuerda de su viaje a Colombia:

"Yo salí de Caracas un domingo y llegué San Cristóbal un lunes, y cruzamos frontera en la noche, a Cúcuta, y en Cúcuta duramos tres días sin comer nada, y después de los tres días, viajamos a Bogotá, a casa de una conocida. Allí duramos una semana y nos corrió. En ese momento, recogimos las maletas y nos fuimos al primer campamento. Allí duramos dos meses”, sigue, en una retahíla interminable del tiempo en que María y su familia durmieron en la calle. Ahora, quieren llegar hasta Perú, en busca de "un futuro mejor”.

El viaje de María a Colombia
El viaje de María a ColombiaImagen: DW/Oliver Pieper

Un futuro mejor es lo que buscan entretanto en Perú, Ecuador, y especialmente en Colombia, 3,4 millones de emigrantes venezolanos. Aproximadamente 1,2 millones de personas buscan protección en la vecina Colombia, la mayoría de ellas en su capital, Bogotá. Pero quien logra llegar a la metrópoli de ocho millones de habitantes, sabe que escapar de Venezuela fue solo el primer paso. El mayor desafío es construir una nueva vida en este nuevo suelo. Muchos fracasan, como Yoana y Alberto, los padres de María.

Yoana y Alberto: ¿por qué marcharse a Perú?

"Huimos de Venezuela el 8 de septiembre”, cuenta Yoana, "simplemente estábamos cansados, cansados ​​de la lucha diaria por la comida".  Sentada junto a su esposo Alberto en la Casa Volver, y aunque las lágrimas le corran una y otra vez por el rostro, esta mujer de 38 años necesita hablar.

"Teníamos una vida tranquila, teníamos una casa en Caracas. Pero la vida se fue haciendo más difícil cada día". Su esposo, que en Venezuela trabajaba como taxista y en la construcción, agrega inexpresivamente: "Hasta que llegó el punto, donde ya no había qué comer. Ni trabajo. Ni nada".

Los dos hijos mayores, de 22 y 19 años, ya habían emigrado antes. Yoana y Alberto lo dejaron todo y les siguieron, con sus cuatro hijos más pequeños, hace medio año. "Nuestra casa está vacía, ahora es propiedad del Estado. El que se va, lo pierde todo. Así que no podemos regresar, ahora vivimos en la calle”.

La familia emigró legalmente. Tiene también el Permiso Especial de Permanencia (PEP) colombiano, que autoriza la residencia por dos años. Pero la esperanza de encontrar un trabajo en Bogotá ha muerto rápidamente. "No conseguimos trabajo porque somos venezolanos. Nos exigen un pasaporte colombiano", se queja Alberto: "Y si te dan un trabajo, te pagan un tercio del salario mínimo aquí”.

Alberto y Yoana, refugiados venezolanos en la Casa Volver, en Bogotá.
Alberto y Yoana, refugiados venezolanos en la Casa Volver, en Bogotá.Imagen: DW/Oliver Pieper

La semana pasada, la familia durmió en la calle. Allí, se sentían más seguros que en muchos campos de refugiados. "Hemos visto cosas terribles en estos hogares: drogas, violaciones, muertos. Y ahora estamos aquí porque no tenemos ni idea de a dónde ir", dice Yoana.

En Casa Volver, los refugiados venezolanos pueden quedarse entre tres y cinco días para reponer fuerzas. La demanda en los cinco refugios de emergencia de la Cruz Roja en Bogotá, con un total de 244 cupos, es enorme.

Como refugiados, Yoana y Alberto no hacen planes para los próximos meses o semanas. Solo pueden pensar en el día siguiente. Aunque ya lo tienen claro: el sueño colombiano no será, por eso, quieren probar suerte en Perú.

Sandra Páez: ¿hasta dónde llega la Cruz Roja?

Sandra Páez ya ha escuchado muchas de estas historias. La psicóloga coordina las actividades de la Cruz Roja para los refugiados venezolanos en Bogotá: "Estamos tratando de estabilizar a las personas aquí, de brindarles orientación sobre cómo seguir adelante, pero tenemos muy poco dinero y no podemos ni acercarnos a satisfacer la demanda de plazas para pernoctar."

Sandra Páez, de la Cruz Roja: las capacidades no alcanzan.
Sandra Páez, de la Cruz Roja: "las capacidades no alcanzan."Imagen: DW/O. Pieper

Ante la afluencia de refugiados venezolanos, la Cruz Roja intenta ayudar a la mayor cantidad de personas posible. Es por eso que solo pueden permanecer en los refugios de tres a cinco días. Solo hay excepciones para mujeres embarazadas y enfermos.

"La crisis se ha intensificado. Las personas llegan cada vez más desnutridas. Y, en los últimos dos meses, se trata principalmente de familias con niños”, relata la psicóloga. Por eso, muchos pasan la noche en la calle. O en hoteles de día. Pero allí, según Páez, "los acecha el robo, la violencia sexual y la trata de personas.”

Encontrar empleos es también un dolor de cabeza para Sandra Páez. "Para los empleadores colombianos, no hay ninguna ventaja en la contratación de venezolanos, ¿por qué hacerlo entonces? Muchos pagan menos a los refugiados que a los colombianos, se aprovechan de ellos.”

No obstante, la Cruz Roja ahora ha logrado establecer cooperación con una cadena de comida rápida y una compañía textil, que contratan venezolanos por el salario mínimo. ¿Cómo calificar, entonces, la integración de los refugiados venezolanos en Colombia? "Regular. En la prevención de salud estamos bien, pero en el mercado laboral podríamos estar mejor.”

Jozef Merkx: dos crisis en Colombia

Que Jozef Merkx aún esté en Bogotá, es consecuencia de esta crisis de refugiados en Venezuela. El holandés llegó a Bogotá hace tres años, para cerrar la oficina local de la ACNUR. Ahora, no da abasto. Además, a diario, le toca explicar en entrevistas cómo evalúa la situación sobre el terreno: "¡Esta es la mayor crisis de refugiados en la historia de América Latina y es un desafío extremo para Colombia!”

Jozef Merkx dirige la oficina en Bogotá de la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR.
Jozef Merkx dirige la oficina en Bogotá de la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR: "la solidaridad es enorme."Imagen: DW/Oliver Pieper

Merkx solía trabajó antes en Costa Rica y Ecuador. Conoce la región y describe el dilema de Colombia: "El país tenía gran experiencia en producir refugiados, pero no en acogerlos.” Tras décadas de guerra civil, Colombia tiene la mayor cifra mundial de desplazados internos, con 7,7 millones de personas. "Así que aquí tenemos dos crisis", dice Merkx, "la crisis de refugiados en Venezuela, por un lado, y la crisis colombiana del desplazamiento interno.”

A esto se suman los colombianos que vivieron durante años en Venezuela y ahora están regresando: más de 400.000 personas en los últimos tres años.

No es extraño que las autoridades colombianas estén abrumadas. Sin embargo, el holandés no ha perdido su optimismo: "Durante muchos años, los colombianos buscaron protección en Venezuela, huyendo de la guerra civil acá. Ahora es al revés. La gente se conoce. Aquí hay también hay muchas familias mixtas. La solidaridad en la región es enorme.”

Jarlín Díaz: ¿por qué confíar en Bogotá?

"Bogotá tiene tradición de ser una ciudad para todos, una ciudad que siempre recibe a migrantes y personas de todo el mundo”, afirma Jarlín Díaz Gómez, comisionada de Integración Social y personificación de la solidaridad con los refugiados venezolanos en la capital colombiana.

Jarlín Díaz Gómez, encargada de Integración Social en Bogotá.
Jarlín Díaz Gómez, encargada de Integración Social en Bogotá: "tenemos que mejorar."Imagen: DW/Oliver Pieper

Entre los ocho millones de habitantes de Bogotá se cuentan ahora más de 260.000 venezolanos, con tendencia creciente. Casi la mitad de ellos vive ilegalmente en esta ciudad. Acumularon malas experiencias con el Estado en su país, y desconfían. Díaz Gómez intenta disipar sus miedos. Su oficina asesora a unas 70 personas diariamente: "Les explicamos cómo pueden cambiar su estatus de residencia, cómo obtener papeles para trabajar y cómo protegerse contra la explotación".

Con un permiso de residencia legal, los venezolanos pueden enviar a sus hijos a la escuela en Bogotá. Los niños menores de cuatro años, con residencia legal o ilegal, son atendidos en jardines de infancia. Una ciudadela de tiendas de campaña con desayuno, almuerzo, cena y atención psicosocial para 600 personas fue levantada en muy poco tiempo. Además, Bogotá ofrece desde hace poco el servicio de cuidado de pertenencias y maletas de los refugiados. "Tenemos que mejorar cada día”, apela Díaz Gómez.

A menudo, la encargada de integración debe paliar también los temores de los bogotanos. Uno de cada cuatro venezolanos en Colombia vive en la capital. Pero Díaz Gómez, como Merkx, es optimista: "Siempre le digo a la gente que esta crisis también es una oportunidad para Bogotá", dice, "porque, con el cambio demográfico, tenemos pocos jóvenes en la ciudad. Y ahora vienen muchos niños y adolescentes. Tenemos que aprovechar eso".

Alejandro Sánchez: ¿por qué cantar al valor?

Un piso más abajo, Alejandro Sánchez toca su guitarra y canta con una voz poderosa "Sé valiente". Una canción que ha escrito a los jóvenes venezolanos que intentan orientarse en Bogotá, "porque la juventud es la etapa más vulnerable de la vida". Este venezolano de 31 años llegó a Bogotá hace solo diez meses: "Es una locura, puedes trabajar aquí, pero no puedes conseguir un empleo".

El cantante Alejandro Sánchez y su esposa Yaritza Elena Zambrano, con su hija Anyelis, oficialmente apátrida.
El cantante Alejandro Sánchez y su esposa Yaritza Elena Zambrano, con su hija Anyelis, oficialmente apátrida.Imagen: DW/Oliver Pieper

Alejandro intenta llegar a fin de mes con canciones románticas. Su hija, Anyelis Aranza Sánchez Zambrano, nació en Bogotá hace siete meses. No tiene ciudadanía y, por tanto, no tiene derecho a recibir atención médica gratuita, tampoco vacunas.

"En Colombia impera el derecho de la sangre, así que como ninguno de nosotros es colombiano, nuestra niña no es colombiana", explica Alejandro. Y como las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela están congeladas, el consulado abre muy irregularmente. Su hija, por ahora, es oficialmente apátrida. Si Anyelis comienza a llorar, su padre agarra la guitarra y sonríe: "Cuando ella llora, comienzo a cantar y se calma inmediatamente. Ella es mi mayor fan".

El sueño: ¿volver?

Para los refugiados mismos, ser optimistas a corto plazo es más difícil: "Muchos colombianos nos ayudaron mucho. Algunos incluso nos dieron su chaqueta. Pero ahora el racismo contra nosotros, los venezolanos, crece día a día". Así que, por ahora, cómo y cuándo puedan, quieren llegar a Perú. Pero, a largo plazo, no pierden la esperanza, cuando se pueda, por supuesto, querrían volver a casa: "Cuando vuelva a ser lo que era", sueña Alberto y asegura: "Venezuela es el mejor país del mundo".

(rml/er)

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